En 1842 se consuma la ruptura entre ESPARTERO y un importante sector del progresismo. El regente encarga entonces el gobierno al general José Ramón Rodil, que, como ESPARTERO, es un «ayacucho» -los militares participaron en la batalla de Ayacucho donde se decidió definitivamnete la independencia de los dominios españoles en el sur de América-, que ha de hacer frente a la agitación social y sublevación en Barcelona -a la que se atribuyen en España tendencias separatistas-.

La acción de gobierno del Regente Espartero es poco acertada. Su liberalismo le impulsa a liberalizar el comercio de tal modo, que perjudica gravemente a la industria nacional, que no puede resistir la competencia extranjera. La ruina del ramo textil catalán, a causa de las importaciones de Inglaterra, desencadena una rebelión en Barcelona que es violentamente reprimida. En efecto, el propio general ESPARTERO se traslada a Barcelona y ordena el bombardeo de la ciudad desde el castillo de Montjuïc. En trece horas caen 1014 proyectiles sobre la ciudad que provocan una treintena de víctimas y la destrucción de varios edificios. El general castiga duramente la ciudad después de la rendición incondicional, obligándola a pagar una multa de doce millones de reales y los costes de rehacer la Ciudadela. El hecho provocará consternación en toda España y esto acarrea el descrédito del general, que poco después se verá obligado a abandonar el cargo de regente y huir a Inglaterra.

Claudi Lorenzale pinta, en la fecha, «La creación del escudo de Barcelona», (hoy en la Academia de Sant Jordi de Barcelona). Se trata de una pintura histórica que representa la legendaria creación del escudo de las cuatro barras por Carlos el Calvo con la sangre de Guifré I el Pelós, conde de Barcelona.

La Junta Suprema Provisional del Gobierno de la Provincia de Barcelona, organizada el 6 de junio de 1843, nombra al general Francisco Serrano como cabeza de gobierno provisional.

Traicionada por Serrano, la Junta de Barcelona se insurrecciona el 2 de septiembre de 1843, reclamando el cumplimiento del programa político que se ha pactado. Al poco, el movimiento se radicaliza pasa a denominarse «Jamancia». Parece ser que la palabra «Jamancia» podría derivar de ‘jamar’, que en caló significa comer. Hace referencia a los miembros de algunos batallones de la Milicia Nacional que usan como distintivo una paelleta de plomo colgada de una cinta negra y roja. Su himno es la ‘Canción de la paella’. El Gobierno decide nombrar a PRIM gobernador militar y comandante general de la provincia de Barcelona. Parece ser que es en esta ocasión cuando pronuncia su célebre frase “o faja o caja” (es decir, o recibir la faja de general, o la caja para el entierro). Combate, pues, con energía a los revolucionarios radicales que dominan parte de la ciudad y algunas zonas cercanas.

El ejército, encabezado por el general Joan Delgado, aplasta la insurrección denominada «Jamancia» bombardeando la ciudad de Barcelona los meses de septiembre y octubre del 1843. Las tropas gubernamentales disparan contra los sublevados a favor de la Junta Central. Sólo entre el 18 y el 24 de octubre caen sobre la ciudad 5.847 proyectiles de todos los calibres.

PRIM bombardea Barcelona desde Montjuïc y toma la ciudad derrotando a los rebeldes y dejando la ciudad pacificada. PRIM se convierte por estas acciones en uno de los hombres del régimen moderado, hecho por el que se le otorga el título de conde de Reus y vizconde del Bruc con derecho hereditario. Por estas acciones también recibe, de SERRANO, el fajín de general. La rendición de Barcelona supone el incremento de la centralización del poder en el gobierno de Madrid y la sumisión definitiva de la ciudad de Barcelona. (Montjuïc siempre ha sido un lugar estratégico desde el cual defender la ciudad por lo que desde antiguo han habido fortalezas en su cima. En 1751 se construyó el actual castillo, obra de Juan Martín Cermeño, que durante la Guerra de la Independencia Española fue ocupado por los franceses. Al igual que ha sido un punto estratégico para la defensa de la ciudad, lo ha sido para mantenerla bajo control, junto con la fortaleza de la Ciutadella en el otro extremo de la ciudad.)

El desarrollo económico de Catalunya en el siglo XIX incrementa la necesidad de créditos de los empresarios. Respondiendo a los estímulos del mercado, las casas de comercio Girona Germanos, Clavé y Cía, Plandolit Germanos y Josep Maria Serra fundan, en la fecha, el Banco de Barcelona, que actúa como banco comercial y de emisión. La actitud conservadora de sus directores, especialmente de Manuel Girona y Agrafel, es una de las claves de su éxito inicial, pero levantará fuertes críticas entre los clientes, sobre todo en épocas de crisis. El 1 de mayo de 1844 se firma una real orden que permite al Banco de Barcelona abrir sus puertas. Pese a tener la aprobación real, diferentes aspectos (el diseño de los billetes, la búsqueda de un edificio para el banco, la obtención de la aprobación de los reglamentos para su funcionamiento) retrasarán la apertura de la entidad hasta 1845. El 20 de agosto de ese año, el Banco de Barcelona abre sus puertas en un edificio que se acaba de construir muy próximo a la iglesia de la Mercè, en plena zona de negocios de la Barcelona de la época.

En Catalunya, durante la primera mitad del siglo XIX la red viaria está constituida por tres caminos reales: el que une Barcelona con Madrid pasando por Lleida; el que une Barcelona con Valencia por Tarragona y el que une Barcelona con Francia pasando por Girona. El resto son caminos hechos por iniciativa de las poblaciones para conectar con los otras. Esta situación cambiará al crearse, en la fecha, las diputaciones y, con estas, la Junta de Carreteras de Catalunya, que irá desarrollando una red viaria moderna complementaria a la estatal. Para suplir las deficiencias de los caminos, las burguesías locales impulsan la red ferroviaria. La primera línea se establece entre Barcelona y Mataró por iniciativa del comerciante indiano Biada. Hasta la Restauración, no se retomará la construcción de más líneas férreas. El 1845, una compañía inglesa empieza los trabajos de construcción de la línea de ferrocarril Barcelona-Mataró, la primera de Catalunya y de toda la península Ibérica. El proyecto, de capital mayoritariamente inglés, cuenta con la participación del comerciante y financiero catalán Miquel Biada y Buñol (1789-1848).

La consolidación de los esfuerzos para conseguir que la Universidad regrese a Barcelona, no llega hasta el fin del periodo 1842-1845. Tiene su sede en el ex-convento del Carmen y cuenta con cuatro facultades: filosofía, jurisprudencia, medicina y farmacia. Su primer rector es el ex-fraile agustino Albert Pujol.