Mientras FERNANDO III el Santo lleva a cabo el asedio de Sevilla, el infante ALFONSO, participa en alguna forma en la revolución que se desarrolla en Portugal y ayuda con sus tropas a SANCHO II a trasladarse hasta Castilla. Cuando Portugal conquista el Algarbe, que pertenece al taifa de Niebla, vasallo de Castilla, se producen enfrentamientos entre castellanos y portugueses.
FERNANDO III el Santo, (Rey de Castilla 1217-1230)(Rey Corona de Castilla 1230-1252)
Total de piezas: 43
FERNANDO III crea un Cuerpo consultivo de doce letrados, origen del Consejo Real de Castilla.
FERNANDO III crea un Cuerpo consultivo de doce letrados, origen del Consejo Real de Castilla; instituye jueces reales y gobernadores que representan su autoridad en las provincias y evita a todo trance la guerra con los demás príncipes cristianos.
FERNANDO III intenta llevar la guerra al norte de Africa, pero en los preparativos le sorprende la muerte.
FERNANDO III intenta llevar la guerra al norte de Africa, dos años y medio después de haber entrado en Sevilla, su gran objetivo reconquistador, pero en los preparativos -en la fecha- le sorprende la muerte. (Fernando III consideraba natural continuar la reconquista en tierras africanas). Muere devolviendo a Dios, según sus palabres, «el reino que me diste, con aquel aprovechamiento que yo en él pude hacer». Será canonizado por Clemente X en 1671 y sus restos se veneran en la Capilla Real de la catedral de Sevilla. La Iglesia lo recuerda el día 30 de mayo. FERNANDO III de Castilla, que ha extendido la cultura cristiana hasta el Mediterráneo y el Atlántico, al conquistar Murcia y Cádiz, se llamaba a sí mismo «Rey de las tres religiones». El epitafio de FERNANDO III el Santo se redacta en latín, árabe y hebreo. De su tolerancia dan cuenta sus propios enemigos: cien dignatarios musulmanes, enviados por el rey de Granada, asisten con cirios en sus manos a las exequias del rey cristiano que ha sido su enemigo incansable. De sus conquistas ha dicho FERNANDO III que son «no por nuestros merecimientos, sino por los de Cristo, cuyo caballero nos somos; y por los ruegos de Santa María, cuyo siervo nos somos».