FEDERICO GUILLERMO IV, rey de Prusia desde 1840, es un conservador acérrimo. Más aún: se muestra partidario de retroceder a la Edad Media, restaurando el Sacro Imperio romano. Como no desea forma alguna de gobierno representativo y carece de la fuerza para imponer sus deseos al país, vacila hasta verse sobrepasado por los acontecimientos. Las noticias de la Revolución de febrero de 1848 en París levantan el descontento en toda Alemania, al igual que en Austria. En este último país, los levantamientos implican división: Hungría, Bohemia e Italia tratan de obtener mayor libertad de sus dominadores de cultura germánica. Se hace famoso el dicho: “Cuando París se resfría, Europa estornuda”. Pero en Alemania el fermento tiene signo unificador, como expresión del deseo de constituir un Estado alemán más grande. El 15 de marzo de 1848 se registran tumultos en Berlín. FEDERICO GUILLERMO IV, incapaz (y reconocerlo así le honra) de disparar contra su propio pueblo, accede a hacer concesiones, pese a que las consideraba humillantes. Queda entre la espada y la pared: las concesiones son muy poco para los liberales alemanes y demasiado para Austria.

En Prusia, FEDERICO GUILLERMO IV ha dado en 1847 una «Carta patente» que agrupa las distintas dietas provinciales en una sola de carácter nacional, con lo que cree cumplir viejas promesas constitucionales; pero negando a la nueva corporación un auténtico carácter representativo. El descontento cristaliza con la oleada revolucionaria del 48. En Berlín se producen desórdenes, y el rey ha de transigir, aunque tratando de canalizar el movimiento hacia la formación de una magna asamblea pangermana que realice el sueño, alimentado en la conciencia del país desde los tiempos del Sturm und Drang, de lograr la unión de todos los Estados alemanes. Por los mismos días, otros movimientos obligan a conceder Constituciones liberales en Baviera, Sajonia y Hannover. El 18 de mayo se reúne, con carácter de Asamblea Nacional, el llamado Parlamento de Francfort, donde las divergencias de opinión y la excesiva frondosidad del parlamentarismo retrasarán la deseada integración de la Gran Alemania.

El Parlamento alemán, ante la dimisión de JUAN de Austria y la no aceptación por parte de Austria del proyecto de Constitución presentado en octubre pasado, decide la creación de la “Pequeña Alemania”, dejando al margen a Austria y ofreciendo la corona a FEDERICO GUILLERMO IV de Prusia, pero el rey no acepta el poder que le ofrece una institución revolucionaria. Tras la retirada de austriacos y prusianos, el disminuido Parlamento se traslada a Stuttgart, donde es disuelto el 16 de junio. Termina así el sueño de una Alemania unida sobre la base de la voluntad popular; se mantiene por el contrario, la rivalidad austro-prusiana, que llevará a los alemanes al enfrentamiento en el campo de la economía del pensamiento y de las armas. La irrupción en toda Europa de las clases populares pidiendo no sólo cambios políticos, sino, sobre todo, cambios económicos y sociales, ha asustado a la burguesía alemana que renuncia a hacer su revolución política para asegurar su poder económico.

Al finalizar 1849, la revuelta húngara ha sido aplastada, y Austria se siente lo bastante fuerte como para dejar en claro que se propone tomar medidas militares, y si es necesario esá dipuesta a cambiar la situación en Alemania. El 19 de noviembre de 1849, Prusia abandona la idea de encabezar cualquier forma de unión, pese a que se ha ofrecido la corona a FEDERICO GUILLERMO IV. (Manifiesta que no tomará una corona del arroyo, significando con ello que hacerlo equivaldría a poner la voluntad popular por encima de la de Dios). En una reunión mantenida en Olmutz (Moravia), Prusia se plega a las demandas austríacas. Los historiadores prusianos posteriores se referirán a la “humillación de Olmutz”, pero lo cierto es que FEDERICO GUILLERMO IV no puede enfrentarse al mismo tiempo a Austria y a Rusia. Después de esto, el conservadurismo se adueña de Prusia y del resto de Alemania. Las revoluciones de 1848 resultan un fracaso en todas partes: en Francia, Italia, Austria y Alemania. En consecuencia, un flujo de liberales alemanes abandona el país, principalmente con destino a los Estados Unidos.

En los años cincuenta, comienza una época de prosperidad que se extenderá a pesar de alguna crisis, hasta 1873. Durante estos años cruciales, Alemania se convierte en una potencia industrial y Prusia será su estado más beneficiado con la transformación económica. Los banqueros más activos y los industriales más emprendedores van a parar a Prusia que, por otra parte, conseguirá marchar a la cabeza del progreso técnico y concentrar, desde principios de los sesenta, las nueve décimas partes de la producción minera y metalúrgica; esta preponderancia es también monetaria y a partir de 1857, el tálero prusiano desplazará al florín austriaco en el mercado alemán. Austria, que se ha quedado al margen de esta iniciativa en sus orígenes, experimentará en estos años una marginación económica que no tardará en tener repercusiones políticas. Sus intentos de contrarrestar la hegemonía económica prusiana en el mundo alemán nunca llegará a tener excesiva consistencia.

FEDERICO GUILLERMO IV de Prusia consigue el apoyo de una treintena de Estados en la llamada Unión restringida, que, en la fecha, vota una Constitución federal. Aparte de la resistencia de los príncipes, y del recelo de los propios nobles prusianos (Junkers) a todo lo que no fuera el fortalecimiento de Prusia, FEDERICO GUILLERMO se encuentra con la dura réplica de Austria, que está respaldada por la alianza rusa.

La fidelidad a la corona por parte de BISMARCK se ve recompensada y, en la fecha, es nombrado emisario prusiano en el Consejo de la Federación Alemana en el Parlamento de Francfort. Durante ocho años estará allí, alejado de las corrientes políticas, pero defendiendo fervientemente los intereses de Prusia, que él considera coartados por el poder austriaco.

La esperanza de la unificación alemana pasa por Prusia pero, en los años que siguieron a Olmütz, ni el rey FEDERICO GUILLERMO IV ni sus ministros parecen dispuestos a encabezar dicha política. Los junkers prusianos no parecen tener otro horizonte que el del engrandecimiento del propio reino y el primer ministro, von Manteuffel, representa la postura de sumisión a la primacía austriaca. En esas condiciones, la caída de FEDERICO GUILLERMO IV en la locura hace que su hermano GUILLERMO acceda al poder en 1858, en calidad de príncipe regente. GUILLERMO, que es persona con gran sentido de la autoridad, aunque respetuosa con las instituciones constitucionales prusianas, facilita la revitalización de las posturas liberales con el cambio de ministerio y su actitud respetuosa en las elecciones parlamentarias de ese mismo año. Es el comienzo de lo que se denominará la Nueva Era.

Fallece Federico GUILLERMO IV, rey de Prusia.