MAXIMILIANO II Wittelsbach, hijo de LUIS I rey de Baviera, contrae matrimonio con MARÍA de Prusia, cuarta y última hija del príncipe Guillermo de Prusia, hijo de Federico Guillermo II de Prusia y de su esposa, María Ana de Hesse-Homburg. La boda se celebra con todo el lujo y pompa acostumbrado en la corte bávara. Parece una pareja feliz, ambos de una relativa belleza, de un carácter aparentemente equilibrado, ningún motivo, pues, para suscitar inquietudes. Pero detrás de esa armonía se esconden peligrosas composiciones hereditarias de ambas partes. Los abuelos maternos de MAXIMILIANO eran primos hermanos; los padres de MARÍA eran primos, sus abuelas hermanas, los abuelos de su madre también primos. Esa consanguinidad de las familias reales traía nefastas consecuencias a los hijos.

LUIS -el nieto del rey- transcurre gran parte de su niñez y juventud en el Castillo de Hohenschwangau, en medio de bosques, de montañas, de leyenda; al lado de su madre -María de Prusia-; una mujer sencilla, nada intelectual, que como ella misma decía, nunca había leído un libro. Su mente se pierde siempre más en ese mundo fantástico, se aleja siempre más de la realidad.

101 cañonazos en el Palacio de las Ninfas en Munich, anuncian, en la fecha, la llegada del Príncipe heredero de la casa de los Wittelsbach, hijo de MAXIMILIANO II y de MARÍA de Prusia. Su abuelo LUIS I, entonces Rey de Baviera, es el primero en regocijarse con la llegada del Príncipe y es él quien lo lleva a la pila bautismal, dándole su propio nombre, ya que, en la fecha, se celebra su cumpleaños y onomástica. Desde los primeros años de su infancia, tanto LUIS como su hermano OTÓN, nacido posteriormente, darán señales inequívocas de timidez patológica, de misantropía, de locura.

MARÍA de Prusia, casi avergonzada de sus hijos, decide retirarlos de la corte de Munich y llevarlos a vivir al castillo de Hohenschwangau, castillo situado en la Región Alta del Cisne, reconstruido por MAXIMILIANO II como residencia veraniega de la familia real. Antigua sede de los poderosos caballeros del cisne y cuya historia se remonta a los siglos XII y XIII, a tiempos muy antiguos, en la noche profunda de las primeras edades del mundo caballeresco. Sus recintos, sus pinturas y paisajes y la imaginación, evocan héroes legendarios, relatos fascinantes…

LUIS, primogénito de MAXIMILIANO II y de la princesa MARÍA de Prusia, sucede, en la fecha -con dieciocho años- a su padre. El príncipe legendario de la Región del Cisne, se convierte en LUIS II, Rey de los bávaros (1864-1886). A pesar de que su pueblo casi no lo conoce, será uno de los reyes más populares en la larga dinastía de los Wittelsbacher. La personalidad sin precedentes, completamente extraordinaria, bizarra y misteriosa de LUIS II fascinará ya a sus contemporáneos, fundando aún en vida del Rey un mito sobre su persona.

El Consejo de Ministros de Baviera reunido en sesión secreta y apoyado por la reina madre -MARÍA de Prusia-, amenaza con presentar en bloque su dimisión, si el rey LUIS II sigue con su enamoradiza amistad con WAGNER, acusado de haber hechizado al joven e inexperto LUIS. Cuatro días después, Ricardo WAGNER partía hacia el destierro. De hecho, el rey LUIS II, después de un año de intensa relación con WAGNER, al enterarse de sus dispendios, de sus petulancias y de sus escándalos con algunas mujeres, empezaba a sentirse cruelmente decepcionado. Pero su admiración por su persona y por su música no se desvaneció ni un ápice a lo largo de su vida.

Ali Agca, que en 1981 atentó contra la vida del Papa, ha escrito ?al Papa durante su hospitalización en febrero de 2005, deseándole una pronta recuperación. “Usted y yo sufrimos debido al cumplimiento? del plan universal divino -escribió Agca-. Le agradezco que revelara el tercer secreto de Fátima.” (Dicho secreto era una profecía sobre un atentado a un obispo vestido de blanco, y Agca aduce que él fue sólo un instrumento de la profecía.) Juan Pablo II cree que la Virgen de Fátima le salvó de morir aquel día, festividad de esta advocación mariana.