Hacia el año 1770 hay ya en El Cabo una población blanca de más de diez mil habitantes, de los cuales casi las nueve décimas partes son boers (granjeros); cerca de la mitad de éstos viven en la ciudad de El Cabo y en los hermosos valles que la rodean, pero la otra mitad está constituida por los trekboers (granjeros que van en busca de nuevos pastos). Es por esta época cuando los trekboers empiezan a encontrarse con los negros xosas. Los xosas son una de las ramas de la familia bantú que ha ido descendiendo desde el interior del país en busca de nuevos pastos para sus rebaños, o sea que tienen los mismos intereses que los trekboers, con los que chocarán forzosamente.

A partir de este momento las escaramuzas entre los xosas y los boers serán incesantes y empieza una verdadera guerra con asaltos, pillajes, violaciones, asesinatos, etc. Muchas veces un granjero que esté de viaje se encontrara a su vuelta con que su granja ha sido quemada, sus familiares asesinados y su ganado robado. Estas escenas aún están reproducidas en las paredes de muchas granjas sudafricanas. La Compañía de las Indias Orientales toma cartas en el asunto y delimita los terrenos en que pueden establecerse los trekboers y los xosas, poniendo por frontera el río Fish. No obstante esta frontera será violada por ambas partes constantemente, sumiendo a esta parte de territorio en el mayor de los caos, todo ello agravado por el hecho de que uno de los principales funcionarios de la Compañía, llamado Mayner, se inclina por los xosas en sus disputas fronterizas.

Entonces los boers se dan cuenta de que la Compañía ya no sirve para nada y que su única fuerza radica en la unión de todos ellos frente al enemigo común: el bantú. La enemistad con el hombre negro se hace más profunda e implacable y es correspodida por éste con la misma intensidad. Entre blancos y negros no puede existir otra relación que la de amo y siervo, o enemigo y enemigo. El boer puede sobrevivir manteniéndose apartado, sólo así encontrará alguna esperanza para su futuro y el de su raza. Este es un punto capital para comprender la mentalidad posterior de los blancos en Sudáfrica.

Los británicos han tomado ya posesión del Cabo durante las guerras revolucionarias francesas, manteniéndola como colonia a partir de 1795, con un breve período de dominación holandesa entre 1803 y 1806.

Como consecuencia de las guerras coloniales napoleónicas los ingleses se anexionan, en la fecha, la colonia de El Cabo, en la República de Sudáfrica, arrebatándosela a los holandeses. Suprimen la esclavitud. Para compensar a los boers de lo que supone esta pérdida, les conceden una indemnización, pero los colonos la consideran insuficiente. Con los ingleses llegan los funcionarios y los misioneros, que pronto tendrán que topar con los intereses de los granjeros blancos. Especialmente los misioneros, sin proponérselo, introducen un importante elemento de discordia al acoger en sus misiones a los negros, los cuales abandonan las granjas blancas ya que en las misiones reciben mejor trato y más buen salario. También llenará de indiganción a los granjeros blancos el que un misionero llamado Vanderkemp, en su madurez, se case con una joven hotentote, cuya única dote son dos piezas de cordero y algunas cuentas de vidrio.

A partir del siglo XVII, El Cabo se convierte en una sociedad dividida en grupos claramente definidos desiguales ante la ley, y los negros libres nunca son lo suficientemente numerosos o fuertes como para romper las barreras. Los empleados de la Compañía de las Indias Orientales y los granjeros blancos establecen un predominio defendido por la ley y reforzado por la libre inmigración. Los blancos mantendrán su predominio por más de tres siglos y medio, pese a varios intentos de emancipación. En 1807 y 1838 se producen intentos parcialmente exitosos por liberar a los esclavos.

En Kalahari, los comerciantes europeos encienden el conflicto entre los diversos clanes y éstos se tornan progresivamente destructivos, lo que propiciará la llegada, a principios del siglo XIX, de la tribu oorlam nama, procedente de El Cabo, cuya tecnología militar está inspirada en la de los afrikaanders. Gracias a su estrategia de lucha, que incluye caballos, rifles y un modelo de organización basado en pequeños mandos, ellos dominan a los nama y los damara. A mediados de siglo XIX Jan Jonker, líder afrikaander de origen oorlam y herero, fundará un reino contando con el apoyo absoluto de los damara y la Nación Roja.

En el año 1815 un sirviente hotentote denuncia a su señor por malos tratos. Este patrono, llamado Bezuidenhout, hace caso omiso de los requerimientos de la justicia británica, por lo que un oficial europeo es delegado para detenerlo acompañado por soldados hotentotes; como Bezuidenhout se resiste, es muerto en la cueva en donde se esconde. En su funeral su hermano jura vengarlo, dando origen a un revuelta. Como consecuencia de ella cinco rebeldes son colgados en un lugar llamado, Slagter\’s Nek, siendo conmemorada esta efemérides en Sudáfrica por considerar que fue uno de los hitos importantes en su desarrollo.

Se inician las guerras “cafres” entre los boers (granjeros, descendientes de los colonos alemanes, franceses y holandeses que se asentaron, a partir de 1652 en Sudáfrica y que se caracterizan por su religión protestante y su idioma, el afrikaans, derivado del holandés) y los xhosa en Sudáfrica. Para satisfacer sus necesidades de mano de obra, los boers esclavizan a los indígenas. Mientras tanto, las tribus más hostiles son prácticamente exterminadas. Éste es el caso de los bosquimanos, enemigos temibles, ya que matan el ganado con flechas envenenadas. En cambio, los zulúes resistirán con éxito. Su líder, Shaka, será llamado el Napoleón negro por su genio ?tar. Brillante guerrero, ha creado nuevas tácticas y nuevas armas, convirtiendo su ejército en una fuerza irresistible que domina una amplia zona del extremo meridional de África en los primeros años de la década de 1820. Su método consiste en la destrucción, y lleva ésta a unos extremos que, en proporción, superan las acciones de Genghis Khan o de Tamerlán.

Finalmente, la insistencia de Shaka, el jefe zulú, en ejecutar a gran número de personas por razones fútiles o sin razón alguna, despierta tanto temor como para propiciar, en la fecha, su asesinato.