GUERRA DE ESPAÑA Y EEUU. POR FILIPINAS (1898)

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El teniente Juan Alonso que tiene el mando de los sitiados en una iglesia de Baler (Filipinas) desde el mes de junio, muere de beriberi,


El 18 de octubre, el teniente Juan Alonso que tiene el mando de los sitiados en una iglesia de Baler (Filipinas) desde el mes de junio, muere de beriberi, tomando el mando Martín Cerezo hasta el final del sitio, en junio de 1899.

En Filipinas, los españoles sitiados resisten en Baler durante 337 días.


En Filipinas, los españoles sitiados resisten en Baler durante 337 días. Cuando los sitiadores les enseñan los periódicos de Madrid para convencerles de que la contienda ha finalizado, creen que se trata de una buena imitación. Sólo se dan cuenta de que aquella prensa es auténtica cuando el teniente Saturnino Martín lee una noticia sobre el matrimonio de un amigo suyo. Ante aquella evidencia, la guarnición acepta deponer las armas. Los de Baler quedarán en la memoria popular como «los últimos de Filipinas», pero lo cierto es que continuarán regresando cautivos hasta 1902 (Cuatro de ello serán catalanes).

Tratado de París de 1898, entre España y EEUU., poniéndose fin oficialmente a la Guerra Hispano Americana.


Se firma en París, en la fecha, el Tratado de Paz -Tratado de París de 1898- entre España y EEUU., poniéndose fin oficialmente a la Guerra Hispano Americana. En este Tratado se ratifica de un modo solemne la pérdida definitiva del imperio colonial español de Ultramar: España concede la independencia a Cuba («perla de las Antillas»), bajo la protección y custodia de EEUU. y «vende» al gobierno norteamericano Puerto Rico y el archipiélago de Filipinas por 20 millones de dólares que nunca serán pagados. En el artº II del Tratado de París, se dice: «España cede a los Estados Unidos la Isla de Puerto Rico y las demás que están ahora bajo su soberanía en las Indias Occidentales, y la Isla de Guam en el Archipiélago de las Marianas o Ladrones».

El gobierno español nunca ha sabido con exactitud cuántos de sus soldados han permanecido prisioneros en manos tagalas.


El gobierno español nunca ha sabido con exactitud cuántos de sus soldados han permanecido prisioneros en manos tagalas. Eugenio MONTERO RÍOS, presidente del Senado y de la delegación española, dice que han sido entre 10.000 y 12.000, pero sin más concreción. Emilio AGUINALDO, el líder de la revolución, anota en una carta que son 11.000. Nunca se conocerá con exactitud la peripecia de aquellos militares perdidos al otro lado del mundo. Muchos de sus familiares les darán por muertos. La mayor parte pasará un auténtico calvario de penal en penal; otros incluso serán esclavizados por sus vencedores, que se vanagloriarán de tener a un oficial español como sirviente. Mientras la política española cierra los ojos tras la humillante derrota, sólo sus familiares siguen clamando por su libertad. Incluso nacerá en Madrid una revista, «El prisionero», dedicada a su vindicación. (Las naciones siempre tienen una guerra que olvidar; fracasados conflictos en los que no hay perdón para los que en ellos combaten. Incluso la sociedad se esfuerza en arrinconar su recuerdo. Filipinas fue el Vietnam español: una conflagración que no se podía ganar, a la que no se buscó soluciones y que finalmente sólo dejó tras de sí una estela de muerte y frustración.)

AGUINALDO se declara presidente de la República de Filipinas y ataca Manila.


Alcanzada la independencia filipina, y ante el incumplimiento de las promesas de EEUU. hechas a los patriotas para que tomaran parte en la lucha contra España, éstos vuelven sus armas contra el nuevo ocupante. Cuando los americanos se establecen como nuevos amos de Filipinas, AGUINALDO, su dirigente, levanta una insurrección contra ellos, como ya hiciera contra los españoles en años anteriores. Se declara presidente de la República de Filipinas y ataca Manila el 4 de febrero de 1899. Es rechazado, y los filipinos recurren a la guerra de guerrillas, poniendo en marcha una auténtica insurrección. Aguinaldo será capturado y depondrán las armas. El general norteamericano responsable, Elwell Stephen Otis, y su segundo en el mando, Arthur MacArthur, aseguran en varias ocasiones que la insurrección está sofocada, pero no es así. Continuarán demandando más y más tropas, hasta que habrá 70.000 soldados norteamericanos en Filipinas, y aun así la insurrección proseguirá.