\”La inminencia de la Europa sin fronteras de 1993 obliga a tomar decisiones inevitables sobre Gibraltar, cuyo anacronismo en el contexto europeo es cada vez más flagrante\”, manifesta el ministro de Asuntos Exteriores español, Francisco Fernández Ordóñez, al concluir una nueva ronda negociadora sobre el futuro de la colonia con su homólogo británico, Douglas Hurd.

Renueva su mandato en Gibraltar, Joe Bossano, del Partido Social Laborista.

En los últimos años se ha lanzado una campaña desde el Foreign Office (Ministerio de Exteriores) sobre periodistas, políticos y líderes de opinión españoles para convencerles de que Gibraltar no es un problema británico sino español, y que lo que debe hacer España es ganarse la confianza de los gibraltareños permitiendo un referéndum. Lamentablemente, las posturas de las principales fuerzas políticas, son la vía de la independencia, lo que España no admite. No sólo porque lo impide el Tratado de Utrecht, sino porque un Gibraltar independiente, sin recursos, puede convertirse en un centro de blanqueo de dinero y de contrabando y narcotráfico, actividades reconocidas por el Reino Unido en la Declaración Conjunta de Bruselas de 1994 que ya están arruinando las posibilidades económicas de la zona de la Línea de la Concepción y fruto de no pocas tensiones entre Madrid, Londres y Gibraltar.

España denuncia el contrabando gibraltareño ante la CE y el narcotráfico ante la ONU.

Operación Mezquita: se descubre que en Gibraltar se blanquean 30.000 millones de ptas. procedentes del narcotráfico.

La tensión que se ha alcanzado bajo el gobierno de Joe Bossano remite cuando en las elecciones de este año, en la fecha, Bossano es sustituido por el moderado Peter Caruana quien se propone restaurar la imagen y la reputación de la Roca. Sin embargo queda muy claro que Gibraltar no está dispuesto a dejarse acosar por la política reivindicativa española, ni siquiera por las presiones que vengan de Londres. En su primera etapa, Caruana adoptará medidas contra el contrabando de tabaco.

En 1997, el ministro de Exteriores, Abel Matutes, propone, para la solución del contencioso de Gibraltar, la rnisma vía que años antes había propuesto Felipe González, solución a la andorrana, pero durante un período de cincuenta años que terminaría en la recuperación de Gibraltar manteniendo sus particularidades de autogobierno y económicas. Esta salida es rechazada por los gibraltareños y, por lo tanto, por el Reino Unido, aunque oficialmente no se ha recibido de Londres ninguna respuesta. Por otra parte, Londres podría denunciar ante el Tribunal Internacional de La Haya lo desfasado del Tratado de Utrecht, pero siempre se ha negado a hacerlo, ya que puede correr riesgo su legalidad histórica por las circunstancias en que fue firmado. Las conversaciones entre España y el Reino Unido quedan de nuevo congeladas.

Conflicto pesquero surgido, en la fecha, en las aguas de la bahía de Algeciras. A la intransigencia de las autoridades gibraltareñas de admitir a los pescadores en las aguas que estiman dentro de su jurisdicción, responde España con el aumento de los controles en la frontera. Finalmente, después de muchos incidentes y de contactos de todo tipo se firma un compromiso en el que todo queda donde estaba sin ningún tipo de progreso.

Los partidos políticos gibraltareños proponen a Gran Bretaña una reforma en su Constitución de 1969 para incluir el derecho a la autodeterminación, de forma que la colonia pueda independizarse previo referéndum al respecto. El Gobierno inglés se muestra dispuesto a discutir el proyecto, pese a que choca con el Proceso de Bruselas, el diálogo abierto entre España y el Reino Unido, en 1984 y congelado en 1997.

Tanto desde la prensa como desde las instancias políticas españolas se ha apelado en numerosas ocasiones a que si Gran Bretaña devolvió Hong Kong a China, por qué no hacer lo mismo con Gibraltar. Pero todo parece indicar que como le espetó a un periodista español un alto responsable del Foreing Office ante esta propuesta: “Gibraltar será español, cuando España sea China”.