En el año 1838 el general carlista Ramón CABRERA, tortosino, conquista Morella convirtiéndola en base de sus operaciones militares y en emblema y símbolo de su combate contra los liberales de ISABEL II.

El político moderado Lluis Mayans, propietario de grandes extensiones de viñedos, partidario de una política librecambista, que controla el distrito electoral de Onteniente, y es ministro de Gracia y justicia en Los gobiernos de González Bravo y de Narváez, preside el Congreso de los Diputados en 1851.

José Campo, al principio protegido de Mayans, se convierte en uno de los financieros con vinculaciones políticas que adquirirá gran influencia en el panorama político valenciano y español. Alcalde de Valencia, promueve las grandes transformaciones de la ciudad haciendo pingües negocios con el alumbrado, la conducción de aguas, el adoquinado de las calles y la urbanización de nuevos barrios. Igualmente obtiene beneficios en sus negocios con Cuba y sus inversiones en los nacientes ferrocarriles. En la década de 1851 comenzará a construirse el ferrocarril que unirá Valencia y su puerto con las comarcas agrarias del interior, para enlazar con el que sigue hasta Madrid. Una década después se realizará la conexión con Catalunya. Este ferrocarril será uno de los pocos construidos en España con financiación autóctona. La línea de Madrid a Alicante se sostendrá, en esos mismos años, con una sociedad controlada por la banca Rothschild.

En Valencia, mientras las capas burguesas presionan para adquirir tierras, el régimen señorial mantiene fuera del mercado la mayor parte del suelo, vinculado a patrimonios nobiliarios o en manos muertas (Iglesia y municipios). Deben conformarse con adquirir el usufructo de la tierra desplazando al campesino que, sin embargo, continúa como productor directo en peores condiciones, o utilizando procedimientos irregulares para usurpar bienes comunales. El posterior acceso a la propiedad de arrendatarios y colonos, la subdivisión de las heredades y la estabilidad de la estructura previa conducirá al afianzamiento del minifundismo en muchas comarcas de regadíos, y con una superficie ocupada similar a la propiedad de mayores dimensiones. Los bienes desamortizados generarán una burguesía agraria que hará del arroz, el vino o las hortalizas la base de una economía exportadora.

En el siglo XIX la industria sedera en Valencia entra en crisis por la competencia de Lyon, mas tecnificada y productiva. Por otra parte, si el cáñamo, la barrilla o la seda entran en declive, la vid y los naranjos inician su expansión, pero también la almendra, el olivo o el arroz. Ningún cultivo ocupa más del 25% de la superficie cultivada en 1860, ni más del 22% en 1922. La especialización del naranjo, que ha sido señalada como símbolo, es muy relativa, aunque desde mediados del siglo XIX se exportan naranjas a Inglaterra, su principal mercado, y en la década de 1870 se extenderá su cultivo desde La Plana hasta el Ebro por el norte y a las restantes comarcas litorales hasta La Safor por el sur.

La presión ejercida por el marqués de Campo, que adquiere título de nobleza, es rotunda y como es normal en una época en que los intereses políticos y económicos se confunden. En 1864, funda la Sociedad de Crédito y participa en la fundación de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia, así como el Banco Peninsular de Ultramar y obtuvo la Concesión de las comunicaciones de México con Cuba y Puerto Rico. Construyó una trama de personajes que dirigían sus negocios y las relaciones políticas, como el abogado Cirilo Amorós o Navarro Reverter, que sería ministro de Hacienda. Creó, además, una flota que controlaba las comunicaciones con Filipinas y Marruecos.

El marqués de Campo ha creado el diario La Opinión para influir políticamente y defender sus intereses económicos. Para dirigirlo ha colocado a uno de los hombres que serán símbolo de la raquítica Renaixença Valenciana, Teodoro Llorente, que después, en 1866, lo transforma en el diario Las Provincias. El primer número de Las Provincias -que aparece en la fecha- contiene el ideario fundacional de la nueva publicación.

En octubre de 1869 la milicia valenciana desobedece la orden de entregar las armas y se hace dueña de la capital frente al ejército que, tras recurrir al bombardeo de la urbe, consigue su rendición.

El Cantón de Valencia, proclamado el 19 de julio de 1873, no tiene el carácter revolucionario que alcanza en otras zonas de España, pero el gobierno de Madrid decide ahogar la rebelión con las armas, enviando tropas al mando del general Martínez Campos, nombrado capitán general de la plaza. El Cantón de Valencia capitula ante el general Martínez Campos. La cuestión social, sin embargo, ha comenzado a cambiar de signo y se desplaza a las relaciones industriales. Los pequeños y medianos propietarios y sus estructuras jurídicas, basadas en los arriendos, la aparcería y la enfiteusis, desarrollarán movimientos de solidaridad y desencadenarán graves conflictos en 1873 y 1878.

Sevilla, Cádiz, Valencia, Almansa y Torrevieja, se proclaman cantones independientes el 19 de julio.