En Tíbet, todo parece indicar que los tibetanos están divididos. Los jóvenes por no haber conocido otra cosa, por tener escasos puntos de referencia en los que basarse y aquellos que más se han beneficiado de la reforma china han olvidado los ideales independentistas. Por otro lado los que han conservado más vivamente sus creencias religiosas y aquellos que prefirieron el exilio mantienen vivos sus recuerdos, y sueñan con el regreso al pasado.

El Tíbet es, con Taiwán, uno de los principales problemas internacionales del gigante asiático. Los EEUU. podrían jugar esta carta en su pulso con China, si esta cuestionase su hegemonía global, pues la independencia del Tíbet constituiría una seria humillación para Pekín. El Tíbet es un inmenso portaaviones desde el que se puede controlar Asia. Asimismo, guarda enormes recursos naturales, muchos aún no descubiertos (o tal vez ocultados), como oro, cobre, litio, cromo, antimonio y quizá uranio. A ello hay que añadir sus inmensos bosques orientales y su escasa población, una solución para la superpoblada China si no fuera por su altitud y la dureza del clima.

El régimen comunista ha ignorado repetidamente las peticiones de negociación del Dalai Lama. Éste ha ido reduciendo sus demandas hasta elaborar un plan que se resume en la transformación de Tíbet en una zona de paz desnuclearizada, el abandono de la campaña de transferencia de población china (se crere que los tibetanos ya son minoría) y la concesión de una autonomía plena, en la que China asuma las competencias de Asuntos Exteriores y Defensa y deje el resto en manos del gobierno tibetano. En varias ocasiones, el Dalai Lama ha manifestado que desea terminar su vida retirado en las montañas, meditando como cualquier otro monje, y que no morirá sin haber vuelto antes a Tíbet.

El gobierno de China no ha modificado en los últimos años su posición en el conflicto: el Dalai Lama debe reconocer de forma inequívoca que el Tíbet forma parte de un Estado chino pluriétnico. Sólo en ese caso podría retornar al Tíbet y recuperar los cargos y condiciones políticas y religiosas que tenía en 1959.

En vista de la situación geopolítica mundial y de la evolución interna de China, los deseos de Tenzin Gyatso suenan a cuadratura del círculo, a proclamas más pensadas para mantener la moral de su pueblo que a un análisis de la realidad. Pero el XIV Dalai Lama a diferencia de su predecesor, quien nunca vino al occidente, continúa con sus viajes a lo largo del mundo, hablando en forma elocuente en favor de una comprensión ecuménica, de la bondad y la compasión, del respeto al medio ambiente, y por encima de todo, acerca de la paz mundial. Cuando se tiene la oportunidad de entrevistarlo en persona, sentado en la sala de audiencias de su residencia en el exilio, sorprende la firmeza de sus convicciones, su apuesta decidida a no derramar ni una gota de sangre, su repudio de toda violencia, su empecinamiento en que Beijing acabará sentándose a negociar.

Los EEUU. hasta 1972 han apoyado la independencia del Tíbet y prestado ayuda militar y financiera a la guerrilla tibetana. Ese año, tras una entrevista entre Nixon y Mao, se suspende la ayuda, y la Administración de Jimmy Carter (1977-1981) reconoce la soberanía china sobre el Tíbet. Sin embargo, EEUU. es aún el principal valedor del gobierno tibetano exiliado.

India firma un acuerdo con China por el que reconoce a Tíbet como una provincia china, pero mantiene el estatuto de refugiado del Dalai Lama y su Gobierno en el exilio.

El Dalai Lama que en 1959 huyó a la India, sigue hoy con su \»gobierno en el exilio\», instalado en la ciudad de Dharamsala. Como Dalai Lama, este hombre, afable, cultivado e inteligente, que sabe ganarse a sus interlocutores, es el líder religioso de parte de los budistas tibetanos y, teóricamente, es adorado como reencarnación viviente de una de las variantes de Buda. Hoy, cuando goza de gran simpatía en Occidente y ha logrado que importantes iconos mediáticos se declaren seguidores del budismo -actores, escritores, políticos-, insiste en que su aspiración de poder es solo espiritual y no política.

Hay aproximadamente 131.000 tibetanos exiliados. (100 mil en la India, 25.000 en Nepal, 2.000 en Bhutan, 2.000 en Suiza, 1.500 en los EEUU. y 600 en Canadá.) Tienen un gobierno democrático, con elecciones directas cada cinco años. Su actual jefe del estado es SS.SS. el Décimo Cuarto Dalai Lama. El Gobierno cuenta con los ministerios de Educación, Economía, Salud, Hogar, Información y Relaciones Internacionales, Religión y Cultura, Seguridad y un Consejo de Proyectos. Su centro de gobierno está situado en Dharamsala (India). No disponen ni de policía ni de fuerzas armadas (ejército) de ningún tipo. La renta administrada por el gobierno (presupuestos) procede únicamente de los impuestos voluntarios anuales, de la prestación de servicios voluntarios y de los donativos.

«Este es mi mensaje a China -dice el Dalai Lama-: no estoy a favor de la separación. Tíbet es parte de la República Popular China. Es una región autónoma de China. La cultura tibetana y el budismo son parte de la cultura china. A muchos jóvenes chinos les gusta la cultura tibetana en su calidad de tradición china», declaró el Dalai Lama, que está perfectamente al corriente de lo que ocurre en Tíbet… y no sólo en Tíbet. China, donde la ideología preocupa a los dirigentes mucho más de lo que se sospecha, sufre una «crisis de valores». Como ideología niveladora y de desarrollo, el comunismo se ha disuelto en las ciudades chinas tanto, o más, que la religiosidad en Tíbet. Las autoridades de Pekín han contestado a estas manifestaciones exigiéndo al Dalai Lama que reconozca explícitamente que Tíbet y Taiwán son parte de la República Popular China.