En 1838, Granada se ve agitada por la persecución de las partidas carlistas que avanzan hasta su territorio.
CARLISMO (1830 - ...........)
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La guerra carlista no ha sido una guerra foral.
La guerra carlista no ha sido una guerra foral. Ni los carlistas o tradicionalistas han luchado por los Fueros ni los liberales lo han hecho en contra. No ha sido un problema de patrias, sino el conflicto entre dos modelos de una única patria española. Si mediada la guerra han aparecido alusiones a los Fueros en el bando carlista ha obedecido a la intención de atraerse a los notables locales, que sí estan muy interesados en conservar unos Fueros que institucionalmente les permiten el control de la provincia y son los que más se benefician de una fiscalidad privilegiada.
El final de la guerra carlista brinda a los notables locales del País Vasco la gran oportunidad.
El final de la guerra carlista brinda a los notables locales la gran oportunidad. Si al comienzo de la contienda protestaron por cualquier identificación de los Fueros con los insurrectos, al final de la misma les interesa con machacona insistencia presentar la guerra como foral para condicionar la paz al reconocimiento de los Fueros. Para ello, presionan sobre unos carlistas, mucho más interesados en la paz y el reconocimiento de grados y sueldos que por los Fueros, pero, sobre todo, cuentan con el apoyo imprescindible del Gobierno moderado de Madrid. Éste, ante un carlismo dividido, en quiebra financiera y en franca retirada militar, desea evitar un final de la guerra con el triunfo del general Baldomero ESPARTERO y, ante la radicalización democrática, busca una transacción con los carlistas para poder templar el régimen con principios tradicionales y forzar la reforma de la Constitución de 1837.
Bilbao y las otras ciudades vascas se convierten en la cabeza del incipiente desarrollo industrial.
La Primera Guerra Carlista favorece un impulso económico que, estimulado luego por las condiciones impuestas por el moderantismo y por la penetración de capitales europeos, hará de Bilbao, y de las otras ciudades vascas, un elemento de cabeza para el incipiente desarrollo industrial. Pero este desarrollo crea implicaciones que rompen los esquemas limitados de una sola región para extenderse a todo el territorio de la Monarquía. De todas formas la cuestión de los Fueros conserva su carga sentimental. Muchos vascos no saben muy exactamente en que consisten las diferencias jurídicas y administrativas pero les basta con que existan para adherirse a ellas y defenderlas.
La crisis general que se está padeciendo incrementa las filas carlistas.
La crisis general que se está padeciendo y que provoca que haya mucha gente sin trabajo, incrementa las filas carlistas. En efecto, los rebeldes llegan a contar con 10 ó 20 veces más hombres que las partidas de guerrilleros de la primera guerra.
La idea de que Carlos VI se case con ISABEL II fracasa dando paso a la Segunda Guerra Carlista (1846-1849).
La idea de CARLOS MARÍA ISIDRO es que su hijo contraiga matrimonio con ISABEL II y así termine con el porblema entre carlistas e isabelinos. El fracaso de este intento favorece el estallido, en septiembre de 1846, de la Segunda Guerra Carlista (1846-1849) desarrollada en Aragón, Burgos, Toledo, Navarra, Guipúzcoa y, fundamentalmente, en Catalunya, donde será conocida como «Guerra dels Matiners». Iniciada por los seguidores del pretendiente carlista Carlos Luis de Borbón y de Braganza a los que se unen partidas de republicanos y progresistas contrarios a la política conservadora y centralista de NAEVÁEZ. La revuelta comienza con el levantamiento de mossèn Benet Tristany en Solsona y de Pitxot en el Camp de Tarragona.
Donde se desarrolla la Segunda Guerra Carlista o «Guerra de los Matiners» se establece una dura represión.
La capacidad de movimiento de las tropas carlistas y el soporte que reciben de las poblaciones contrastan con la represión de un ejército impotente, a pesar de las diversas políticas de los capitanes generales Bretón, Manuel Pavía, Fernando Fernández de Córdoba y Manuel Gutiérrez de la Concha. En efecto, en la zona donde se está desarrollando la Segunda Guerra Carlista o «Guerra de los Matiners», se establece una dura represión oficial ordenando, incluso, la ejecución de todo aquel que porte armas o ayude a un rebelde.
El general Pavía anuncia la pacificación de Catalunya tras el fusilamiento de Tristany.
A finales de 1847, el general Pavía anuncia la pacificación de Catalunya tras el fusilamiendel sacerdote y guerrillero español Benito Tristany. También otro cabecilla, Bartomeu Porredon es asesinado a golpes de bayoneta en su propio lecho. Muertos los cabecillas parece que el alzamiento está acabado pero proseguirá todavía hasta el año siguiente. En 1822 Tristany dirigió una partida absolutista que ocupó Solsona. Destacado por su fanatismo y crueldad, combatió en la primera guerra carlista, siendo nombrado por el pretendiente Carlos V mariscal de campo. En 1846 inició el levantamiento que condujo a la segunda guerra carlista.
Renuncia de un sector del moderantismo político al liberalismo.
Las sacudidas revolucionarias de 1848 por un lado y la beligerancia antiliberal del Vaticano por otro, explican la renuncia de un sector del moderantismo político al liberalismo. DONOSO CORTÉS, que modernizará el tradicionalismo, será el referente intelectual de estos neocatólicos procedentes del liberalismo moderado, entre los que se encontrarán buena parte de los fueristas vascongados. Sólo cuando fracasarán en su intento de «gobernar en católico» con la reina ISABEL II pondrán sus esperanzas en CARLOS LUIS de Borbón y de Braganza, hijo de CARLOS MARÍA ISIDRO. Con ellos entrarán en el carlismo, además de dinero, prensa y personalidades, las ideas fueristas.
Diversas circunstancias permiten el aplastamiento del movimiento carlista en mayo de 1849.
La Revolución Francesa de 1848 reanima a progresistas avanzados, demócratas y republicanos, que levantan partidas en colaboración circunstancial con las carlistas recuperadas ahora por Ramón Cabrera, el Tigre del Maestrazgo, que vuelto de Francia, intenta transformar las partidas guerrilleras en un ejército capaz de enfrentarse con garantías a las fuerzas isabelinas. Sin embargo, la liquidación de la guerrilla de izquierdas («Fracaso de la conspiración de Montjuïc») y la política de subordinación dirigida a algunos cabecillas carlistas (Bep de l’Oli), juntamente con el proceso de recuperación económica y el cansancio del país, permiten el aplastamiento del movimiento en mayo de 1849.