Terminada la Segunda Guerra Carlista, el carlismo entra en una especie de letargo. Consolidada la Monarquía isabelina, bendecida por la Iglesia y con un liberalismo político de mínimos, el carlismo parece condenado a desaparecer. No es así. Una nueva función histórica le espera: la de convertirse en la reserva espiritual y fuerza movilizadora de las clases más conservadoras.

Durante la segunda guerra carlista, el liberal Tomàs Bertran propone el establecimiento de la Diputación del general de Catalunya.

En el siglo XIX, con la aparición del Estado-nación, los toros pasan a ser considerados en España como la fiesta nacional, tanto por su evidente invención hispánica como por la universal afición manifestada en todas las regiones españolas. Esto no quiere decir que los toros sean un fenómeno exclusivamente español, ya que existen también en Portugal (aunque aquí con algunos caracteres propios, como la eliminación de su sentido sacrificial), en Francia (con sus dos grandes sedes, en Bayona, al oeste, y en Nimes, Aries y Béziers, al este, tras haber llegado a implantarse incluso en París, que contó con dos plazas de toros) y en varios países de Iberoamérica, singularmente en México, Colombia, Venezuela, Perú y Ecuador.

Fecha de la primera emisión postal en España Como soberana reinante, los primeros sellos -de importe seis cuartos-, ostentan la efigie de ISABEL II, jovencita que acababa de casarse. A ISABEL II, los grabadores de tallas la inmortalizarán en sus bronces y los dibujantes prodigarán su figura. Al llegar el momento de ser transportada su efigie a los sellos todo el conjunto de los cuadros pintados por tantos artistas sirve para inspirar al que graba los primeros sellos: Bartolomé Corominas. Un espectacular error de color convertirá al sello de dos reales, azul, en una joya de la filatelia de la que sólo se conocerán tres ejemplares inequívocamente auténticos, y su valor superará (en 1993) los 500 millones de ptas.

Se celebra, en la fecha, la primera sesión inaugural de las cortes en el nuevo edificio de la carrera de San Jerónimo. Las obras de construcción del Palacio del Congreso se inician en el año 1843 y las dirige el arquitecto Narciso Pascual y Colomer, el nuevo edificio, de corte neoclásico, sustituirá a las iglesias o teatros, como lugar de reunión de la representación parlamentaria.

Termina finalmente el llamado «Ministerio Largo», presidido por Narváez, duqúe de Valencia, que duró desde el 3 de octubre de 1847 hasta el 10 de enero de 1851, es decir, más de tres años, caso insólito en la época. Se repetiría el nombre para el mandato de 1858 a 1863. Por las intrigas de los favoritos de la reina, NARVÁEZ, presidente del Consejo de Ministros de España, presenta su dimisión que es aceptada. De 1851 a 1854 gobernarán los sectores más «conservadores» de los liberales, lo que irritará a los progresistas.

Narváez es sustituido en la Presidencia del Gobierno de España por Juan Bravo Murillo (14/1/1851-14/12/1852). El carácter autoritario de Bravo Murillo tendrá su máximo exponente en el proyecto de fortalecer al poder ejecutivo frente al parlamentarismo.

La reina Isabel II inaugura la línea de ferrocarril Madrid-Aranjuez. Ha sido financiado por un grupo presidido por el marqués de Salamanca.

Entre las medidas tomadas por Juan Bravo Murillo, nuevo Presidente del Gobierno de España, destaca la firma del Concordato con la Santa Sede, el 11 de mayo de 1851, que entrará en vigor el 17 de octubre. Con este concordato, el presidente Murillo, de acuerdo con la reina Isabel II, trata de cumplir un viejo objetivo del Partido Moderado: el restablecimiento de las relaciones Iglesia-Estado a través de la firma de un concordato. La Santa Sede acepta el hecho consumado de la desamortización a cambio de una dotación para el clero y de la devolución de los bienes no vendidos.

La implantación del estado liberal comporta un gran impacto respecto al poder que la Iglesia tiene en la sociedad catalana. La desamortización de los bienes eclesiásticos y el cierre de los conventos implican la pérdida de buena parte de su poder material. Además, se añaden la pérdida de los ingresos de los diezmos y la funcionarización de los párrocos en las parroquias rurales. La disminución de las ordenaciones religiosas obedece a un cambio sociológico del clero, motivado por el adelanto del laicismo. Por último, a mediados de siglo, ya se hace evidente que el carlismo no constituye una opción viable, lo cual ha resultado decisivo para la firma del Concordado de 1851. La contraofensiva católica apuntará, después, hacia la evangelización de los sectores más populares. Así, por ejemplo, las campañas evangelizadoras del padre Antoni Maria Claret. Su prédica sistemática irá orientada a la recuperación de la devoción popular. Fundará también una librería católica destinada a la edición de obras populares.