A finales de 1688 Europa vive la culminación de la época monárquica absolutista representada en todo su esplendor por la Francia de LUIS XIV, el Rey Sol, y mientras los soberanos creen que deben regir los destinos de sus países por designio de Dios, reciben la noticia de que en Inglaterra, JACOBO II ha sido destronado por los revolucionarios (revolución de 1688-1689).

El duque de BERWICK, hijo natural del JACOBO II, rey depuesto en Inglaterra, trama una conjura, pero se ve obligado a huir a Francia dónde llegará a ser mariscal y combatirá bajo la bandede los Borbones hasta 1734. El duque de BERWICK será un eminente personaje harto conocido en España y nada querido en Catalunya, puesto que será el jefe de las tropas francesas que tomarán Barcelona el 11/9/1714 en nombre de FELIPE V.

JACOBO II trata de recuperar el trono de Irlanda mediante una invasión de la isla, donde puede contar con el apoyo de la población católica. Desembarca en marzo de 1689.

A pesar de que JACOBO II lucha con denuedo, es derrotado -en la fecha- en la batalla de Boyne, al norte de Dublín. Así pierde definitivamente su oportunidad y JACOBO II Estuardo, marchará -en la fecha- al exilio francés. Desde entonces, los irlandeses protestantes del Norte, que han apoyado a GUILLERMO III, de la casa de Orange, han sido conocidos como “los de Orange”. (Cada año el 12 de julio la Orden de Orange celebra esta victoria). GUILLERMO desbarata, pues, el último intento de restauración católica y trae consigo el color naranja que hoy sigue distinguiendo a quienes defienden la supremacía protestante en el Ulster unido para siempre a Gran Bretaña.

JACOBO II, destronado en 1688, fallece en Saint-Germain, el 6 de septiembre de 1701, a los 68 años, exigiendo a su hijo Jacobo Francisco Eduardo Estuardo “morir antes que abandonar su fe católica”.

Muere JACOBO II de Inglaterra, víctima de una hemorragia cerebral, el 16 de septiembre de 1701 en el château de Saint-Germain-en-Laye, a los 67 años de edad, siendo sepultado en la Capilla de los Benedictinos Ingleses de San Edmundo en París. Actualmente su mausoleo está en la catedral de Saint-Germain-en-Laye, frente al castillo donde falleció. Dos placas en el ala este del edificio perpetúan su memoria.