BENEDICTO III (Papa) (855-858)

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Muerto LEÓN IV, es elegido ADRIANO, pero se niega a serlo. En consecuencia, se elige a BENEDICTO III.


A la muerte del papa León IV, es elegido como papa ADRIANO, pero al negarse a serlo, es elegido, en la fecha, por el clero y el pueblo de Roma, BENEDICTO III (29.9.855-17.4.858), un romano erudito y ascético, que ha sido nombrado cardenal por el propio León IV.

Aunque otro grupo rival elige a ANASTASIO, finalmente el emperador reconoce a BENEDICTO III.


En plena elección de un nuevo papa, un grupo rival del clero elige, por su parte, a ANASTASIO el Bibliotecario. Aprovechando que la elección efectuada de BENEDICTO III tiene que ser confirmada por el emperador, los partidarios de ANASTASIO lo proclaman papa en Roma y encarcelan a BENEDICTO. Sin embargo, el apoyo popular de que éste disfruta obligan al emperador LUIS II el Joven a reconocerlo como papa, pero impone como condición para ello el que ANASTASIO sea tratado con clemencia y el que los actos de BENEDICTO se vean supervisados por el obispo Arsenio, deudo de ANASTASIO. Incapaz de imponerse a las interferencias del poder político, BENEDICTO III reclama frente a Constantinopla una jurisdicción romana propia de un primado.

La decadencia de costumbres entre parte del clero es duramente combatida por el papa BENEDICTO III.


La decadencia de costumbres entre parte del clero es duramente combatida por el papa BENEDICTO III, quien llega a culpar a los obispos franceses por la situación de opresión en que la Iglesia se encuentra en sus diócesis y por la miseria del pueblo, situaciones ante las que, según el pontífice, los prelados, por indiferencia o cobardía, no reaccionan según es su deber. Durante el pontificado de BENEDICTO III aparecen las «decretalias» falsamente atribuidas a ISIDORO de Sevilla.

La historia de la papisa Juana se trata de una fábula absurda. Silencio de los historiadores.


Que la historia de la papisa Juana se trata de una fábula absurda, lo indica el silencio mismo de los historiadores, que no la conocen hasta pasados tres siglos, y aun entonces no concuerdan en determinar su nombre personal, ni su patria, ni el tiempo en que vivió. Por otra parte, está la imposibilidad de hallar en la lista perfectamente conocida de los papas, un espacio de dos años entre León IV y Benedicto III, que según algunos corresponde a la leyenda, para intercalar a la papisa Juana, porque en el mismo año de la muerte de León IV (855), existen ya documentos firmados por su sucesor Benedicto III. Igual argumento se puede hacer contra los que ponen a la papisa en época posterior. Puede decirse que el Liber Pontificalis ignora su nombre y su existencia, porque si la leyenda aparece en un códice vaticano del siglo XII, no es verdad que pertenezca al texto mismo, sino que se trata de una nota marginal, añadida a fines del siglo XIV.