Paulino de Nola, por aclamación popular, es nombrado obispo.


En agosto de 410, justo cuando ALARICO, rey de los visigodos, se encuentra a las puertas de la ciudad de Roma, muere PABLO el obispo de Nola. El pueblo de los fieles (con una situación análoga a la de Barcelona) invoca: “¡Paulino Obispo!”, y PAULINO acepta el cargo. Nola será conquistada y devastada por parte de los visigodos, y gran parte de los habitantes serán hechos prisioneros. PAULINO vende caritativamente todos sus bienes para rescatar a los prisioneros, incluida la cruz episcopal. Cuando se queda sin nada, ofrece su propia persona a los invasores para rescatar al hijo único de una viuda. Llegado a África es vendido como esclavo. Posteriormente será liberado según una tradición que se rememora cada año el 22 de junio.