El 14 de septiembre de 1812, NAPOLEÓN entra en Moscú convencido de que los rusos harán alguna oferta de paz. Pero tan pronto como su armada acampa en la ciudad cuyos habitantes han sido evacuados precipitadamente, ésta comienza a arder por los cuatro costados. (Todavía no se sabe, en 2015, si el incendio es provocado o accidental). En cualquier caso, el fuego fuerza a los franceses a acampar en las afueras y los conduce a una creciente desmoralización. Los incrédulos soldados no comprenden cómo su hasta entonces omnipotente emperador no ve lo que parece evidente: que los rusos no tienen intención alguna de firmar la paz, y que la «Gran Armée» está siendo progresivamente rodeada. Están atrapados en una ciudad que carece de los suministros necesarios para sobrevivir al invierno. La violación del Kremlin y la devastación de Moscú desatan las iras del Zar hacia su antaño admirado NAPOLEÓN. Es el punto de no retorno. ALEJANDRO I se niega a rendirse y menos a pactar con él cuando NAPOLEÓN, sin víveres ni munición, pide una entente. «No más paces con NAPOLEÓN. O él o yo, o yo o él, no podemos reinar juntos», fue su grito de guerra.

