Bernadette nace en el molino de Boly de los esposos François Soubirous y Louise Casterot el 7 de enero de 1844. Dos días después, el 9 de enero, será bautizada en la iglesia parroquial de Saint Pierre de Lourdes. A los 10 meses, su madre, a causa de una desgracia, pierde la leche y ya no puede alimentarla. Es enviada a Bartrès a casa de una amiga de su madre, Marie Laguës, que la sirve de nodriza, ya que ella ha perdido a su hijo.

El 24 de junio de 1854, François Soubirous, padre de Bernadette, abandona definitivamente el molino. Empieza entonces el drama de la miseria y de los sufrimientos que los llevarán al “cachot”, una habitación húmeda y malsana de una antigua cárcel que le ofrece su primo André Sajous.

En otoño de 1855, una epidemia de peste estalla en Lourdes. Bernadette tiene 11 años y cae enferma ella también. Se cura pero le queda un asma para toda la vida, más aún, a ésta se añadirá una tuberculosis ósea a las piernas. Serán el asma y la tuberculosis las enfermedades que la llevarán a la tumba a los 35 años.

El padre de Bernadette se encuentra en la más completa miseria. No tiene trabajo fijo, está sin casa, en la calle con su mujer y sus cuatro hijos. Se aloja como puede en el “cachot”. Bernadette tiene 13 años y lógicamente sufre la mala suerte de toda la familia.

En septiembre de 1857, Bernadette vuelve a Bartrès, a casa de su nodriza Marie Laguës, ésta necesita ayuda y busca a alguien para apacentar el rebaño, hacer las tareas de casa y sobre todo ocuparse de su hijo Jean de apenas dos años. La vida de Bartrès es muy difícil. En este clima de dureza y sacrificios trata de estudiar el catecismo para prepararse a la Primera Comunión. Pero encuentra mucha dificultad, tanto por falta de tiempo como por sus capacidades intelectuales muy limitadas.

Su difícil modo de vida en Bartrès, la soledad y la nostalgia de su familia, el deseo de prepararse con más calma y seriedad a su Primera Comunión inducen a Bernadette a regresar a Lourdes. Así lo hace el 21 de enero de de 1858. En el “cachot” encuentra otra vez la miseria, la humedad y el olor nauseabundo de una habitación oscura y estrecha. Pero vuelve también a encontrar el calor de sus padres, la compañía de Antoinette y de sus hermanos.

El 11 de febrero de 1858, es jueves gordo. Bernadette -tiene entonces 14 años- su hermana Antoinette y su vecina y amiga Juana Abadie van a buscar leña para el fuego. Casi enfrente de la gruta de Massabielle se encuentran con el canal de un molino que aunque no viene muy lleno de agua es muy fría, por lo que Bernadette no se atreve a pasarlo. Sí lo hacen Antoinette y Juana que siguen adelante a lo largo del río Gave dejando a Bernadette sola. Cuando Bernadette al fin se decide hacerlo, al empezar a descalzarse, oye un ruido que parece una ráfaga de viento… levanta la cabeza hacia la gruta y ve a una señora vestida de blanco. Es la primera aparición que ve Bernadette (Mas adelante le dirá que es la Inmaculada Concepción).

Desde el 11 de febrero en que la Virgen se apareció a Bernadette por primera vez, se sucederán las apariciones por un total de dieciocho veces, hasta el viernes, día 16 de julio del mismo año -fiesta de Ntra. Sra. del Carmen- en que se aparecerá por última vez. La Virgen la hizo depositaria de un mensaje muy especial (confirmación del Dogma de la Inmaculada Concepción) y derramar innumerables gracias sobre toda la humanidad. La fuente milagrosa que ella descubrió por indicación de Nuestra Señora, en una visión, atrajo enseguida, y sigue atrayendo, a infinidad de peregrinos de todo el mundo, algunos de los cuales resultan milagrosamente curados de sus enfermedades.

Profesa en un convento Bernardette Soubirous, la vidente de Lourdes.

Bernadette será canonizada en 1933 y Lourdes se convertirá en el mayor centro de peregrinación mariano.