DAVID, organiza la administración de las provincias y concentra al sacerdocio en la capital. Por medio del profeta NATAN, Dios declara que «el hijo de David» -cada uno de sus legales sucesores- se convierte en «hijo de Dios». (Hech 13;21-22) (2Sam 5;4) (1Re 2;11). Se comprende que el rey, lugarteniente de Dios, tenga una función esencial: se presenta como el responsable de la salvación de la nación delante de Dios; alrededor de él se construye la unidad política y religiosa. DAVID decide instalar el arca de la alianza en su capital. DAVID derrota a los filisteos que desde ese momento desaparecen de la historia como entidad independiente.
DAVID (Rey de Israel, antes de la escisión)
Total de piezas: 4
Al rey Saúl le sucede DAVID. Conquista a los jabuseos la ciudad de Jebú, rebautiza como Jerusalen.
Al rey Saúl le sucede DAVID (1005-955aC). Éste vence a los filisteos, a los amonitas y arameos, a los moabitas, amalacitas y edomitas y ensancha sus Estados. Conquista a los jabuseos la ciudad de Jebú, rebautiza como Jerusalén, que estratégicamente situada en el centro de Canaán se convertirá en capital del nuevo reino.
DAVID extiende el territorio israelita desde Egipto, por el Sur, hasta el valle alto del Éufrates, por el Norte.
En torno al año 1000 aC. los israelitas disponen ya de armas de hierro. DAVID extiende el territorio israelita desde Egipto, por el Sur, hasta el valle alto del Éufrates, por el Norte. La mayor parte de la costa oriental del Mediterráneo es israelita, y estos confines serán recordados siempre por los judíos como sus «fronteras naturales». (Ésta es, de hecho, una de las miserias de la historia. Cada nación rememora cómo eran las cosas en el momento de la máxima extensión y el mayor poderío, y eso es lo que considera justo y natural. Como es lógico, hay solapamientos en cada dirección, y las disputas territoriales nunca concluyen).
Fallece el rey DAVID. Le sucede en el trono su hijo SALOMÓN (955-935 aC) que no emprenderá nuevas conquistas.
Fallece el rey DAVID. Le sucede en el trono su hijo SALOMÓN (955-935 aC) que no emprenderá nuevas conquistas, pero vivirá rodeado de lujo y, durante mucho tiempo, en paz. Se aprovechará de esta paz para organizar el reino. Aliado de HIRAM de Tiro desarrollará las relaciones comerciales y la prosperidad económica. En conjunto, el reinado de este monarca se considerará más tarde como una edad de oro. Esplendoroso y magnificente, contenía en sí mismo el germen que había de truncar dicha prosperidad, ya que SALOMÓN era de la tribu de Judá, y su política de prestigio obligaba a onerosas exacciones vistas por las diez tribus del norte como un signo de opresión.