Al llegar a palacio, aquel caserón inmenso donde ha transcurrido su primera infancia, se hace más patente que nunca la ausencia de los seres queridos. El rey ALFONSO XII comprende entonces aquello que Cánovas le ha inculcado: la restauración de la legitimidad dinástica no supone un salto atrás. La naciente monarquía tiene que asentarse sobre nuevas bases y esta empresa es inviable con el retorno de Isabel II, símbolo de una España que ya es historia.

Pero no todo en España es positivo en los primeros meses de reinado del Monarca ALFONSO XII. Las duras semanas vividas en el frente, expuesto a bajas temperaturas y a los rigores de la campaña, reactivan una antigua dolencia pulmonar. Poco después de la acción de Lácar tuvo un vómito de sangre. CÁNOVAS ordena que se silencie el hecho: el rey soldado ha regresado a Madrid como un héroe popular. Pero lo cierto es que aquella hemoptisis será el primer aviso de una serie de recaídas que, en el curso de pocos años, mermarán sensiblemente su salud.

A lo largo del año 1874, después del golpe de Estado del general Pavía, ha sido el Partido Constitucional quien ha tenido en mayor medida la responsabilidad de gobierno. Cuando ha tenido lugar el pronunciamiento de Sagunto, para los constitucionales no sólo se ha puesto en juego la supervivencia como partido, y el medio de vida para muchos, sino también el legado de la revolución de septiembre. CÁNOVAS quiere hacer una nueva Constitución cuya existencia le parece indispensable como base del nuevo sistema político. Los constitucionales, por el contrario, defienden la vigencia de la Constitución de 1869, que consideran expresión de las conquistas liberales de la revolución de 1868: la declaración de la soberanía nacional y los derechos individuales. Ante esta disyuntiva, el partido constitucional se divide, en mayo de 1875: una minoría, dirigida por Manuel Alonso Martínez, se presta a colaborar con Cánovas en la elaboración del texto constitucional. Una mayoría, sin embargo, al frente de la cual Sagasta ha consolidado su posición frente al general Serrano, sigue defendiendo el texto de 1869.

En España, concluyen las negociaciones iniciadas el 8 de junio. Partidas de carlistas deponen las armas y se trasladan en buena parte a Francia, mientras que otros permanece pacíficamente en España, tras recibir garantías por parte del gobierno de su Majestad que preside CÁNOVAS del Castillo. Queda un resto que sigue defendiéndose con las armas casi en la misma frontera.

CÁNOVAS cede transitoriamente la presidencia del gobierno de España al general Jovellar (12/9/1875-2/12/1875) para preparar el futuro político de la monarquía alfonsina. Jovellar es presidente a la vez que ministro de la Guerra.

En España, el mismo CÁNOVAS retoma la presidencia del Gobierno, comenzando un largo período al frente del Ejecutivo (2/12/1875-8/3/1879).

Elecciones en España (del 20 al 23) para formar unas nuevas Cortes Constituyentes. La aspiración canovista es instaurar un sistema similar al inglés, con dos partidos de programa muy parecido, que se sucedan ordenadamente en el poder y garanticen la paz social y el progreso económico. Poco a poco se va perfilando el bloque liberalconservador, cuyas filas aglutinarán políticos de diversa procedencia. La cohesión entre las diferentes tendencias la dará el propio CÁNOVAS, asumiendo la jefatura de esta fuerza. Configurado el bloque conservador, es necesario fomentar la creación de otro partido que, sin discrepancias sobre el fondo de la legitimidad política y social establecida, pueda desempeñar la función de oposición y ser pieza apta para reemplazar a los conservadores en un juego de alternancia en el poder. Fiel a su pragmatismo, CÁNOVAS atrae a personalidades afiliadas en diferentes facciones y, con notable habilidad, logra convencer a Práxedes Mateo SAGASTA -estandarte del Partido Fusionista, de carácter progresista para que se convierta en jefe de la oposición. El líder conservador pretende, a través del bipartidismo, materializar en todos sus objetivos la obra restauradora.

En España, la comisión que tenía por finalidad la elaboración de un texto constitucional ya ha cumplido con su misión. El texto se ha discutido en el Congreso por las Cortes Constituyentes a lo largo de abril y mayo y, en la fecha, es aprobado sin grandes cambios (276 votos a favor y 40 en contra). El 22 de junio será ratificada por el Senado.

En la fecha, es promulgada la nueva constitución. Se trata, en cierto modo, de un texto ecléctico, síntesis de las anteriores constituciones moderada y democrática de 1845 y 1869, respectivamente. Al igual que éstas, descansa en un modelo unitario y centralista del estado -que será llevado todavía más lejos con la abolición de los fueros vascos- y en la división de poderes, elemento esencial de una monarquía constitucional. Aquel código, como de él se ha dicho, no es más que un “cheque en blanco”, susceptible de ser rellenado por los partidos que sucesivamente ocupen el poder. Seguramente, esta característica hace de la Constitución de 1876 la más duradera de la historia española. El tiempo que ha transcurrido entre el pronunciamiento de Sagunto y la entrada en vigor de la Constitución de 1876 ha sido un período decisivo en la conformación del nuevo régimen. En este intervalo, CÁNOVAS ha intentado captar adhesiones entre los estamentos con más peso en la sociedad española. La nobleza, la burguesía, el Ejército y la Iglesia se han sentido pronto comprometidos con el nuevo rey, gracias a oportunas concesiones y estratégicos nombramientos.

La nueva Constitución es publicada en la Gaceta de Madrid. ALFONSO XII ha asumido la nueva Constitución y respeta el modelo político establecido, un modelo que permite la restauración dinástica y posibilita una época de estabilidad. El turnismo entre las dos grandes fuerzas constituidas (conservador y liberal) se llevará a cabo con un hábil equilibrio. Esta práctica se pondrá en funcionamiento con los resultados garantizados de antemano. Y ello sucederá gracias a la dinámica nacida de esta constitución, basada en la doble soberanía del rey y de las Cortes, por la que un partido, obtenida la confianza regia para formar gobierno, convoca unas elecciones. Pero los resultados electorales están determinados por el peso de una tupida red clientelar en la que ocupa un importante papel el caciquismo. La farsa electoral propicia la estabilidad perseguida por CÁNOVAS y en cualquier caso, el poder real de los dos grupos mayoritarios asfixia cualquier intento de planteamiento político antidinástico. La oposición republicana, que se hará patente en diversas revueltas, chocará siempre contra los partidos liderados por CÁNOVAS y SAGASTA.