Los francos ripuarios reconocen a CLODOVEO I, en la fecha, como rey de todos los pueblos francos estableciéndose en París la capital de los francos. Es tal el poder del reino franco, ahora y en los siglos que seguirán, que la Galia será la única provincia occidental que perderá su nombre. Dejará, pues, de ser la Galia para convertirse en «Francia» la tierra de los francos (que es precisamente como se llama en alemán: «Frankreich», reino de los francos). CLODOVEO I fomentará el posterior desarrollo del sistema feudal al crear el cargo de conde, establecer la herencia real, confirmar las competencias reales en el nombramiento de los obispos y su derecho sobre las propiedades de la Iglesia o imponer las normas del derecho sálico. De esta manera las bases del feudalismo se plantean ya en pleno siglo VI al igual que harán los visigodos.
FEUDALISMO Y SEÑORÍOS
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En la segunda mitad del siglo VII, se produce en toda Hispania un fenómeno de despoblación.
En la segunda mitad del siglo VII, se produce en toda Hispania un fenómeno de despoblación. La población de la Península Ibérica, se estima en unos tres millones y medio de habitantes. En cada territorio hay un juez que administra justicia, y allí donde no llega la justicia del Estado lo hace la de los grandes terratenientes que en el medio rural actúan como los verdaderos señores, con pleno dominio sobre los campesinos. A este fenómeno social se le llama «proceso de feudalización».
La tierra que el señor otorgará al vasallo en concepto de feudo, recibirá el nombre de señorío.
A partir del siglo VIII, los diversos monarcas europeos no logran contener la llegada de nuevos invasores. Para conseguir el apoyo que necesitan, los reyes otorgan a los señores locales una serie de privilegios a cambio de prestaciones políticas y militares. El señorío es una institución propia de la Edad Media y la Edad Moderna en Hispania, en cierto modo similar al feudo del Imperio carolingio. Surge en los reinos cristianos del norte peninsular y se extenderá con la Reconquista al resto del territorio. Se trata de una donación hereditaria de tierras y vasallos, dada por monarcas a nobles o clérigos como pago por servicios prestados o recompensa a méritos adquiridos. La máxima autoridad del lugar estará en manos del señor, a un tiempo jefe político y militar, legislador, juez y recaudador de impuestos. Los campesinos, por su parte, deberán obedecerle, prestrale su ayuda en tiempo de guerra y no ocasionarle pérdidas económicas. El señor se compromete a cambio a protegerlos, a dotarlos de parcelas que cultivar y a solucionar sus disputas.
Los labriegos deben entregar a sus señores una parte de las cosechas.
Los labriegos deben entregar a sus señores una parte de las cosechas y suministrarles con regularidad carne, queso, leche, huevos y hortalizas. Están obligados a preparar caminos, construir puentes y ayudar en la edificación de fortalezas y castillos. Los propios campesinos viven en casas o chozas sencillas hechas de madera, ramas y barro. La vivienda y la cuadra están separadas, pero en la mayoría de los casos se hallan bajo un mismo techo. Los principales alimentos son sopas, purés, queso y pan. La vida de los niños no se diferencia apenas de la de los adultos. No hay una infancia en el sentido actual de la palabra. Los niños tienen que encargarse desde pequeños de las tareas de la casa y la cuadra. Se casan muy pronto: ellas con 13 años, ellos con18. Los matrimonios tienen un promedio de seis a ocho hijos, de los que raras veces sobreviven más de dos. Las mujeres mueren con frecuencia al dar a luz e, incluso cuando no es así, la mayoría no llega a la vejez a causa de las enfermedades. La gran mayoría de la gente lleva, pues, una existencia penosa en medio de la pobreza y la incertidumbre. La situación no cambiará nada en varios siglos.
El emperador necesita ayuda para salvaguardar y administrar el imperio.
El emperador necesita ayuda para salvaguardar y administrar el imperio. Por tanto, busca seguidores fieles, los que serán llamados «vasallos», y les recompensa sus servicios. La recompensa no consiste en dinero sino, por ejemplo, en fincas, incluidos los campesinos que viven en ellas. Las tierras, sin embargo, no son objeto de donación sino de cesión. Estas fincas se denominan «feudos»; los vasallos son feudatarios del emperador. Como en la Alta Edad Media se piensa aún que todo el país pertenece al emperador, éste puede conceder feudos generosos. Muchos son tan gigantescos que los feudatarios pueden ceder a otros vasallos subordinados pequeños feudos segregados del principal. Y esos vasallos secundarios pueden tener, a su vez, nuevos vasallos.
Con el tiempo se constituye un ordenamiento de vasallaje que establece de manera exacta quién debe ser el señor feudal de otras personas.
