En Catalunya, durante la primera mitad del siglo XIX la red viaria está constituida por tres caminos reales: el que une Barcelona con Madrid pasando por Lleida; el que une Barcelona con Valencia por Tarragona y el que une Barcelona con Francia pasando por Girona. El resto son caminos hechos por iniciativa de las poblaciones para conectar con los otras. Esta situación cambiará al crearse, en la fecha, las diputaciones y, con estas, la Junta de Carreteras de Catalunya, que irá desarrollando una red viaria moderna complementaria a la estatal. Para suplir las deficiencias de los caminos, las burguesías locales impulsan la red ferroviaria. La primera línea se establece entre Barcelona y Mataró por iniciativa del comerciante indiano Biada. Hasta la Restauración, no se retomará la construcción de más líneas férreas. El 1845, una compañía inglesa empieza los trabajos de construcción de la línea de ferrocarril Barcelona-Mataró, la primera de Catalunya y de toda la península Ibérica. El proyecto, de capital mayoritariamente inglés, cuenta con la participación del comerciante y financiero catalán Miquel Biada y Buñol (1789-1848).

España Industrial es una Sociedad anónima fundada por la familia Muntadas y Campeny en Madrid de 1847. Más tarde, la empresa instalará la fábrica en la calle de la Riereta de Barcelona, para posteriormente trasladarla al nuevo edificio construido en Sants.

Se funda en Barcelona una sección Icariana con una revista semanal que se llama «Fraternidad». Su órgano central está en París, dirigido por E.CABET. Pronto se cuenta con un voluntario, JUAN ROVIRA, médico barcelonés, residente en Calaf, que representará a todos los icarianos españoles en la fundación de Icaria -sociedad comunista ideal- que pretende E.CABET llevar a cabo en América.

El primer coro de J.A.CLAVÉ, que también era icariano, se llamará, asimismo, «La Fraternidad».

La noche del 4 de abril 1847 se inaugura envuelta en una fuerte polémica arquitectónica y artística entre los defensores y los detractores de la nueva fachada, la sala de espectáculos Gran Teatro del Liceo de Barcelona. Asiste lo mejor de la burguesía barcelonesa y el lujo de los vestidos compite con la decoración. Más de mil encendedores de gas iluminan la sala. Se ofrece un programa mixto de música cantada, bailada y sinfónica. Pocos días más tarde, la escenificación de la primera ópera italiana, Anna Bolena, de Donizetti, marcará la presencia del género musical más apreciado de aquella sociedad, la ópera. El Liceu se convertirá en el más importante teatro de ópera del Estado español.  La obra ha sido financiada con la venta de los palcos y butacas a miembros de la burguesia barcelonesa, que han creado una sociedad de propietarios.

A partir de la inauguración del Gran Teatro del Liceo de Barcelona en el año 1847 empezará una rivalidad entre los partidarios del nuevo teatro, llamados liceístas, y los defensores de la programación teatral del antiguo Teatre de la Santa Creu, los cruzados. El club exclusivo del Círculo del Liceo se funda en la fecha, con sede en el mismo Liceo de Barcelona. Poseerá una colección importante de obras de arte. El Círculo no admite socios femeninos y las mujeres sólo pueden entrar en el local si van acompañadas de un socio.

Narciso MONTURIOL tiene que exiliarse en Francia por su participación en los sucesos revolucionarios de Barcelona de 1847.

En la fecha se celebra la inauguración oficial en Barcelona del primer ferrocarril en la España peninsular, debido a la iniciativa  del empresario catalán  Miquel Biada. Su trazado es paralelo a la costa. Todos los medios, incluido el personal (guardaagujas) han sido importados. Diversas autoridades asisten al acto de bendición, tras el cual, el tren inicia su recorrido hacia Mataró. El tren está constituido por 24 coches-vagones y tiene capacidad para 900 pasajeros. Posteriormente se construirán otras líneas de comunicación ferroviaria entre la capital catalana y otras ciudades, como Granollers, Martorell y Terrassa.

MANUEL GUTIÉRREZ de la Concha, marqués del Duero, capitán general de Catalunya, vuelve victorioso a Barcelona. Le es hecho un gran recibimiento y una importante avenida de la ciudad recibe su nombre.

Terminada la Segunda Guerra Carlista, el carlismo entra en una especie de letargo. Consolidada la Monarquía isabelina, bendecida por la Iglesia y con un liberalismo político de mínimos, el carlismo parece condenado a desaparecer. No es así. Una nueva función histórica le espera: la de convertirse en la reserva espiritual y fuerza movilizadora de las clases más conservadoras.