La agricultura en España es muy variada a lo largo de su geografía. La agricultura pobre de Castilla experimenta pocos cambios a pesar de que la propiedad está relativamente bien repartida. En Galicia se acelera el rescate de las rentas conocidas con el nombre de foros y se inicia la exportación de vacuno. En todo el Cantábrico el dinero a América produce una modernización económica, aunque modesta. Sin duda los mayores cambios en la agricultura tienen lugar en el litoral mediterráneo, en especial en el levantino y de cara a la exportación de productos como la naranja.

En la época del cambio de siglo la zona industrial por excelencia en España es Catalunya y su producción más importante la textil. En relación con el resto de España existe una notable diferencia, indicio de modernidad, pero también la industria catalana padece unas muy notables debilidades que son expresivas del propio retraso español. Tanto las materias primas, sobre todo el algodón, como las patentes proceden del exterior, por lo que la industria textil catalana no resulta competitiva a nivel internacional y necesariamente ha de apoyarse en un arancel alto. Las empresas son fundamentalmente familiares y en exceso conservadoras desde el punto de vista de la gestión.

En cuanto a la estructura social resulta difícil precisar cuántos y quiénes forman cada clase pero, en general, puede afirmarse que existen grandes desigualdades. La clase alta está formada por la nobleza, latifundistas, grandes labradores y miembros de la burguesía industrial o negocios y miembros de la élite política. Sin embargo, no puede decirse que se trata de una sociedad feudalizada, sin movilidad social y parecida al mundo del Antiguo Régimen. Gran parte de la clase dirigente, por ejemplo, está formada por burgueses nobilizados conectados con la política y el mundo de los negocios. Integran las clases medias los miembros de las profesiones liberales, burócratas y los medianos propietarios del campo y la ciudad. La clase baja, formada por pequeños agricultores, jornaleros, obreros industriales y de servicios, representa el 75% de la población activa y sufre unas pésimas condiciones de trabajo, aunque la situación del jornalero andaluz es con mucho la más dura de todas frente a la industria textil y la minería vasca. En la industria la jornada de trabajo es de 11 horas en verano y 9 en invierno con un salario de algo menos de tres pesetas diarias. Pero todavía son peores las condiciones del jornalero andaluz con un salario de un tercio o la mitad del de los obreros de la industria y sólo tiene trabajo entre el 60 y el 80% de los días del año.

España es una monarquía liberal aunque no exactamente democrática. Según la vigente Constitución de 1876, el Rey comparte el poder legislativo con las Cortes y en el Senado tienen representación, al margen del sufragio popular, sectores de la sociedad que han tenido una gran influencia en el Antiguo Régimen, como la nobleza y la Iglesia. Los liberales, a fines del siglo XIX, han introducido una serie de reformas que son más avanzadas que en otros países europeos como, por ejemplo, el sufragio universal masculino, que existe en España desde 1890 y permite la existencia en España de un electorado más amplio, por ejemplo, que en Inglaterra.

La generación de intelectuales de los años noventa del siglo XIX critican muy duramente la realidad política española. Una de sus figuras que se ha incorporado al republicanismo, Joaquín COSTA, la describe como de oligarquía y caciquismo. El principal rasgo del régimen español es la perduración de una serie de características que parecen vincularle al mundo del Antiguo Régimen en el que la influencia de unas pocas personas es consagrada por la propia estructura estamental. Ahora ya no es así en términos de estricta legalidad pero el sistema caciquil se sobreimpone a la legislación. En efecto, es el cacique quien da nombre al sistema político y esta persona, por las razones que sean, principalmente la riqueza o la influencia política, ejerce el monopolio de la vida pública local. Si esto puede hacerse es debido en parte a que existe un absoluta desmovilización ideológica de electorado que permite al cacique sustituir los programas políticos que, en realidad no interesan a nadie y ejercer un tipo de actividad más primitiva como es el clientelismo, es decir, el reparto de favores. En realidad, el caciquismo viene a resultar algo así como un modo de hacer compatible una España rural con unas instituciones modernas.

El Conde de Romanones, fue ministro de Instrucción pública y Bellas Artes con Sagasta (1901-1902), Entre los avances sociales que aprobó en este mandato, se puede citar que incorporó los sueldos de los maestros al presupuesto estatal,

De hecho el clientelismo ha existido siempre, pero lo característico de la España de la época es que impregna toda la vida política, incluso a nivel nacional. A la hora de las elecciones los políticos tienen que negociar con los caciques para lograr que éstos acepten el candidato oficial, de modo que a nivel nacional también existe la desmovilización ideológica y el clientelismo. Hay dos partidos políticos que se turnan en el poder, conservadores y liberales. En la realidad, apenas se distinguen por la procedencia social de sus miembros y en sus programas se diferencian muy poco. Existen dos grandes fuerzas que están al margen y que podrían lograr la movilización política de la que carecen los partidos del turno: el catolicismo y la república. La misión de los partidos del turno consiste en neutralizar a esa oposición, como logran durante mucho tiempo, hasta los mismos años treinta. Toda esta realidad del caciquismo reviste una extremada importancia incluso en la cúspide del Estado. En efecto, como las elecciones no son veraces y siempre las gana el partido que está en el poder, tiene muchísima importancia la concesión por el Rey del decreto de disolución de las Cortes y es el propio monarca el que debe considerar si la situación política está agotada y llamar a formar gobierno al otro partido.

En España, la regente, MARÍA CRISTINA, ha autorizado el pasado noviembre, el matrimonio de la princesa de Asturias con el pretendiente carlista, CARLOS VII. Este enlace provoca fuertes tensiones por cuanto muchos ven en él la posibilidad de un peligroso avance del carlismo. De hecho, entre los días 9 y 14 de febrero, se producen graves incidentes en Madrid ante los preparativos de la boda.

En España, el Gobierno tiene que proclamar el “estado de guerra” para conseguir sus objetivos.

Concluida su misión, cesa el conservador Marcelo AZCÁRRAGA como Presidente del Gobierno de España en el mes de febrero de 1901 y al mes siguiente, en la fecha, la reina regente, MARIA CRISTINA, encarga a Práxedes Mateos SAGASTA -jefe de los liberales- la formación de un nuevo gobierno (1901-1902) que sustituya al de los conservadores. El nuevo gabinete liberal desarrollará una intensa campaña anticlerical. Se establecerá el pago de la contribución industrial a los productos realizados en los conventos; se prohíbirá a los clérigos no titulados que realicen exámenes; se obligará a las asociaciones religiosas que se inscriban en el Registro, etc. Toda esta serie de medidas chocarán de lleno con lo establecido en el Concordato.