EXPANSIÓN DEL CRISTIANISMO EN JAPÓN

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FRANCISCO JAVIER, discípulo de Ignacio de Loyola, marcha a Goa


JUAN III de Portugal ha pedido a los jesuitas que vayan a evangelizar las Indias Orientales. FRANCISCO JAVIER, discípulo de Ignacio de Loyola, marcha a Goa, en la fecha.

Un junco del pirata chino Avón fondea en la bahía de Kagoshima (Japón). Desembarca Francico JAVIER.


Un junco capitaneado por el pirata chino Avón fondea en la protegida bahía de Kagoshima, en la isla de Kyushu, al sur del archipiélago japonés, con tres misteriosos jesuitas al mando del navarro Francico JAVIER. Así empieza una de la epopeyas más fascinantes de relación entre Extremo Oriente y Occidente, bajo el sello del proselitismo religioso. San Francisco JAVIER, a quien acompaña el valenciano Cosme de Torres y el cordobés Juan Fernández, junto al japonés Yajiro, al que han conocido en  Malaca, inicia una propagación del cristianismo. Propósito en el que logrará unos éxitos notables junto con sus compañeros; se habla incluso de un “siglo cristiano” de la historia japonesa. Esto sólo ha sido posible porque los numerosos príncipes provinciales se hacen constantemente la guerra y no se preocupan por los misioneros europeos. Los misioneros entran en contacto con los japoneses procurando no ofenderlos y respetando sus costumbres. Tendrán una acogida favorable.

Francisco JAVIER en 1552 marcha de Japón a China.


Francisco JAVIER en 1552 marcha de Japón a China. En menos de tres años, Francisco JAVIER y sus compañeros han logrado sumar en Japón centenares de conversiones, pero fracasarán en su intento de convencer al caudillo, “shoghun”, de Kioto, desde donde intenta gobernar un Japón dividido en dominios feudales. El impulsivo san Francisco JAVIER, que ha dejado ya huella desde Goa, en India, hasta Malaca, dejará al mando de la misión en Japón ? Cosme de Torres y partirá en dirección a China.

Protección en Japón a Francisco Javier de Oda Nobunaga que es el hombre fuerte de Japón.


La labor misionera de Francisco JAVIER y la de sus continuadores hará que el cristianismo arraigue firmemente en Japón. Contribuye a ello la protección que le dispensarán señores feudales como Oda Nobunaga, que en las décadas de 1560 y 1570 es el hombre fuerte de Japón. En las zonas del suroeste muchos señores feudales se bautizarán, por motivos espirituales y por el enorme interés que despierta en ellos el comercio con los españoles y los portugueses.

En 1583 existen en Japón 200 iglesias y 150.000 cristianos repartidos por todo el archipiélago japonés


En 1583 existen en Japón 200 iglesias y 150.000 cristianos repartidos por todo el archipiélago japonés. Para entender por qué el cristianismo se ha extendido de forma tan rápida y profunda en Japón hay que tener en cuenta la crisis que vivió la sociedad japonesa en los siglos XV y XVI, un período de continuas guerras que afectaron duramente tanto al campo como a las ciudades. En las calles se hacinaban vagabundos, mendigos y huérfanos, y en la capital, Kioto, había tantos cadáveres que eran arrojados a los ríos desde los puentes. Ante esta calamitosa situación, muchos, desesperados, perdieron la fe en la religión predominante en el pueblo hasta entonces: el budismo, que parecía incapaz de proporcionar esperanza alguna en este ambiente de crisis aguda. El cristianismo apareció entonces como una alternativa que colmaba los anhelos de salvación de muchos japoneses. La nueva religión se les presentaba como un pensamiento que aspiraba a la liberación del individuo, exponiendo la igualdad de todos los hombres ante Dios. Esta revelación atraía a un pueblo japonés oprimido por las convenciones feudales. Asimismo, la labor social y las acciones de caridad desarrolladas por los clérigos cristianos conmovieron a muchos y los incitaron a convertirse.

El auge cristiano en Japón queda truncado cuando Toyotomi Hideyoshi promulga una ordenanza.


El auge cristiano en Japón queda truncado en 1587, cuando Toyotomi Hideyoshi -que cinco años antes ha conquistado el poder tras derrotar a Nobunaga- promulga, de forma inesperada, una «ordenanza para el destierro de los padres cristianos de tierras japonesas». Hideyoshi teme que la fraternidad y los lazos de unión entre los cristianos japoneses se erijan en un obstáculo para la consolidación de su poder. El primer artículo de dicha ordenanza comienza así: «El Japón es un país divino. Por lo tanto, es absurdo que los padres cristianos vengan a este país para predicar enseñanzas heréticas». Se refiere con ello a que, según el penamiento sintoista, Japón fue creado por dioses que eran antepasados de los emperadores, idea que no puede ser cuestionada; en cambio, los cristianos postulan que existe un único dios. Además, en esta misma época, un señor feudal, Omura Sumitada, dona la ciudad de Nagasaki a los jesuitas sin consultar previamente a Hideyoshi.

