El 18 de enero de 1871, BISMARCK, ministro presidente de Prusia, principal protagonista de los actuales acontecimientos, convence a todos los Estados alemanes, abrumados de temerosa admiración y agradecimiento, de que acepten la fundación de un \»Imperio alemán\» -el II Reich- que incluirá toda Alemania (pero no Austria), bajo el rey GUILLERMO I de Prusia, que se convertirá en emperador -kaiser- (1871-1888). Como una humillación añadida que se infiere a Francia, el nuevo Imperio alemán se proclama en el Salón de los Espejos de Versalles, el centro mismo desde el que Luis XIV ha dominado Europa casi dos siglos antes. El Imperio alemán no es un Estado completamente unitario. Si bien posee un idioma -el alemán- y un patrimonio literario comunes, el Norte es protestante y el Sur y el Oeste, católicos. Prusia, que domina el Imperio, es mayoritariamente protestante. Prusia supone dos terceras partes de la población y de la superficie del nuevo imperio. Berlín, futura capital alemana, se encuentra dentro del territorio de Brandeburgo.
