Sostiene TERTULIANO, en la línea de Montano, que una vez bautizado, el cristiano debe abstenerse de los pecados graves -apostasía, homicidio, adulterio- porque cometer un pecado grave después del bautismo demuestra que nunca lo has recibido verdaderamente. Tal es la clara voluntad de Dios; la Iglesia nada puede hacer al respecto. Según el propio TERTULIANO el punto de ruptura llega cuando un «alto obispo» (probablemente CALIXTO de Roma) decide que la Iglesia tiene el poder de conceder la remisión después del bautismo, incluso en el caso de pecados tan graves como el adulterio o la apostasía. Esta pretensión en nombre del clero -a los ojos de TERTULIANO inconcebible- determina que el antiguo azote de los herejes se convierta definitivamente en el primer «protestante». Durante su período ortodoxo TERTULIANO ha atacado a los herejes del tipo de los montanistas porque «asignan incluso al laicado las funciones del sacerdocio» pero ahora, ya montanista, niega el poder de la penitencia.