Toyotomi Hideyoshi, que ostenta el poder en el Japón, vuelve a mostrar cierta benevolencia hacia los cristianos.


Tras la publicación de la ordenanza de destierro de los padres cristianos de tierras japonesas, Toyotomi Hideyoshi, que ostenta el poder en el Japón, vuelve a mostrar cierta benevolencia hacia los cristianos, seguramente motivado por su interés en proseguir los intercambios comerciales con españoles y portugueses. Pero poco después, un incidente provoca la cólera del gobernador. El 27 de agosto de 1596, el galeón San Felipe, que navegaba de Manila a Acapulco, se ve sorprendido por una tormenta y busca refugio en la playa de Urado, en la isla de Shikoku, al suroeste del país. El capitán del navío, Matías de Landecho, envía un delegado a Hideyoshi para pedir protección. Uno de los servidores de Hideyoshi, Masuda Nagamori, acude a investigar la situación del galeón; mientras interroga al capitán del navío, éste, al parecer, le habla de un plan para conquistar Japón a través de la evangelización. Cuando Hideyoshi se entera de ello, monta en cólera y manda ejecutar a todos los religiosos que viajan a bordo del San Felipe. A continuación, Toyotomi Hideyoshi dirige su ira contra los franciscanos que predican públicamente en el archipiélago al margen de la ordenanza de expulsión. En total son apresados seis franciscanos y veinte cristianos japoneses que son enviados a Nagasaki para su ejecución.

Los cristianos japoneses afrontan la dura prueba del martirio influidos por el espíritu de las reglas de caballería japonesa.


Los cristianos japoneses afrontan la dura prueba del martirio seguramente influidos por el espíritu de las reglas de caballería japonesa, el llamado bushido, que se ha fraguado desde el siglo XII. De hecho, la evangelización de Japón llevada a cabo por los religiosos europeos coincide en el tiempo con el perfeccionamiento de este código caballeresco, que impregna poderosamente todas las facetas de la vida de los japoneses, inmersos en un sistema feudal. El bushido tiene como principio la fidelidad de los vasallos a sus señores, que puede llegar hasta el suicidio ritual, o seppuku; del mismo modo, los cristianos asumen el martirio como una prueba de fidelidad a la palabra dada a Jesucristo, al que han declarado vasallaje y sumisión en el momento del bautismo.

Todos los detenidos el pasado mes de agosto por los soldados de Toyotomi Hideyoshi, son crucificados y alanceados hasta la muerte.


El día 5 de febrero de 1597, en la ciudad de Nishizaka, en la provincia de Nagasaki, todos los detenidos el pasado mes de agosto por los soldados de Toyotomi Hideyoshi, son crucificados y alanceados hasta la muerte ante una multitud de cuatro mil personas. Entre los católicos japoneses ejecutados figuran gentes de muy diversa extracción social, como Miguel Kozaki, fabricante de arcos y flechas, y Cosme Takeya, forjador de espadas; Pablo Miki, miembro de una rica familia de Kioto, que fue educado por los jesuitas y se convirtió en catequista; León Karasumaru, un antiguo bonzo (monje budista) convertido por los jesuitas y que apoyó activamente la actuación de los msioneros franciscanos; o Pablo Ibaraki, un antiguo samurái. También los había de todas las edades, incluso niños, como Luis Ibaraki, de once años, sobrino de Pablo. La noticia de la muerte de los “Veintiséis Mártires de Nagasaki” -como se conocerá más tarde el episodio- llega a todos los rincones del orbe cristiano. Las medidas represivas de Hideyoshi no cogen a los cristianos japoneses por sorpresa ya que desde hace unos años los misioneros han comenzado a explicar el significado del martirio y preparaban espiritualmente a los cristianos nativos para ese momento de máxima prueba de fe.

El hombre fuerte del Japón, el primer ministro Tokugawa Leyasu, publica una nueva ordenanza de expulsión contra los sacerdotes católicos.


Pese al episodio de 1597, en los años siguientes las autoridades japonesas muestran cierta tolerancia hacia los cristianos, circunstancia que tiene mucho que ver con las relaciones comerciales que Japón mantiene con España y Portugal. Esta situación se prolonga hasta 1614, año en que el hombre fuerte del país, el shogun o primer ministro Tokugawa Ieyasu, publica una nueva ordenanza de expulsión contra los sacerdotes católicos. Se desencadena entonces una campaña de persecución total contra los cristianos japoneses que sufren crueles tormentos si se mantienen fieles al cristianismo. Se ha contabilizado un total de 950 mártires desde 1614 hasta 1637.