Por otra parte, el Papa ALEJANDRO III encarga a los cistercienses una predicación contra los cátaros, pero sin dejar de exhortar a los nobles a tomar las armas para la defensa del pueblo fiel contra los herejes. El fundamentalismo cristiano medieval ha convertido al hereje en el máximo delincuente social. El rey recibe su autoridad de Dios; por lo tanto el hereje amenaza con su disidencia no sólo el orden religioso sino el orden civil y la estabilidad del Estado. Es natural, pues, que los reyes y los nobles colaboren en la labor de represión.
