GALILEO GALILEI, nacido en Pisa el 15 de febrero de 1564, contando 17 años, descubre el principio del péndulo, o sea que su período de oscilación es constante cualquiera que sea la amplitud de dicha oscilación.

GALILEO GALILEI consigue una cátedra de matemáticas en Padua. Aparte sus cursos de geometría, ya se dedicaba por entonces a la astronomía, siguiendo las enseñanzas de TOLOMEO, según la moda de su tiempo, sin tener en consideración a Copérnico. También en esta década, GALILEO estudia la caída de los cuerpos rodando por un plano inclinado: halla que la velocidad es independiente del peso del cuerpo, y que dicha velocidad se incrementa en una proporción constante. Esto acaba con la física aristotélica, que ha dominado el pensamiento europeo durante diecinueve siglos.

GALILEO GALILEI, construye en 1609 un telescopio de refracción y los fenómenos que observa a través de él, revolucionan totalmente su actitud científica. En adelante, todo el esfuerzo de Galileo se centrará en probar la realidad física del sistema ideado por Copérnico (sistema del mundo heliocéntrico – la tierra y los planetas giran alrededor del sol- en contra del geocéntrico -la tierra es el centro y todo el universo gira a su alrededor-, propuesto por Hiparco y Tolomeo) mediante la construcción de una mecánica que explique simultáneamente los fenómenos terrestres y los celestes.

GALILEO descubre con su anteojo la primera nebulosa (Andrómeda de Orión) y los cuatro satélites más grandes de Júpiter: (Io, Europa, Ganimedes y Calixto) llamados en su honor “lunas galileanas”. Las nebulosas normalmente se les da un nombre referido a la constelación en que se encuentran. GALILEO GALILEI publicó este año “Siderius Nuntius” (El Mensajero Celeste) que demostraba la verdad del sistema copernicano. La resonancia de la obra fue enorme. Ni Copérnico ni Kepler alcanzaron con sus escritos el éxito y hasta el entusiasmo que despertó “Siderius Nuntius”.

Varios reconocidos científicos proclaman que los descubrimientos de GALILEO son puras invenciones. Pero no es sólo envidia y malicia. Hay que tener en cuenta que los telescopios de esta época no son instrumentos exactos. Hasta KEPLER tardará meses en ver lo que ha descrito GALILEO. Y ello es debido, sobre todo, a que no se puede graduar la distancia entre el ocular y el objetivo, con lo que el aparato no se acomoda a las características de la vista de cada persona. El fracaso de otros astrónomos en el manejo del telescopio tendrá su explicación en esa deficiencia. Y el mismo Galileo no se dará cuenta de la anomalía hasta 1634.

GALILEO va a Roma atraído por su cultura y por su curiosidad sobre la astronomía, siendo muy bien recibido en el Colegio de Cardenales aunque no todos sus admiradores compartieran con él sus ideas copernicanas.

Aparece en escena el cardenal ROBERTO BELLARMINO que tanto tendrá que ver en el futuro en el caso GALILEO. Bellarmino es informado acerca de la aceptación de las tesis de Galileo. A partir de ahí, lo que empieza a plantearse eran las repercusiones que tendrían tales descubrimientos. La polémica quedaba iniciada y Bellarmino asumirá los aspectos teológicos. Galileo cayó en el error de querer demostrar que la Biblia no se oponía a sus teorías, que las contradicciones eran sólo aparentes. En su actitud pudo influir un exceso de autosuficiencia y la proclividad a considerar que los demás eran menos inteligentes que él.

GALILEO fue denunciado a la Congregación del Santo oficio de Roma la cual se pronunció el febrero de 1616 contra el sistema de Copérnico. Los expertos del Santo Oficio dictaron un fallo meramente teológico. Ello pone de relieve que ni siquiera se sometieron a deliberación las motivaciones científicas en favor o en contra de la teoría copernicana.

Y no fue el miedo a subvertir la concepción tradicional del Universo -como se ha pretendido con harta frecuencia- lo que movió a aquellos competentes eclesiásticos. Lo que les importaba, sobre todo, era liberar de toda sospecha de error al texto bíblico, puesto en tela de juicio -aunque sin pretenderlo- por el sistema copernicano. Galileo sólo fue advertido de que abandonara la línea de pensamiento de Copérnico, advertencia que según Bellarmino recibió con docilidad. Galileo, siguió profundizando en sus estudios y observaciones.

GALILEO vuelve a Roma ya que el nuevo papa URBANO VIII muestra gran interés por su obra. La acogida que se le dispensa hace palidecer el éxito habido en su viaje de ocho años atrás. Las puertas de la ciudad romana se le abren otra vez de par en par. El santo padre le recibirá seis veces en otras tantas audiencias. Ahora bien, todas estas pruebas de simpatía por parte del papa no varían la cuestión de fondo relativa a la organización del cosmos que no sufre especial alteración. GALILEO sobrevalorará, sin duda, las posibilidades que le depara la elección de aquel nuevo pontífice.