Con el tiempo se constituye un ordenamiento de vasallaje que establece de manera exacta quién debe ser el señor feudal de otras personas y cuáles son los deberes y derechos del señor feudal y su vasallo. Ambos se prestan mutuamente un juramento de lealtad: «Tus enemigos son mis enemigos; tus amigos son mis amigos. Te seré siempre fiel y estaré presente cuando me necesites». En origen, el feudo va ligado a la persona del vasallo, y al morir éste retorna al señor feudal. Pero en el reino franco oriental se va introduciendo poco a poco la costumbre de transmitir el feudo al primogénito; esta costumbre es reconocida en algún momento y se convierte así en derecho vigente. De ese modo, los feudos pasan a ser hereditarios y se sustraen a la potestad de disposición del emperador, lo cual conduce a la larga a su debilitamiento y al fortalecimiento de los principales señores seculares y eclesiásticos del imperio. Ésta es una de las causas de que, en el Imperio Germánico, los príncipes territoriales sean siempre muy poderosos y logren impedir durante largo tiempo la evolución hacia un Estado con una fuerte autoridad central.
El ordenamiento medieval se basa en extensas zonas de Europa en el principio feudal.
El ordenamiento medieval se basa en extensas zonas de Europa en el principio feudal y se parece a una pirámide con distintos pisos o «estamentos». El emperador ocupa una posición dominante sobre todos ellos. Por debajo de él se hallan los príncipes del imperio, seculares y eclesiásticos, que han recibido su feudo directamente del emperador y constituyen, junto con los demás nobles, obispos y abades, el primer estamento. A continuación vienen los caballeros, los funcionarios, los burgueses prósperos y los artesanos. Y abajo del todo se hallan los collazos y los siervos. Los «collazos» están adscritos a la tierra que trabajan. No pueden abandonarla, pero al señor feudal no le está tampoco permitido expulsarlos de la finca o venderlos, pues no son propiedad suya. La situación de los «siervos» es distinta, pues no se les considera personas sino esclavos y objetos y no se les trata mejor que al ganado. Según un refrán aleman utilizado despectivamente por los estamentos superiores, «el labriego y su toro son dos animales toscos». Sin embargo, todos ellos viven en definitiva del trabajo de los campesinos -y la mayoría nada mal-.
La larga costa del Imperio franco queda abierta ante los vikingos. En 845, remontan el Elba y el Sena.
La larga costa del Imperio franco queda abierta ante los vikingos. En 845, una flotilla remonta el Elba hasta Hamburgo y la destruye. Otra flotilla remonta el Sena y pone sitio a París. Algunos barcos vikingos se aventuran incluso en el Mediterráneo. Las incursiones vikingas empeoran la desorganización del Imperio franco, que se hunde rápidamente bajo el peso de sus guerras internas. Los gobiernos centrales se hallan indefensos para detener las incursiones, y la nobleza local, más fuerte, ha de asumir el deber de expulsar a los vikingos y de soportar los asedios. Como resultado de ello, el pueblo se vuelve cada vez más hacia los magnates locales en busca de seguridad y protección, y éstos se acostumbran a prescindir de un rey o emperador distante que no les presta auxilio. Esta situación, entre otras, contribuye a desarrollar el feudalismo en Europa occidental, y las tierras que Carlomagno ha dominado con tanta fuerza se convierten en el confuso escenario donde unos nobles turbulentos luchan interminablemente entre ellos, cuando no se dedican a hacer objeto de saqueos y brutalidades a los campesinos.
Origen de los señoríos: cuando se rehusa la obediencia del rey y se establece un poder autónomo.
¿Habían roto ya los señores feudales su relación con la soberanía real?. El estudio metódico de los que rodean al rey durante los últimos carolingios y los primeros capetos (siglos IX y X) demuestra que no es así. Está demostrado, por ejemplo, que a finales del siglo X, el conde de Tolosa, el del Rosellón, el de Barcelona, se comunican con el rey a través de embajadores. El verdadero cambio feudal no tiene lugar hasta el último tercio del siglo X, cuando vicarios (vegueres), ricos propietarios rurales, notables de las ciudades o guardianes de las grandes fortalezas, rehusan la obediencia y establecen a su vez un poder prácticamenre autónomo. Es el origen de los «señoríos».
Se consolida un sistema de vida que se conocerá por feudalismo.
El proceso de romanización a lo largo de la Alta Edad Media, culminará hacia el año 1000. En adelante se consolidará un sistema de vida que, con facetas sociales, políticas y económicas, definirá y regulará el resto de la época medieval. El nombre de este régimen: el feudalismo. En este período de esplendor, que se prolongará hasta el siglo XIII, casi no habrá ninguna región europea ajena a este modo de organización. De sus inicios entre los ríos Loira y Rin se ira extendiendo a Borgoña, Provenza, Aquitania, norte de Italia, Alemania y Catalunya. Los normandos lo implantarán en Sicilia, la Italia meridional y luego en Inglaterra, donde el sistema adquirirá rasgos propios.