AGILA es elegido nuevo rey (549-554) de los visigodos, siendo el primer monarca de sangre completamente visigoda desde los tiempos de Alarico II. Arriano. El reinado de éste y siguientes monarcas se desarrollarán en medio de frecuentes turbulencias políticas, y el afianzamiento territorial avanzará lentamente. La oligarquía visigoda es una especie de superestructura militar inmersa entre la mayoritaria población hispanorromana, separada de ella jurídica e incluso físicamente. AGILA vuelve a la política de represión y destierros, con lo que nuevamente se producen las reacciones de los hispano-romanos.

Tarazona es tras Zaragoza la segunda ceca, donde los visigodos acuñan unas monedas de oro llamadas “tremises”. También se acuña moneda en Gistau y en Boltaña, aunque en estos casos de manera coyuntural y para hacer frente a los pagos del ejército. De todas maneras, los visigodos sólo acuñan monedas de oro, que dado su alto valor no se utiliza en las transacciones comerciales. Los intercambios se realizan sobre todo mediante trueque de productos, aunque siguen utilizándose monedas romanas -por más que la autoridad romana ha desaparecido- en algunos mercados.

Zaragoza es dotada de una notable biblioteca (En este tiempo se considera una gran biblioteca a la que tiene más de doscientos libros). En esta biblioteca se forma el obispo BRAULIO, que es prelado de Zaragoza a mediados del siglo VI. BRAULIO se cartea con San ISIDORO de Sevilla, el gran sabio de la época. Afortunadamente, de BRAULIO se nos ha conservado una colección de cartas dirigidas a distintos personajes de la época a través de las cuales se puede reconstruir el ambiente cultural y político.

En Hispania, ÁGILA I, rey de los visigodos, deberá hacer frente desde el comienzo de su reinado a graves dificultades derivadas de la sublevación en la Bética de la antigua nobleza hispanorromana. La debilidad de ÁGILA provoca esta sublevación encabezada por el católico ATANAGILDO que deriva en una auténtica guerra civil y que obliga a ÁGILA a retirarse a la Lusitania. Traslada la capital a Mérida. Los rebeldes, por su parte, piden ayuda a JUSTINIANO I, emperador bizantino que envía un fuerte ejército.

Las tropas bizantinas enviadas por JUSTINIANO I, al mando del general LIBERIUS desembarcan en el Sur de Hispania, uniendo sus fuerzas a las del rebelde ATANAGILDO al que ayudan a derrotar al ejército del rey visigodo ÁGILA I que ha marchado hacia el Sur, desde Mérida, con dirección a Sevilla. En compensación, los bizantinos -según acuerdo de esta fecha entre ATANAGILDO y LIBERIUS- recibirán plazas importantes en Levante y en el sur de la península.

En Hispania, ÁGILA I, rey de los visigodos, es asesinado por sus propios seguidores.