A pesar de su escaso número, los «camisas negras» se hacen notar por una innata violencia.


A pesar de su escaso número, los «camisas negras» se hacen notar por una innata violencia. Suele hacerse efectiva contra las sedes de los partidos y periódicos de izquierdas, locales sindicales, casas del pueblo y todo aquel que, acusado despectivamente de bolchevique sea cual sea su militancia, incurra en su ira. Entonces corre el peligro de probar el «manganello» (porra que esgrimen con suma facilidad), tomar una fuerte dosis de aceite de ricino o ver su barba afeitada (o su cabeza afeitada, en el caso de ser mujer) a manos de los «squadristi». Estos grupos, especialmente violentos aterrorizan a los obreros en huelga o a los campesinos muy reivindicativos. Sobre sus acciones, una vez alcanzado el poder, el régimen querrá correr un tupido velo.