En 1703, PEDRO II de Portugal firma con Inglaterra el Tratado de Methuen que le convierte en un apéndice de la economía británica, consagrando la situación comercial que desde hace unos años ya es un hecho y condenando a Portugal al monocultivo vinícola e impidiendo la recuperación de su economía. Inglaterra, por su parte, garantiza la independencia portuguesa, la compra de los vinos de Oporto y se convierte en el gran proveedor de Portugal de lana británica y tejidos de esa fibra. Todo ello desemboca en una estrecha unión económica y política entre ambos países.
