HITLER se suicida junto a su esposa Eva Braun.


Sobre las 14 h del día 30, y mientras ya se combate en los aledaños del Reichstag, HITLER come a solas con sus secretarias y cocineros. Nombra sucesor a Dónitz. Luego, tras despedirse de sus más íntimos colaboradores, se encierra con su esposa en su habitación. A las 15.30 se oye una detonación y, tras un breve silencio, ambos cuerpos son hallados sin vida. Él se ha disparado, y posiblemente ha ingerido una cápsula de ácido prúsico al mismo tiempo; para ella ha bastado con el veneno. HITLER ha dejado escrito: «Muero con el corazón feliz, consciente del valor y los éxitos de nuestros soldados en el frente, de nuestras mujeres en la patria, de los logros de nuestros granjeros y trabajadores, y del cometido, único en el mundo, de la juventud que lleva mi nombre…». Ambos cadáveres serán trasladados al exterior del recinto e incinerados, siguiendo sus previas instrucciones. Afuera la lucha sigue, y mientras el general Krebs intenta una rendición honorable ante su homólogo soviético Vasili Chuikov, Weidling llega al convencimiento de que el combate debe cesar.