Fallece por causas naturales el emperador MIGUEL II. Le sucede su hijo TEÓFILO (829-842). Mientras que su padre, el advenedizo Miguel II, apenas sabía leer y escribir, TEÓFILO no sólo poseía una extraordinaria educación, sino también un gusto muy pronunciado para el arte y las ciencias. Pero TEÓFILO no se mostró solamente abierto a la cultura de la capital bizantina, sino también a las influencias culturales que irradiaba la corte califal de Bagdad. El entusiasmo para el arte árabe le venía, al parecer, de su profesor Juan el Gramático; a él le debía también la hostilidad contra las imágenes que le convirtió, de nuevo a diferencia de su padre, en un iconoclasta exaltado.

En 832, el emperador TEÓFILO publica un edicto por el cual se prohibe el uso y adoración de iconos; pero las historias sobre su crueldad hacia sus opositores resultan tan extremadas que muchos pensarán que se trata de exageraciones. Su gobierno es la época de un último auge del movimiento iconoclasta y, al mismo tiempo, el período de mayor influencia de la cultura árabe en el mundo bizantino. TEÓFILO dista mucho de ser uno de los soberanos más relevantes del Imperio, pero la suya es una personalidad muy interesante. A pesar de su fanatismo y crueldad, quiere ser un príncipe ideal y está animado por un fuerte amor a la justicia, si bien de ello hace gala de una manera teatral. Siguiendo el ejemplo del califa Harún al-Rashid, suele pasear por la ciudad, dialogar con los súbditos más pobres y más modestos escuchando sus quejas, para luego castigar de manera ejemplar a los culpables sin tener en consideración ni su posición ni su rango.

El ejército bizantino, en 837 toma y destruye Samosata y Zapetra (Zibatra o Sozopetra), lugar de nacimiento del califa al-Mu’tasim. Éste, deseoso de vengar la ofensa, reúne un gran ejército, una de cuyas divisiones derrota en Dasymon al emperador TEÓFILO, que dirige en persona el ejército bizantino, mientras que la otra avanza hasta Amorio, cuna de la dinastía frigia. Tras una valerosa resistencia de cincuenta y cinco días, la ciudad cae en manos de al-Mu’tasim a causa de una traición interna el 23 de septiembre de 838. Treinta mil de sus habitantes son ejecutados y el resto vendidos como esclavos, y la ciudad es arrasada hasta sus cimientos.

Una embajada bizantina enviada por el emperador TEÓFILO (829-842) -uno de los varios que reinó en tiempo de la Anarquía- al frente de la cual se encuentra el embajador griego QARTIYUS, llega a Córdoba en el año 839 con la finalidad de establecer un tratado de cooperación con al-Ándalus. El emperador de Bizancio propone al emir ABDERRAMÁN II que le devuelva la isla de Creta, en manos del andalusí ABU HAFS AL-BALLUTÍ, a cambio de ayuda contra los aglabíes del norte de Africa. ABDERRAMÁN II en un alarde de diplomacia, y sin negarse rotundamente, da largas a todos los asuntos planteados por el emperador TEÓFILO.

TEÓFILO no puede recuperarse del golpe recibido, su salud se va debilitando y muere a comienzos de 842. Su carácter ha sido objeto de muchos debates; pues mientas unos le consideran como uno de los emperadores bizantinos más capaces, otros lo ven como el clásico déspota oriental, un gobernante sobrevalorado pero insignificante. No cabe duda de que hizo cuanto pudo por eliminar la corrupción y opresión de sus funcionarios, y que administró justicia con estricta imparcialidad, aunque sus castigos muchas veces no se correspondían con el crimen cometido. A pesar de los gastos que ha supuesto la guerra en Asia y de las grandes sumas dedicadas por TEÓFILO a la construcción; el comercio, la industria y las finanzas del Imperio han vivido una de sus mejores épocas, en gran medida gracias a la muy eficiente administración del tesoro. Ha reforzado las murallas de Constantinopla y ha hecho construir un hospital que se mantendrá hasta los últimos tiempos el Imperio bizantino.