ESPARTERO entra en Madrid, en la fecha, entre aclamaciones y comienza el bienio liberal en España. La Reina Madre Mª CRISTINA tiene que exiliarse de nuevo a Francia. Aunque ESPARTERO se muestra más prudente que en la etapa anterior e intenta algunas reformas -la desamortización, la ley de ferrocarriles- su falta de decisión y su incapacidad para emprender una política revolucionaria hacen que se vea desbordado por las revueltas populares.

Tras la Revolución de Vicálvaro (1854), y con objeto de replicar al Manifiesto de la Unión Liberal, el partido demócrata organiza una reunión en el Teatro de Oriente madrileño el 25 de Septiembre de 1854, en el que se da a conocer su propio Manifiesto. El Manifiesto del partido demócrata contiene una serie de peticiones consideradas como revolucionarias (igualdad de derechos y deberes para todos los ciudadanos, obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza, desamortización civil y eclesiástica). Las propuestas se discuten acaloradamente, hasta que un joven de? veintidós años, desconocido, pide la palabra y, tras presentarse como Emilio CASTELAR, comienza así su intervención: «¿Queréis saber lo que es la democracia? […] Voy a defender las ideas democráticas si deseáis oírlas. Estas ideas no pertenecen ni a los partidos ni a los hombres; pertenecen a la humanidad. Basadas en la razón, son como la verdad, absoluta, y como las leyes de Dios, universales». Podríamos decir que con esta intervención comienza la «biografía oficial» de Emilio CASTELAR.

Al día siguiente, toda la prensa reproduce sus palabras y se deshace en elogios hacia el joven orador, al que se propone como Diputado a Cortes, pese a no contar aún con la edad reglamentaria. CASTELAR se limita a agradecer cortésmente tanto los elogios recibidos como los ofrecimientos de cargos y honores, pero añade: «jamás abandonaré la causa de la libertad y de la democracia». Efectivamente, por sus orígenes familiares, CASTELAR se halla fuertemente vinculado al partido demócrata: un partido minoritario frente a los dos más arraigados entonces: el moderado y el progresista.

En España, comienzan las sesiones de las Cortes Constituyentes.

CASTELAR -que sigue dedicado a la docencia en la Universidad- no logra entonces el número de votos suficientes para ser Diputado, pero en cambio acrecienta su popularidad colaborando en periódicos: ese mismo año comienza como redactor en El Tribuno del Pueblo y en 1855, en La Soberanía Nacional. En 1855 aparece su primera novela, Ernesto, con ciertos rasgos autobiográficos, y al año siguiente, otra más, de carácter histórico: Alfonso el Sabio. El Bienio Progresista favorece una mayor libertad de expresión en la prensa: Castelar escribe en el recién fundado La Discusión, periódico de corte demócrata, entre 1856 y 1864.

Sale a la luz, en la fecha, la Ley de Desamortización General Civil y Eclesiástica promovida por el ministro de Hacienda, Pascual MADOZ, militante del Partido Progresista y uno de los representantes más destacados del capitalismo catalán (Aunque nació en Pamplona en 1806).  Esta ley completa la desamortización de bienes eclesiásticos hecha en 1835 por Mendizábal. El decreto de Madoz desamortizará los «mayorazgos», las tierras comunales y también los bosques. El objetivo de la desamortización es hacer entrar en el mercado las tierras que hasta ahora no pueden venderse ni comprarse libremente porque están sujetas a cargas feudales. La ley de Mendizábal del 1835 se ha centrado en liberalizar las enormes propiedades de los monasterios. La reforma Madoz completará esta obra. La desamortización provocará inicialmente un aumento de la producción por la extensión de los cultivos con menoscabo de los pastos. La posibilidad de cortar los bosques significará una fuente de ingresos importantes, pero originará un grave problema ecológico. Más tarde la desaparición de las tierras comunales causará la emigración.

El 9 de julio de 1855 se presenta un proyecto de Constitución que intentará adecuarse al programa ideológico de la Unión Liberal. Consta de 92 artículos, de los que destacará de una manera clara el artículo 1, donde se expone el concepto de soberanía nacional; así como, queda bien reflejado el carácter progresista de la misma en artículos tales como el 14, donde se recoge la tolerancia religiosa, y el 85, donde hay un reconocimiento de la Milicia nacional; junto al articulado, se encuentran siete Leyes Orgánicas, entre las que encontramos la Ley electoral, la Ley de tribunales, o la de imprenta. Esta constitución jamás llegará a promulgarse, ya que antes de que lo sea, se producirá la crisis de julio de 1856. Sin embargo, la declaración de libertad religiosa moverá a todas las fuerzas confesionales contra el gobierno.

La marginación política de los catalanes es paralela a la catalanofobia palpable en la prensa madrileña, sobre todo en momentos de inestabilidad política, como ha sido en la Guerra dels Matiners (1846-1849) y en el Bienio Progresista (1854-1856). Mañé i Flaquer escribía en 1856: «El más grave cargo que se hace a Catalunya es el de que sus habitantes son demasiado catalanes; desgraciadamente, gracias a la falsa política que con Catalunya se ha seguido, el catalán ha dejado de ser catalán, sin ser por esto más español». Desde Madrid, Catalunya es una provincia insumisa y desleal y la integración de los catalanes en la política debe pasar por su renuncia a su identidad catalana, y eso mucho antes de que ésta cuente con una traducción política organizativa en forma de catalanismo político. Porque los catalanes tienen posiblemente en el siglo XIX un sentimiento de ser catalanes más intenso que en el siglo XX, pero ese sentimiento está falto de una voluntad política.

El nuevo Banco de San Fernando se denomina Banco de España. Será emisor único de billetes y su labor principal será la financiación del ferrocarril y de la industria

En 14 de julio de 1856, un golpe de Estado protagonizado por el general O’DONNELL contra el gobierno de ESPARTERO acaba con el llamado «Bienio progresista». ESPARTERO debe dimitir. Abandona, pues, su actividad pública retirándose de nuevo a Logroño, donde gozará de extraordinario prestigio, convirtiéndose en una de las figuras más representativas del liberalismo español del siglo XIX. A partir de ese momento, de nuevo ISABEL II mantendrá su política de favorecer a los grupos conservadores, procurando impedir que los partidos más democráticos alcancen el poder. ISABEL II vive rodeada de una camarilla ultrarreaccionaria que a veces logra imponerse haciendo dimitir a varios gabinetes.