Brutal asesinato del arzobispo Thomas BECKET, canciller del rey Enrique II de Inglaterra.


«No habrá paz en Inglaterra mientras Thomas esté con vida», exclama el obispo de York en presencia del monarca, y éste, en un arrebato de cólera, dice: «Sostengo y favorezco en mi reino a hombres tan cobardes y miserables que toleran vergonzosamente las ofensas que hace a su señor un clérigo plebeyo». Sobre las cinco de la tarde del día de la fecha, cuatro barones de la corte que toman por órdenes las palabras de impaciencia pronunciadas por el rey, asesinan brutalmente al arzobispo Thomas BECKET, canciller  del rey Enrique II de Inglaterra, en el interior de la catedral de Canterbury donde el arzobispo recitaba con los canónigos el oficio divino. Parece ser que el prelado no quiso defenderse ni pedir ayuda: «La Iglesia no ha de ser defendida como una fortaleza», comentarán que dijo. Las armas de los cuatro sicarios caen sobre él, manchando con su sangre los ornamentos del altar mayor. Inmediatamente comienza el pueblo a dar culto al mártir. (Este fue el «asesinato de la catedral» que prestará argumento al famoso drama moderno de T.S.Eliot.).  BECKET, apoyado por el propio Enrique II, era arzobispo de Canterbury desde 1161 y el rey confiaba en manejarlo como una marioneta. Pero el arzobispo se había convertido en un fuerte opositor al rey, y algunos caballeros adictos a éste cruzaron el canal de la Mancha y llevaron a cabo el crimen. Enrique deberá retractarse públicamente.