Nace Tomás BECKET en Londres, de un noble caballero llamado Gilberto. Estudiará primero en Londres y luego en París. Posteriormente perfeccionará sus estudios jurídicos llegando a ser nombrado archidiácono de Canterbury.
THOMAS BECKET
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MATILDE no ocupa el trono de Inglaterra. Su hijo, ENRIQUE Plantage, sucede a ESTEBAN de Blois.
MATILDE no ocupa el trono de Inglaterra, pero sí lo hace su hijo, ENRIQUE Plantagenet (1154-1189), sucede a Esteban de Blois como ENRIQUE II. Así, pues, a ENRIQUE II se le puede considerar el primer monarca Plantagenet de Inglaterra. Al llegar a Inglaterra, ENRIQUE Plantagenet conoce, a través de Teobaldo, arzobispo de Canterbury, al discípulo y confidente de éste, Thomas BECKET, que entonces ejerce el cargo de arcediano en la misma catedral. Así comienza la amistad entre las que serán las dos figuras más poderosas de la Inglaterra del siglo X. La dinastía Anjou-Plantagenet reinará en Inglaterra de 1154 a 1399 ocupando un primer rango en la política europea. Emprenderá con mucha energía la defensa de sus inmensos dominios,? que se extienden desde la frontera escocesa hasta los Pirineos.
Tomás BECKET, sajón, obtiene el nombramiento de lord canciller de ENRIQUE II.
Tomás BECKET, sajón, obtiene este año, ante el asombro de los caballeros normandos, el nombramiento de lord canciller de ENRIQUE II y la plena confianza del joven monarca, en cuyas diversiones participa, acompañándole en la caza y en la guerra. Tomás BECKET está al lado del rey cuando éste debe enfrentarse con la nobleza (de sangre y de religión) para conseguir que aporten fondos con que enfrentarse a LUIS VII de Francia. Becket era un hombre de 37 años, eclesiástico con aptitudes y vocación de administrador seglar, personaje cultivado y amable, buen cazador, excelente organizador de fiestas y tan eficaz en su trabajo de canciller (primer ministro) que se ganó la confianza y el afecto del joven soberano.
BECKET actúa a veces como un gran señor laico y no siempre parece un eclesiástico.
BECKET actúa a veces como un gran señor laico y no siempre parece un eclesiástico. Es un excelente jinete y maneja hábilmente toda clase de halcones y armas en las partidas de caza con el Rey. Frecuenta las fiestas de la corte y se muestra dicharachero y alegre, pero sin perder su dignidad, pues, a diferencia de los demás cortesanos, no es licencioso, no juega, no bebe ni blasfema. El Rey siempre le pide consejo. Becket nunca le defrauda, y la confianza va creciendo hasta convertir al canciller en un hombre siempre escuchado y respetado en la corte de Londres. Algunos adversarios, como el obispo de York, le critican continuamente. Pero BECKET no abusa de su poder ni comete a sabiendas errores políticos o injusticias. Como canciller, su suerte puede durar mucho tiempo. En algún otro cargo, en una situación más delicada o conflictiva, la «tierna intimidad» podía quebrarse y desaparecer. Y esto es lo que ocurrirá muy pronto.
Durante la guerra que ENRIQUE II desarrolla en territorio francés, muere el arzobispo de Canterbury.
Durante la guerra que ENRIQUE II desarrolla en territorio francés, muere, en una de sus campañas, el anciano arzobispo de Canterbury.
Para suceder al arzobispo fallecido en la sede primacial cantuariense escoge el rey a Tomás BECKET.
Para suceder al arzobispo fallecido en la sede primacial cantuariense escoge el rey a Tomás BECKET, juzgando que en él tendrá un servidor incondicional. Es el cargo de mayor importancia en la jerarquía eclesiástica inglesa, y con él se puede imprimir al episcopado y al clero la orientación deseada por el Soberano. Enrique quiere someter a los sacerdotes ingleses a la jurisdicción civil que, según él, debe ser la misma para todos los ciudadanos, sean clérigos, monjes o seglares. Para ello es necesario suprimír los privilegios eclesiásticos, especialmente la competencia exclusiva de un tribunal religioso para cualquier delito cometido por un sacerdote. Tomás BECKET se resiste previendo futuros roces y conflictos, más por fin ha de consentir en su ordenación y consagración, que tienen lugar en la fecha. ENRIQUE espera hacer de él un dócil instrumento, pero se hallará frente a un firme valedor de la Iglesia. A partir de este momento, de la misma manera que ha defendido su honor personal, se dedicará a mantener incorruptible «el honor de Dios». El nuevo arzobispo renuncia de inmediato a su cargo secular (la cancillería), se despoja de sus posesiones terrenales y se consagra por entero al servicio de Dios y de la Iglesia.
Se solicita que los clérigos reos de crimen grave sean juzgados por el tribunal civil.
En una asamblea de obispos y varones convocada en Westminster, en la fecha, se trata del «privilegium fori», pidiendo al rey ENRIQUE que cuando el archidiácono actúe como juez en nombre del obispo se le agregue un funcionario real y que los clérigos reos de crimen grave sean juzgados por el tribunal civil. Como todos los obispos, movidos por el primado se niegan a aceptar el segundo punto, el rey se siente ofendido y propone entonces, en términos generales, que se aprueben las «costumbres antiguas», o sea, los derechos consuetudinarios del rey en materias eclesiásticas.
En el caso de BECKET, ALEJANDRO III apoya al arzobispo de Canterbury y se enfrenta a ENRIQUE II.
El enfrentamiento de Tomás BECKET con el rey inglés ENRIQUE II por la pretensión de éste de controlar la Iglesia de Inglaterra, suscita el apoyo de ALEJANDRO III al arzobispo de Canterbury y su enfrentamiento con ENRIQUE II, su antiguo aliado.
ENRIQUE II en la asamblea de Clárendon sanciona los 16 artículos que contienen las «antiguas costumbres».
ENRIQUE II en la asamblea de Clárendon, en la fecha, hace sancionar los 16 artículos que contienen las llamadas «antiguas costumbres» y que limitan considerablemente el poder y la jurisdicción de los tribunales eclesiásticos. Por otra parte, consigue meter la discordia entre los obispos y divulga unas cartas falsificadas del papa que parecen justificar las pretensiones reales. Con excesiva condescendencia y sin suficiente reflexión, Tomás BECKET y los demás obispos aprueban dichos artículos y prometen observarlos, «salvo el orden y derecho de la Iglesia».
El papa ALEJANDRO III, es fuerte y rechaza las «antiguas costumbres».
El papa ALEJANDRO III, es fuerte y rechaza las «antiguas costumbres». En cambio, Tomás BECKET, arzobispo de Canterbury, llora su debilidad imponiéndose severas penitencias y aun absteniéndose decir misa, hasta que el mismo ALEJANDRO III le escribe consolándole y mandándole celebrar el santo sacrificio.