Por el «Edicto de Tesalónica» (Cunctos populos), promulgado, en la fecha, por el emperador romano de Oriente TEODOSIO I el Grande, se establece el catolicismo como religión de Estado en el Imperio, terminando con los últimos restos de paganismo y constituyendo el final de la evolución del Imperio romano enteramente cristianizado. Dice el decreto: «es voluntad de los emperadores que todos profesen la religión que Pedro transmitió a los romanos y es la profesada por Dámaso. Creemos en una sola divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, con idéntica majestad y Santa Trinidad». El emperador se sitúa con claridad en la fe de Nicea y prepara el tema que se debatirá en el concilio convocado en Constantinopla para mayo de 381. Así, pues, quien erige al catolicismo como religión oficial del Estado es TEODOSIO I, ya que Constantino I se había limitado, con el «Edicto de Milán» en 313, únicamente a prohibir que se persiguiese a los cristianos y a ofrecer una libertad de culto.
EDICTO DE TESALÓNICA
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No parece que la Iglesia salga ganando excesivamente con su entronización como religión oficial.
No parece que la Iglesia salga ganando excesivamente con su entronización como religión oficial. Al menos se perderá mucho del espíritu que reina entre los primeros cristianos. Al organizarse dentro del poder establecido, se instaura el poder de la jerarquía eclesiástica, se adquieren compromisos políticos e intereses materiales y todo ello va envolviendo en una confusa e interesada trama a aquellos primeros -y auténticos- ideales de la doctrina de Cristo: paz, amor, humildad, espìritu comunitario… Por ejemplo, serán condenados y perseguidos los cristianos que se declaren en contra de las armas y de la guerra, se prohibirán los matrimonios entre hombres libres y esclavas e incluso se autorizará que un cristiano pueda tener esclavos ¡y aun en determinados casos, matarlos!, etc.