LUIS XVI (Rey de Francia) (1774-1792)

Total de piezas: 127

Pero el optimismo es precipitado. Millares de soldados se concentran alrededor de París.


Pero el optimismo es precipitado. La Corte no quiere rendirse tan fácilmente, por lo que los cortesanos y militares más adictos al «ancien régime», vuelven a captar la voluntad del Rey. Por otra parte, durante los primeros días de julio se concentran millares de soldados alrededor de París, al mando del barón de Besenval, que ha recibido la consigna -emanada desde Versalles- de «tener a raya a la fuerza, con la fuerza…». Casi todos estos soldados son extranjeros, principalmente alemanes, suizos, croatas, etc. No es cosa de extrañar, en aquellos tiempos, la abundancia de mercenarios, pero el pueblo francés los contempla con mirada hosca.

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La Asamblea se define con el nombre de Asamblea Nacional Constituyente. El rey tiene que ceder.


La Asamblea, compuesta por los diputados de los tres órdenes, presidida por el arzobispo de Vienne, Le Franc de Pompignan, toma una decisión capital: se define con el nombre de Asamblea Nacional Constituyente. El alcance de esta votación es considerable porque la asamblea se atribuye un poder que la hace superior al monarca: el de redactar una constitución llamada a regular precisamente la organización de los poderes. El rey tiene que ceder de nuevo y aceptar los acuerdos adoptados por la nueva Asamblea. El antiguo régimen político ha muerto.

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Los poderosos pretenden mantener a toda costa la actividad económica. Desean controlar el poder político.


Los malos resultados de la cosecha de 1788 contribuyen a agravar las tensiones. Los precios de las subsistencias no han cesado de aumentar desde 1715, alcanzando un nivel record en las ciudades hacia mediados de julio de 1789. Las masas campesinas no productoras y los habitantes de las ciudades soportan difícilmente esta alza que disminuye su poder adquisitivo y les reduce a la penuria. Por otra parte, los que se han aprovechado del crecimiento en años anteriores -comerciantes, armadores, manufactureros, terratenientes y burgueses «con carrera»- pretenden mantener a toda costa la actividad económica y, para conseguirlo, desean controlar el poder político.

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Los elementos más conservadores de la Corte logran la «dimisión» del Inspector General de Finanzas NECKER.


En día once de julio, los elementos más conservadores de la Corte logran forzar la «dimisión» del Inspector General de Finanzas NECKER, que cuenta con la confianza de la Asamblea y al que se atribuyen, acaso sin demasiado fundamento, ciertos proyectos de reforma fiscal.

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El desconcierto general se acrecenta en París por la falta de aprovisionamiento.


El desconcierto general se acrecenta en París por la falta de aprovisionamiento. La estúpida e imprudente frase de MARÍA ANTONIETA: «Si no tienen pan, que coman bollos», pasaba de boca en boca, y crecía, en tonos malignos, como una bola de nieve. Las concentraciones de tropas consiguen inesperadamente que se realice una unidad entre las masas populares y la burguesía ya que cunde el temor de que para someter a los parisinos se les corte el suministro de trigo, y el estacionamiento de tropas en las rutas de los transportes de trigo acredita esta interpretación. De esta manera se encuentran relacionadas reivindicaciones económicas y políticas entre los parisinos y, en consecuencia, éstos se disponen a responder.

La noticia de la caída de NECKER llega a París durante las primeras horas de este cálido día.


La noticia de la caída de NECKER llega a París durante las primeras horas del cálido doce de julio de 1789, y sienta muy mal a las muchedumbres, cada vez más inquietas y enfebrecidas ante el creciente número de patrullas militares que desfilan por la vía pública. Gran parte del pueblo de París interpreta el cese de NECKER como un auto-golpe de la realeza, y se lanza a la calle en abierta rebelión. Algunos de los militares se mantienen neutrales, pero otros se unen al pueblo.

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En París una manifestación de gente impone por la fuerza en el Ayuntamiento un nuevo consejo municipal.


En París, la asamblea que ha iniciado la revolución no dispone de ninguna fuerza armada frente a las tropas reales, se encuentra a la merced de un golpe de fuerza militar. El hecho de que el rey de órdenes al ejército para que se dirija a París, hace que los «patriotas» se sientan amenazados y, por primera vez en el proceso revolucionario, hacen intervenir a las masas populares de París, inquietas por la presencia de las tropas reales. En efecto, Camille Desmoulins, abogado, periodista y famoso orador, arenga a las masas en el Palais Royal: «¡A las armas!». Estallan, de inmediato, diversos tumultos que se descontrolan totalmente, las tiendas de los armeros son saqueadas, y, en la fecha, una manifestación de gente armada se dirige al Ayuntamiento donde impone por la fuerza un nuevo consejo municipal. La Revolución está en marcha.?

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Un grupo bastante numeroso y muy vociferante asalta el Hôtel des Invalides, en busca de armamento.


Un grupo bastante numeroso y muy vociferante asalta el Hôtel des Invalides, en busca de armamento. Se hacen con muchas picas y sables, unos veintiocho mil fusiles y cinco cañones. El pueblo está ya armado. De pronto, algunos grupos dirigidos por desertores de las Guardias francesas, que buscan pólvora para tanta boca de fuego, se enteran de que las municiones y los barriles de pólvora, han sido trasladados, unos días antes, a la fortaleza de la Bastilla, que el barón de Besenval considera más segura. Y la multitud, de pronto, lanza el grito que resonará en toda Europa, y que sigue vibrando en la Historia del mundo: «¡A la Bastilla!».

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El gobernador de la Bastilla, De Launay, acaba con su cabeza adornando el extremo de una larga pica.


El gobernador de la Bastilla, De Launay, ha tomado ya sus precauciones defensivas, cuando las turbas se presentan delante de sus muros, aquel día catorce de julio. Pronto hubo en la gran explanada unos mil hombres, encabezados por el procurador de la ciudad, Esteban de Corey. La guarnición de la fortaleza era muy escasa; se reducía a unos ochenta y tantos inválidos del ejército real, reforzados por treinta y dos suizos. El ataque se acaba con la Bastilla tomada por el pueblo y con la cabeza de De Launay, adornando el extremo de una larga pica, paseada por las calles de París. El rey LUIS XVI se pasa aquel histórico catorce de julio de 1789 cazando como un bendito.

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Se comunican al rey las sangrientas noticias. «¿Es una revuelta?» -pregunta- «No Sire es una revolución».


Hasta esta mañana, no se le puede comunicar al rey las sangrientas noticias de la Bastilla. «¿Es una revuelta?» -pregunta el rey. «No Sire -contesta con frialdad su secretario-, es una revolución». El rey, aquella misma mañana, anuncia ante la asamblea que ha dado orden de retirar las tropas de París y que ha llamado de nuevo al ministro depuesto NECKER. La Corte renuncia a defenderse. Muchos aristócratas temiéndose lo peor, huyen al destierro. Se ha escrito que «Jamás un régimen político se ha suicidado tan rápidamente». La Asamblea Nacional acuerda demoler la Bastilla y erigir sobre su solar una columna con la inscripción: «A Louis XVI, restaurateur de la liberté publique». Es obvio decir que tal monumento no llegará a levantarse.

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