FASCISMO

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Las condiciones que se dan en Europa después de la Guerra Mundial, ponen contra las cuerdas a las clases medias y bajas europeas.


Las condiciones que se dan en Europa después de la Guerra Mundial, ponen contra las cuerdas a las clases medias y bajas europeas. Mermada su capacidad adquisitiva, éstas comprueban con creciente angustia que la disgregación de los grandes partidos no permite constituir gabinetes sólidos que den una adecuada respuesta a sus necesidades. La situación hace que amplios sectores de la burguesía, añorando la estabilidad de los años de preguerra, propugnen soluciones autoritarias capaces de poner orden y garantizar sus recursos. Sobre todo cuando el triunfo de LENIN en Rusia es visto como un peligro exportable, en especial tras el ensayo comunista de Béla Kun en Hungría en 1919. Y es que la imagen de los mutilados de guerra (cerca de un millón sólo en Francia) pidiendo limosna en las calles es un constante recordatorio de que la miseria puede estar a la vuelta de la esquina.

Mussolini organiza el «fascio di combattimento» («haz de combate») inmediatamente después de la guerra.


En Italia bulle la insatisfacción por los inútiles sacrificios de la guerra y por el fracaso en obtener ganancias sustanciosas en los tratados de paz. La deuda nacional, el paro y la inflación auguran tiempos de penuria, y los socialistas más radicales evolucionan hacia el comunismo y demandan la revolución.  Los comunistas están muy lejos de tener éxito, pero la simple amenaza es suficiente para aterrorizar a los hombres de negocios y a los terratenientes, que se muestran dispuestos a sostener a cualquier grupo que imponga su control sobre las clases bajas insatisfechas, y ello empleando todos los medios, incluidos la fuerza y el terror. Las derechas encuentran a su hombre en la persona de Benito Mussolini, el ex socialista al que han comprado en 1915 y que a continuación se convierte en un halcón de la guerra y en un nacionalista. Percatándose astutamente de dónde está el camino hacia el poder, Mussolini organiza el «fascio di combattimento» («haz de combate») inmediatamente después de la guerra, el 23 de marzo de 1919. Se trata de un grupo de matones dedicados a hacer víctimas de la violencia a quienes desean la reforma incluso por medios pacíficos.

La huelga general decretada por los sindicatos milaneses en abril de 1919 permite que el recién nacido fascismo muestre en público sus actitudes.


La huelga general decretada por los sindicatos milaneses en abril de 1919 permite que el recien nacido fascismo muestre en público sus actitudes. El saqueo y posterior incendio de la redacción del diario socialista Avanti!, que en otro tiempo ha dirigido el propio MUSSOLINI, por sus seguidores es una prueba palpable de cuáles van a ser sus métodos. Y la tolerancia, que no connivencia, de la policía mostrará a Italia cuál será la postura de las autoridades ante el nuevo movimiento.

A mediados de año, la ciudad adriática de Fiume es puesta bajo la administración de la Sociedad de Naciones.


A mediados de año, la ciudad adriática de Fiume es puesta bajo la administración de la Sociedad de Naciones. Pronto se producen incidentes entre la guarnición francesa y la italiana alli destacadas, que aconsejan la retirada de ésta última y la disolución de las unidades de voluntarios proitalianos. Ello provoca un fuerte malestar en las filas del ejército, que considera tal hecho, al igual que la mayor parte del país, como una renuncia expresa a una parte del territorio nacional. Las distintas agrupaciones fascistas comienzan una campaña de agitación reclamando la cesión de Fiume a Italia y atacando al gobierno por su pasividad y sumisión a los intereses extranjeros. Poco después, un grupo de oficiales ofrecen al poeta nacionalista Gabrielle D’Annunzio la jefatura de una columna para «reconquistar» la ciudad, a lo que éste accede. MUSSOLINI que en público le da soporte, en privado teme que D’Annunzio le reste popularidad.

Para un gran número de italianos, la victoria en la Primera Guerra Mundial o Gran Guerra, tampoco supuso el fin de los problemas.


Para un gran número de italianos, la victoria en la Primera Guerra Mundial o Gran Guerra (Esta guerra se conoce también en Italia por la «Cuarta Guerra de la Independencia») tampoco supuso el fin de los problemas. A los 670.000 muertos ocasionados por el conflicto habrá que añadir otros 400.000 causados por la gripe española. Mientras, la economía une a los problemas una serie de malas cosechas, especialmente de cereales, que obligan al gobierno a importaciones masivas para evitar el desabastecimiento. Con ello, no sólo se desequilibra aún más una balanza comercial claramente deficitaria, sino que se hunden los precios de referencia de los agricultores autóctonos, que ven disminuir sus rentas y aplazarse sine díe el reparto de tierras prometido antes de su incorporación al ejército.

