Todo parece preparado para la celebración de un debate parlamentario sobre el tema de la adhesión a la Alianza, pero una vez más el presidente SUÁREZ retrasa el proceso, argumentando las consecuencias desestabilizadoras que dicho debate tendrá en política interna dada la fuerte oposición del PSOE. La actitud del presidente español comienza a causar preocupación en los gobiernos europeos y de los EEUU., así como tensiones y distensiones en el seno de su partido. Estas tensiones acentúan el clima de crisis que vive UCD durante ese año, y que tiene su cenit en el denominado «movimiento crítico» encabezado por Miguel Herrero de Miñón y que juega un papel crucial en el II Congreso del partido (celebrado entre enero y febrero de 1981).

Acosado tanto dentro como fuera de su partido, Suárez toma una decisión de gran importancia para la política española. Envuelto en un cierto halo de secretismo, decide integrar a España en la OTAN, tal y como lo comunica el 23 de enero de 1981 al diputado Javier Rupérez y al ministro de Asuntos Exteriores belga Leo Tindemans, tras haber informado al Rey, al Vicepresidente Gutiérrez Mellado y al Ministro de Exteriores.

El 18 de febrero de 1981 y en el discurso de investidura, ante el Congreso, el candidato Calvo-Sotelo muestra la disposición española a participar en la Alianza -la OTAN-, de acuerdo con el programa electoral de la UCD y que su antecesor, el dimisionario Adolfo Suárez, ha preferido ignorar, por falta de ganas y de tiempo, o porque sus querencias y sus carencias se han movido mejor en las ambiguas aguas de un cierto neutralismo. José Pedro Pérez Llorca, como ministro de Asuntos Exteriores, será su eficaz y discreto colaborador, en la rápida negociación con los países aliados. A Calvo-Sotelo le replica Felipe González como líder de la oposición que si algún día llegamos al poder, propondremos la salida de la OTAN, si el procedimiento de entrada no es un referéndum.

En una rueda de prensa celebrada en Madrid, Calvo SOTELO anuncia que el tema de la OTAN no será sometida a referéndum, sino que la decidirá el parlamento español por mayoría simple. La respuesta del PSOE es contundente: «La iniciativa del Gobierno es el resultado evidente de las presiones ejercidas por los norteamericanos; con la política de UCD se camina progresivamente hacia la satelización de España».

En España, frente a un gabinete ministerial que despliega motivaciones pretendidamente convincentes de apoyo al ingreso a la OTAN -estabilización democrática, abandono del secular aislamiento, ventajas materiales de variada índole, etc. – los socialistas rechazan la operación bajo el difuso lema: «OTAN, de entrada, no». El ingreso en la organización, realizado de manera formal, en la fecha, queda por otra parte pendiente de la concreción de una serie de temas clave, de gran trascendencia como el de la inclusión o no en la estructura militar de la organización. Corren tiempos de descomposición de UCD y lo que importa no es otra cosa que alcanzar el poder, y mantenerse en él, a cualquier costa.

Arrecia la oposición socialista al ingreso en la OTAN, buscando apoyo no sólo en la sociedad española sino entre los partidos socialistas europeos. Con dicho fin se suceden los actos públicos y las declaraciones en la prensa, como las que realiza Felipe González, en la fecha, al diario El País calificando el ingreso como «barbaridad histórica» y «tremendo error», o las de Alfonso Guerra manifestando a Diario 16 que «el eventual ingreso en la OTAN convertirá a España en una Colonia de los EEUU.». Por otra parte, se celebra a comienzos de julio en la Casa de Campo de Madrid, una gran manifestación que concentra a decenas de miles de personas en contra de la OTAN.

Así las cosas, el mes de agosto de 1981 comienza una verdadera campaña de apoyo al ingreso de España en la OTAN, por medio de la cual el Gobierno centrista trata de mentalizar a la población para un hecho que se considera ya prácticamente irreversible. Los temores de involución despertados por el frustrado golpe de febrero son además susceptibles de instrumentación, al argüirse por parte del poder que la pertenencia a la organización anulará toda posibilidad de retroceso en la evolución del proceso democrático. Se olvida de hecho que Portugal, Grecia y Turquía han compatibilizado la pertenencia a la OTAN y la presencia en su interior de ordenamientos de corte autoritario negadores de toda clase de libertad.

Rápidamente, las posiciones de los partidos manifiestan la localización de la población ante una cuestión que hasta entonces no ha accedido a niveles de difusión pública especialmente significados. Las fuerzas de la derecha se une aquí a las del centro gubernamental; frente a ellas, la izquierda socialista y comunista se opone rotundamente a esta inclusión en una alianza que -según ellos- apartará a España de una situación de especial neutralidad absolutamente imbricada en el bloque defensivo occidental.

El 20 de agosto de 1981 el Consejo de Ministros solicita al Consejo de Estado el dictamen preceptivo sobre la entrada de España en la OTAN.

El día 27 de agosto el Consejo de Estado emite dictamen favorable, recomendando la vía del artículo 94 de la Constitución para la tramitación parlamentaria de la adhesión a la OTAN.