En la víspera de su gira europea con visitas a Italia, el Vaticano y España, la presidenta de Filipinas, Gloria Macapagal Arroyo, firma la abolición definitiva de la pena de muerte en su país. La abolición, aprobada por el Parlamento el día 7, supone que las condenas a muerte de unos 1.200 detenidos han sido automáticamente conmutadas y transformadas en prisión de por vida. Entre los que saldrán definitivamente del corredor de la muerte figura el joven español Francisco Larrañaga, que había sido condenado a la pena capital. El español lleva ocho en prisión, dos en el corredor de la muerte, condenado por la violación y asesinato de dos jóvenes en 1997, en un juicio con irregularidades. Aunque la familia de Larrañaga afirma que se alegraba por la abolición de la pena de muerte en Filipinas, también ha indicado que lo que busca es justicia, al asegurar que Francisco es inocente, mientras insiste en las supuestas irregularidades cometidas en su juicio. Con la abolición, Filipinas se convierte en uno de los raros países de Asia, junto con Australia, Nueva Zelanda y Timor Oriental, en los que ya no existe la pena de muerte.

El primer ministro timorés, Mari Alkatiri, dimite con la voluntad de poner fin a la ola de violencia y a la crisis política y humanitaria que afecta a la pequeña nación de Timor Oriental, nacida hace apenas cuatro años. Alkatiri se limitó a leer una corta declaración en inglés, portugués y tétum en la que aceptó su “parte de responsabilidad en la crisis” y explicó que su dimisión tiene como objetivo evitar que el popular presidente de la República, Xanana Gusmão, deje su cargo. Xanana Gusmão, considerado un héroe por los timoreses por haber liderado durante años la lucha por la independencia respecto de Indonesia, había amenazado con dimitir si Alkatiri se mantenía en el cargo.