Tampoco los oficiales, procedentes de las clases medias, encuentran a su vuelta los puestos de trabajo de que se creen merecedores.


Tampoco los oficiales, procedentes de las clases medias, encuentran a su vuelta los puestos de trabajo de que se creen merecedores. Es la consecuencia de la contracción de los servicios y de la obligada reconversión de las grandes industrias de guerra: Fiat, Ansaldo, Breda… La subsiguiente inflación (825% en 1920 respecto a 1913) les hace temer una repentina proletarización, y la visión de quienes se han enriquecido con la guerra, llamados despectivamente «pescicani» (tiburones), no hace sino aumentar su descontento. Pero lo que más les afecta es la impresión de que han luchado en vano traicionados por sus propios aliados (Triple Entente): nacía el mito de la «victoria mutilada».

A pesar del acuerdo firmado con Francia y Gran Bretaña, Dalmacia e Istria pasan a formar parte del nuevo reino de Yugoslavia.


A pesar del acuerdo firmado con Francia y Gran Bretaña en abril de 1915, Italia ve con estupor que Dalmacia e Istria pasan a formar parte del nuevo reino de Yugoslavia y que también se le excluye del reparto colonial. De nada sirve que el primer ministro, Vittorio Emanuel Orlando, abandone la conferencia de paz. Sua aliados no ceden por lo que poco después tendrá que dimitir, siendo sustituido por Nitti. El descontento se generaliza. Se culpa al Estado de ineficaz. El Partido Liberal, que ha dominado la vida política italiana durante decenios, ve el surgimiento de un serio competidor en el Partido Popular Italiano, creado por el sacerdote siciliano Don Sturzo. Pero además asiste impotente al comienzo de un proceso de agitación social conocido como el bienio rojo. En él resultan frecuentes los saqueos y las ocupaciones de fábricas y fincas, avivados por el eco revolucionario que llega de la Rusia Soviética. En este ambiente nacerá el fascismo.

El extravagante poeta italiano Gabriele D’Annunzio, al frente de una banda de saqueadores, se apodera de la ciudad de Fiume.


El gobierno democrático de Italia, débil y él mismo temeroso de la izquierda, no puede contrarrestar de manera efectiva el creciente poder de los fascistas. Su desdichada política exterior también contribuye a desacreditarle. Fiume es un puerto del Adriático Norte, muy cerca de la frontera entre Italia y el nuevo Estado de Yugoslavia. Ambos países desean incorporarse Fiume, pero el presidente Wilson se ha negado a cederlo a Italia, y desea convertirlo en ciudad libre, esto es, que no pertenezca a nación alguna. El 12 de septiembre de 1919, el extravagante poeta italiano Gabriele D’Annunzio, al frente de una banda de saqueadores, se apodera de la ciudad. El gobierno ordena el bloqueo militar de la misma, pero se abstiene de intervenir, lo que permite que D’Annunzio cree su propia «corte». La falta de autoridad del gobierno italiano y las protestas internacionales fuerzan a Nitti a disolver las cámaras y convocar elecciones generales, que son fijadas para noviembre. Los fascistas se enfrentan a su primera contienda electoral.

Los seguidores de MUSSOLINI no obtienen ninguno de los 508 escaños en juego.


El Programa electoral de los fascistas cuenta con alusiones anticapitalistas, anticlericales y antimonárquicas, pero a pesar de los esfuerzos de sus militantes, los resultados electorales significan un rotundo fracaso, y los seguidores de MUSSOLINI no obtienen ninguno de los 508 escaños en juego. Sin embrago, el casi 50% de abstención es interpretado como un repudio generalizado al sistema. Ello reportará importantes beneficios políticos para el movimiento, que al finalizar este primer año, 1919, cuenta con 56 fasci y unos 17.000 afiliados, llegados en su mayor parte a través de la Asociación Nacional de Arditi que les sirve de trampolín.

A pesar de su escaso número, los «camisas negras» se hacen notar por una innata violencia.


A pesar de su escaso número, los «camisas negras» se hacen notar por una innata violencia. Suele hacerse efectiva contra las sedes de los partidos y periódicos de izquierdas, locales sindicales, casas del pueblo y todo aquel que, acusado despectivamente de bolchevique sea cual sea su militancia, incurra en su ira. Entonces corre el peligro de probar el «manganello» (porra que esgrimen con suma facilidad), tomar una fuerte dosis de aceite de ricino o ver su barba afeitada (o su cabeza afeitada, en el caso de ser mujer) a manos de los «squadristi». Estos grupos, especialmente violentos aterrorizan a los obreros en huelga o a los campesinos muy reivindicativos. Sobre sus acciones, una vez alcanzado el poder, el régimen querrá correr un tupido velo.