KRUSCHEV decide en la madrugada del 28 “de forma digna de un estadista”, en palabras del presidente KENNEDY: Las bases serán desmanteladas y repatriados los cohetes si EEUU. cumple su parte del acuerdo. FIDEL CASTRO, que no es consultado en momento alguno por Moscú, preso de furia, lanza una maldición y, de una patada, rompe un espejo. Los misiles serán retirados en las semanas siguientes. Probablemente, KRUSCHEV no pierde nada con ello, sino que gana mucho. Gana que Cuba no sea invadida y que comiencen unas conversaciones diplomáticas entre los dos países que conducirán a una “cumbre”. Por otra parte, los EEUU. ofrecen retirar sus misiles de la base de Adana (Turquía), tan amenazadores para la URSS como los de Cuba para EEUU. Comienza una relación directa entre KENNEDY y KRUSCHEV, no sólo por la vía del “teléfono rojo”, sino mediante una correspondencia que no se conocerá aún después de muchos años. Comenzará una época prometedora, que terminará con el asesinato de Kennedy el 22 de noviembre de 1963. Todo parece indicar que el asesinato estará promovido para evitar, precisamente, la continuación de la coexistencia.

A los diez meses de la Crisis de los Misiles cubana, se instala una línea directa entre Washington y Moscú, destinada a facilitar el diálogo para evitar incidentes similares. Aunque la gente la denominará el teléfono rojo, es en realidad un teletipo. El famoso aparato, que en realidad es de color negro, une el despacho del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy en Washington con el del líder comunista Nikita Khruschev en Moscou en pleno período de la Guerra fría.

La caída en la URSS de Kruschev en 1964, resultado de un complot restaurador de la burocracia, fue una tragedia y un desastre para la supervivencia de la URSS a largo plazo, porque evitó unas reformas que ya entonces eran inaplazables. No fueron aceptadas porque afectaban a intereses de casta de la estadocracia (la nomenklatura) propietaria del país. Los mismos intereses que en los noventa determinarán la apuesta por el mercado y la propiedad privada, que los funcionarios reciclados capitalizarán en primer lugar. Kruschev fallecerá, alejado de todo actividad política, siete años después.

Leónidas Breznev (65 años), secretario general del Partido Comunista de la URSS, sucede a Nikita Kruschev, bruscamente destituido, probablemente por la «Crisis de los misiles» de octubre de 1962.