El 22 de febrero de 1940, el niño que se ha considerado es la encarnación, es ordenado monje budista en Lhasa y entronizado como XIV Dalai Lama, Djampel Nga-uang Lósang Yeshé Tendsin Gyatsó, con cuatro años de edad, pasando a ocupar el trono del palacio de Pótala. Comienza así un período de preparación en religión y filosofía, y de meditación budista.

Tíbet se declara neutral en la Segunda Guerra Mundial y rechaza otorgar un permiso a los estadounidenses o a los nacionalistas chinos a transportar suministros militares a través de su territorio. Esta neutralidad, es la que alega el alpinista alemán Heinrich Harrer (que ha escapado de su confinamiento en la India británica) para pedir asilo. Acaba convirtiéndose en uno de los tutores de Tenzin Gyatso adolescente y en el personaje que abrirá la modernidad y ensanchará las fronteras al futuro dalai lama.

En China se decide que los monjes y personas legas de la clase superior participen en la administración estatal. Así, durante el período de la República de China, siempre habrá diputados tibetanos en la Asamblea Nacional.

En 1947 el trüku (“Buda viviente”) del monasterio de Reting, es encarcelado por elementos pro británicos del Gobierno tibetano, debido a su postura pro china, y muere en prisión. El monasterio de Sera, partidario de Reting, es bombardeado y saqueado.

Tíbet envía una delegación para hablar sobre comercio y abrir relaciones formales en el exterior con India, China, Gran Bretaña y los EUA.

Los tibetanos mantienen su independencia hasta 1949, cuando China comienza la ocupación de Tibet. Hasta ese entonces, el gobierno tibetano ha conducido sus propios asuntos internacionales y ha acordado varios tratados con sus veci. Se cierra la oficina del gobierno central en Lhasa y se expulsa a todos los funcionarios chinos.

Es interesante notar que cuando Nepal intenta ingresar como miembro de las Naciones Unidas en 1949, cita el tratado de 1792 y las relaciones diplomáticas con el gobierno tibetano para demostrar su estado de total independencia. La relación de Tibet con la India a lo largo de la historia ha sido muy cercana y amistosa, especialmente en el siglo VII cuando el budismo es llevado de la India a Tibet. Desde entonces la gente de Tibet ha buscado en India guías espirituales, y la India se ha conocido como la tierra santa. Los antiguos textos tibetanos se refieren a India como Arya Bhumi. Por otro lado, las relaciones de Tibet con su vecino del Este, China, se han caracterizado por conflictos cada vez que China ha tenido muestras de agresión en Tibet y por amistad cuando ha habido respeto mutuo.

El XIV Dalai Lama, en 1950, a los quince años de edad, y teniendo todavía que enfrentar nueve años más de intensa educación religiosa, tiene que asumir el pleno poder político cuando la China invade al Tíbet el «país de las nieves», una tierra cuyos derroteros han permanecido ignorados durante siglos. Esta invasión hace descubrir las miserias del supuesto Shangri-La, o paraíso, donde el tiempo se había detenido. En efecto, el comunismo chino, deseoso de espacio vital y de reunificar todas las Chinas (e influido además por el sentimiento mesiánico de «liberar» a una sociedad teocrática de la «servidumbre medieval») renueva el reclamo nacionalista por Tíbet. En la fecha, envía allí un ejército de 30.000 soldados que cruzan el Yangtsé hacia Tíbet Central y destruyen la pequeña fuerza destacada en el fuerte de Chando, alegando que Tíbet siempre ha pertenecido al territorio chino. India se opone. Tíbet presenta una protesta ante las Naciones Unidas. El Consejo de Seguridad aprueba la propuesta británica en el sentido de dejar a las partes en conflicto resolver sus diferencias. Consecuentes, los chinos en 1952 arrasará sistemáticamente los monasterios. En 1955 surgirán las guerrillas antichinas.

A lo largo de los siglos, Tíbet ha sido un lugar estratégico cuyo control, más que reportar beneficios económicos (sólo las rutas secundarias lo atravesaban), garantizaba un territorio de contención para las potencias del continente asiático. Tíbet suponía el final orográfico posible a cualquier imperio, y así fue hasta que las tecnologías militares y de comunicaciones del siglo XX rompieron con su aislamiento tradicional. Los mongoles y los chinos lograron someter Tíbet de forma parecida a la de un protectorado distante que rinde tributos formales, da poco quebraderos de cabeza y requiere pocas inversiones, la mayoría de las veces sin precisar de una presencia militar.

Los comunistas chinos ocupan Lhasa, la capital del Tibet.