Decidida y clarificada definitivamente su actitud con respecto a la OTAN, González se dedica hábil y eficazmente a la búsqueda de apoyo para sus tesis, y ningún sitio mejor para ello que el XXX Congreso del PSOE celebrado en diciembre de 1984. Allí defiende la permanencia en la OTAN aludiendo a argumentos tan variados como la memoria histórica del partido que en 1949 había valorado positivamente la creación del Pacto Atlántico, o la crítica al romanticismo e idealismo de la izquierda socialista por su actitud neutralista. De la misma manera, en las conclusiones del Congreso se aportan una serie de argumentos en apoyo de la permanencia. Evidentemente, esta toma de posición es apoyada por el Departamento de Estado norteamericano y los países miembros de la OTAN, que acogen estas medidas con euforia.

Sin embargo, durante el año 1985 España recibe presiones, con relación al tema de la OTAN, tanto desde los EEUU. como desde el Congreso de la Unión Europea Democristiana. Por otro lado, en España el PCE encabeza una fuerte movilización popular contra la OTAN mediante manifestaciones, declaraciones y actuaciones de las mesas por el referéndum. Estas presiones, tanto exteriores como interiores, vuelven a originar tensiones en el seno del Gobierno que desembocan en la destitución de Fernando Moran y su sustitución en la cartera de Exteriores por Fernández Ordóñez, de vocación mucho más atlantista que su predecesor. Esta medida, bien recibida por los países de la OTAN supone una consolidación de la figura de González al frente de la diplomacia española.

En abril de 1985, y acosado por las presiones externas e internas, González fija el mes de marzo de 1986 como fecha probable para la celebración del referéndum sobre la OTAN, aunque sin aclarar su carácter vinculante o consultivo. A partir de ese momento se desata una intensa precampaña que enrarece el ambiente político del país, con la multiplicación de artículos de opinión desde todos los ámbitos de la sociedad española e incluso la denuncia de maniobras para impedir la celebración del referéndum.

El día 2 de noviembre de 1985, es decir cinco meses antes del referéndum, El País publica un sondeo de Sofemasa que muestra claramente la actitud de los españoles en cuanto a la celebración del referéndum sobre la OTAN  (un 63% de los españoles desean el referéndum), y debe causar gran preocupación en el Gobierno en general y en Felipe González en particular: el 46 % de los encuestados es partidario de la salida, por sólo un 19 % de la permanencia mientras que el porcentaje de indecisos se eleva al 35 %.

A nivel personal, destaca el papel de González, que aumenta notablemente su número de apariciones en los medios de comunicación. Como muestra de su estrategia, valgan las declaraciones que realiza a El país el 17 de noviembre de 1985 y que citamos por su importancia en contraste con la postura que ha defendido hace apenas cuatro años: “Creo que los intereses de España se defienden mejor permaneciendo en la Alianza. Nuestra anterior valoración sobre la Alianza y sobre su funcionamiento no era correcta (…) En la Alianza, de verdad, están los países que tienen mayor ejercicio de la soberanía popular del mundo, mayor nivel de desarrollo económico, de democracia, de libertades y de respeto a los derechos humanos y mayor nivel de paz”. Esta chocante sinceridad del Presidente, en tanto que reconocimiento de sus errores, tendrá influencia en el cambio de opinión de gran parte de la sociedad española.

Felipe González, presidente del Gopbierno español, asegura su propósito de abandonar la OTAN -Alianza Atlántica- si el pueblo español así lo decide en referéndum.

El punto culminante en el proceso de legitimación de la adhesión de España a la OTAN tiene lugar, en la fecha, cuando se celebra el referéndum. Pero lo que propone Felipe González es continuar en la Alianza, no salirse de ella. Este es el preámbulo y la pregunta que se ofrece al electorado español: “El Gobierno considera conveniente para los intereses nacionales que España permanezca en la Alianza Atlántica y acuerda que dicha permanencia se establezca en los siguientes términos: 1º La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada. 2º Se mantendrá la prohibición de instalar almacenar o introducir armas nucleares en territorio español. 3º Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los EEUU. en España. “¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica, en los términos acordados por el Gobierno de la nación?”

La postura contraria a la permanencia en la OTAN está capitaneada por la Plataforma Cívica para la Salida de la OTAN y la Coordinadora Estatal de Organizaciones Pacifistas (CEOP). La postura de las organizaciones antiOTAN se resumen perfectamente en un manifiesto que la CEOP ha publicado como alternativa al Decálogo de González cuyos principales puntos son: 1) La presencia en la OTAN aumenta el peligro de guerra, reforzando los bloques militares. 2) Aumenta el peligro de instalación de armamento nuclear en España. 3) Restringe la capacidad de maniobra de España en asuntos internacionales, especialmente en el Tercer Mundo. 4) Favorece la industria armamentística en detrimento de otros más necesarios. 5) Incrementa los gastos militares.

La historia tiene un epílogo tan sorprendente como todo lo anterior, o más aún: la llegada de Javier SOLANA, íntimo colaborador de Felipe GONZÁLEZ, al puesto de Secretario General de la OTAN, al puesto “número 1” de una Organización que él también, claro, había combatido y demonizado, como había demonizado SOLANA la hegemonía imperial de los EEUU. y hasta les había avisado, en 1981, a propósito de las bases militares norteamericanas en España, advirtiéndoles de que “si hace falta, mandaremos a Washington un ejemplar de la Constitución, para que sepan lo que es un país soberano”.

Felipe González es investido de nuevo presidente del Gobierno español, con el apoyo de los 184 diputados socialistas.