PERICLES (461-430 aC), inicia su período de gobierno en Atenas. La capital del Ática que atravesará el período de mayor esplendor de su historia, tenderá al expansionismo. Necesitará mercados para funcionar a nivel económico. Pronto la Liga de Delos se convertirá en una simple herramienta del floreciente emporio controlado desde la Acrópolis. Casi todas las localidades de las islas del Egeo y del arco continental a su alrededor son socias o colonias de Atenas, muchas a su pesar. Los atenienses dedicarán parte de su tiempo a cultivar la filosofía y las artes, como reflejarán sus extraordinarios monumentos, entre ellos la Acrópolis.

Esparta precisa algún tiempo para recuperarse del terremoto sufrido en 464 y de la sublevación consiguiente de los mesenios, lo que brinda a Atenas la ocasión de construir (460 a 457) sin interferencia alguna, unas sólidas murallas en torno a la ciudad y el puerto del Pireo y conectar una y otra mediante un par de murallas que se extienden a lo largo de 8 km. Tras estas defensas y con su flota controlando el Mediterráneo oriental, Atenas se siente segura. También aprovecha estos años para organizar su hegemonía en el Egeo.

Atenas cae en la trampa de la excesiva confianza en sí misma y se lanza a innecesarias aventuras militares. En la fecha, se envía una numerosa fuerza a Egipto para apoyar una rebelión de este país contra Persia y esa fuerza será derrotada. También sufrirá reveses a manos de Esparta, Corinto y Tebas, que si bien no afectarán a su poderío naval, tendrán un efecto debilitador.

En el 451 aC, las fuerzas atenienses mandadas por Cimón, conquistan la mayor parte de Chipre. Pero Cimón muere por una enfermedad y Atenas propone una tregua a Persia.

En el año 448 aC se firma entre Atenas -Pericles- y Persia -Artajerjes I- la Paz de Calias que pone formalmente fin a la guerra abierta entre Persia y Atenas y sus aliados a lo largo de cinco años. En esencia La Paz de Calias no es un tratado de paz en toda regla, sino más bien, un acuerdo bilateral entre dos potencias que no ven clara la posibilidad de una victoria de uno de los dos bandos. Aunque, en esencia, es un triunfo para el bando persa. Le da un respiro a Artajerjes y se impone un estado de guerra fría, dado que las hostilidades pueden declararse en cualquier momento. Así, pues, el peligro persa mengua, pero surge otra amenaza: las tensas relaciones entre Atenas y Esparta. En efecto, Esparta se ha recobrado, y queda de manifiesto que Grecia tiene ahora dos amos: Atenas en el mar y Esparta en tierra. El enfrentamiento entre ambas será inevitable.

Se suceden multitud de enfrentamientos entre Atenas y Esparta por diversos frentes y con resultados de distinto signo, aunque en líneas generales, Atenas sale airosa de muchos de ellos. Es la época más esplendorosa del Ática. Pero el conflicto con Esparta, sin embargo, crece de manera exponencial: el estado de guerra es aprovechado por las polis para solventar viejas disputas, arrebatarse templos o librarse del yugo de las ligas. El desgaste es enorme. En 446, finalmente, Esparta y Atenas firman un tratado de paz por treinta años. Pero el conflicto no ha resuelto la cuestión de fondo. En su tratado de paz, Esparta y Atenas sencillamente, reconocen su calidad de ejes de las coaliciones respectivas: Atenas de la délica, Esparta de la peloponesia. La Hélade rueda pendiente abajo hacia una guerra devastadora.

PERICLES lleva a su apogeo la democracia ateniense. De los derechos que este régimen otorga a los ciudadanos quedan excluidos los metecos (Extranjeros residentes), las mujeres y los esclavos.

Tras las guerras contra los persas, Atenas ha quedado semidestruida. Su reconstrucción queda a cargo de PERICLES, que obtiene para ello fondos del tesoro de la Liga de Delos. Pone al escultor Fidias al frente de las obras. Los mejores artistas de la ciudad trabajan en la Acrópolis, donde se erige el emblemático Partenón.

Se produce un descontento entre los aliados de Atenas no sólo suscitado por las exacciones que ésta exige, sino también porque Atenas envía colonias de ciudadanos que se quedan con las mejores tierras de los aliados rebeldes conservando la ciudadanía ateniense, como símbolo de la autoridad expoliadora de la metrópolis. Sobre todo, Atenas no vacila en atentar contra el principio autonómico. Las instituciones mismas están a merced de la metrópolis, que favorece las democracias e impone como modelo de régimen el suyo. Entre los descontentos los hay que todavía mantienen un ejército y una flota propios. El más poderoso es Samos, que conserva un régimen oligárquico y practica una política independiente al criterio de la confederación. Se enfrenta con Atenas que consigue la victoria restableciendo la democracia.

Después de la derrota de Samos, la dominación ateniense, que con PERICLES alcanza su máxima extensión territorial, deja de ser controvertida. La mayoría de las ciudades costeras de Tracia quedan incluidas en la Liga. La fundación de Anfípolis, en la desembocadura del Estrimón, permite que las riquezas del interior, bosques y minas, transiten con seguridad. Hacia la misma época, PERICLES capitanea una expedición a la Propóntida y a las costas de Escitia, para asegurar el abastecimiento triguero de Atenas. Una participación preponderante a la fundación de la colonia panhelénica de Thurü, y las alianzas concluidas con varias ciudades de Sicilia, significan otros tantos hitos de un avance hacia Occidente.