Las primeras civilizaciones prehistóricas americanas surgirán en dos áreas: Mesoamérica y los Andes centrales.

El arte paleolítico es la expresión artística del hombre del Paleolítico Superior. Así, surgen las primeras manifestaciones artísticas del hombre en la Península Ibérica. Hay que distinguir entre arte rupestre o parietal, es decir, el realizado en las paredes y techos de las cuevas y abrigos donde habita el hombre, y el arte mueble o mobiliar, realizado sobre piedra o hueso y de fácil transporte. El estilo del arte parietal y mobiliar es naturalista, de modo que se puede reconocer lo representado. Los colores utilizados son el ocre rojizo y el negro, resultantes de los materiales empleados como pinturas: magnesio, óxido de hierro, tierras, carbón que mezclaban con grasas de animales. El dibujo es firme y el trazo nítido. Las figuras suelen estar de perfil. A veces, además de dar colorido, el hombre rasca la roca produciendo grabados y bajorrelieves.

Geográficamente, el arte paleolítico se encuentra en la región cantábrica, desde donde se extiende por la región mediterránea desde Catalunya hasta Andalucía. En el Centro hay cuevas en Guadalajara, Burgos, Madrid y más al oeste, en Cáceres y el Alentejo, en Portugal. Precisamente será en España donde, en 1879, se descubrirán las primeras muestras del arte rupestre paleolítico, en la cueva de Altamira, luego llamada la capilla sixtina del arte paleolítico. La gran sala con ciento veinticinco figuras, entre las que destacan los bisontes, un caballo y una cierva, ocupa un lugar de privilegio. Junto a éstos se encuentran gran cantidad de grabados. Otras cuevas cantábricas son las notables de Santimamiñe, El Castillo o Tito Bustillo.

Los restos arqueológicos encontrados en el Tíbet sitúan a sus primeros moradores en el año 10.000 aC. Pero debido al carácter nómada de las tribus tibetanas, no será hasta el 2.300 aC, aproximadamente, cuando el Tíbet empieza a tener una presencia clara en la historia. Para cubrir este período los tibetano recurren a la mitología y, en algunos viejos textos, se narra que los primeros moradores del Tíbet fueron un mono y una diablesa. Sus descendientes, mitad mono y mitad diablo, tras numerosísimas reencarnaciones cobraron su actual forma humana. Sus maestros, divinidades procedentes de siete reinos celestiales, les enseñaron a comprender el Universo a la vez que les enseñaron a dominar la naturaleza. Así, les enseñaron la agricultura, el dominio del fuego, el arte de la medicina, la herrería o las sutilezas del gobierno y de la política. Los arqueólogos, por su parte, aseguran que la población tibetana emigró a la región desde el valle de Huang He y desde las regiones de Asia Central habitadas por grupos nómadas túrquicos

Los primeros restos de asentamientos humanos permanentes (homo sapiens sapiens) en Polonia datan de la época del mesolítico (8000-5000 aC) En ese período los pobladores que han llegado a las tierras polacas desde el entorno de las culturas del Danubio comienzan a establecer sus asentamientos.

La agricultura y la ganadería se extienden por las riberas de los grandes ríos: Tigris, Éufrates, también del Nilo, y empiezan a fundarse Ciudades-Estado a lo largo del curso de los mismos. A partir de este primer foco la cultura del Neolítico se difundió hacia Occidente. (En latín, al habitante de la ciudad se le llama «civis». El adjetivo derivado de este sustantivo es «civilis», del que deriva, a su vez, «civilización». Es decir, que la civilización es el género de vida propio de una sociedad que ha avanzado hasta el punto de construir ciudades. Pero deben construirse acequias para el regadío, construir diques, etc)

Los primeros habitantes del Tirol viven por lo menos temporalmente en las alturas de las montañas, esto lo demostrará un descubrimiento sensacional efectuado en 1991 en los hielos de un glaciar del Valle de Ötz (Ötztal): «el Hombre del Hielo» (los tiroleses le llaman también cariñosamente Ötzi), un cuerpo humano momificado de unos 5.200 años, probablemente un pastor.

En esta época, la desertización había convertido el Sáhara en una barrera casi infranqueable y la única ruta terrestre fácilmente transitable entre Egipto y el África tropical se extendía a lo largo del estrecho valle del Nilo Medio, a través de Nubia. Los primeros pobladores del valle del Nilo cultivaban trigo y cebada y se dedicaban también a la cría de ovejas y cabras. A lo largo de los dos milenios siguiente, se fue gestando la formación de un Estado egipcio unificado.

El reloj de sol, que se remonta al 3500 aC. fue el primer artefacto utilizado por el hombre para medir el tiempo. Aparecido por primera vez en el Próximo Oriente, consta de una vara llamada gnomon que proyecta una sombra que se va moviendo con el sol y señala, por tanto, la hora del día. Los pueblos de la antigüedad también utilizaron el reloj de agua, conocido por el nombre de clepsidra y el reloj de arena.

El pueblo bereber habita en el norte de África (Berbería) desde tiempo inmemorial. Las primeras referencias datan del 3000 aC. y aparecerán con frecuencia en antiguos documentos egipcios, griegos y romanos. A lo largo de los siglos, los bereberes se mezclarán con numerosos grupos étnicos, sobre todo árabes (por ello, actualmente se les distingue más por los rasgos lingüísticos que por los raciales). La lengua bereber es una rama de la familia lingüística afroasiática y comprende unos 300 dialectos estrechamente emparentados. Se trata principalmente de una lengua hablada; su forma escrita apenas se conoce y rara vez se utiliza.