Los pueblos solutrenses son portadores de un utillaje y unas técnicas muy diferentes a las de sus predecesores. En la Península Ibérica, aunque están representadas todas las etapas del Solutrense, hay cierta diversidad regional. En el Cantábrico, desde Asturias hasta los Pirineos occidentales, el Solutrense tiene su yacimiento más característico en la cueva de San Román de Cándamo y en las del Castillo, Bolinkova, Santimamiñe, etc. Otros yacimientos de la región son Cucto de la Mina y Peña del Cándamo, en Asturias, los Hornos de la Peña, Cueva Morín y Cueva Chufin, en Cantabria, y Aizbitarte IV, en Vasconia.

Antes de la existencia de la tribu vascona, existen los barskunes (posiblemente el término “vascones” derive de éste) etnia que se encuentra dividida en dos, la de las montañas pirenaicas de Navarra, que son barskunes culturalmente más puros y sin grandes influencias íberas; y por otro lado los barskunes de la llanada la ribera del Ebro. Los montañeses conquistarán a los barskunes celtiberizados de la llanada y la ribera del Ebro. De su mestizaje surgirán la tribu que conocemos hoy en día con el nombre de vascona.

El hombre de Cro-Magnon, asentado en la zona cantábrica oriental y en los Pirineos, evoluciona a lo largo de estos años, por la unión con tribus caucásicas, dando lugar a una etnia cuya lengua es el protoeuskara. Este grupo humano se extiende en el Magdaleniense a un lado y a otro de los Pirineos y posteriormente se divide en diferentes tribus (vascones, aquitanos, autrigones, caristios, iacetanos y várdulos). Cada una de estas tribus poseerá su propio idioma surgido de la evolución del protoeuskara, siendo la lengua de los vascones, el euskara, la única lengua que sobrevivirá hasta la actualidad de este grupo lingüístico. (Hoy en día se pueden encontrar individuos de este grupo, aunque viéndose atenuados sus caracteres debido al mestizaje, en Burgos, La Rioja, norte de Aragón, norte de Catalunya y Aquitania. Zonas en las que antiguamente se hablaba euskara. Siendo en el País Vasco continental y peninsular, así como en Navarra, donde se ha conservado mejor este subgrupo, fruto de la endogamia y por lo tanto, menor mestizaje, surgidos del aislamiento en el que han vivido los individuos de esta zona, durante milenios, del resto de sus vecinos peninsulares y continentales).

Los vascones se ven más y más arrinconados en los valles del Pirineo Occidental y comarcas inmediatas como consecuencia de las invasiones celtas que se adentran en la península. La escasa difusión de su lengua la hace no apta como medio de intercambio a poco que crezca la distancia.

Durante los siglos III y parte del II a.C. los vascones se expanden hacia el este, hasta parte de la futura Catalunya, vasconizando la tribu jacetana y parte de la ilergeta. Lo que acarreará la pérdida de sus idiomas que eran de la misma familia lingüística que el euskara de los vascones (en el caso de los jacetanos), y por otro lado, la desaparición de la lengua íbera hablado por los ilergetas, ya vasconizados después de esta expansión.

En unos setenta y cinco años Roma se ha adueñado de casi toda la Península Ibérica -Hispania-. No obstante, al norte del Duero y a lo largo de la cornisa cantábrica, permanece un amplio espacio poblado por tribus sin someter. Se trata, principalmente, de los vascones localizados en lo que hoy es Navarra, la provincia de Huesca hasta el Gállego y el este de Alava, los caristios en Vizcaya y Alava hasta el sur de Vitoria, los vardulos en Guipuzcoa y una parte de Alava, los berones el resto de Alava y los autrigones al oeste. Para los romanos, estas comarcas son tierras lejanas. Apenas si establecen diferencias entre unos pueblos y otros de los que se alinean a lo largo del litoral cantábrico. Tierras pobres y estériles, de robles y encinas, escasas en cereal y en donde, para horror de los latinos, se cuece pan de bellotas.

El hecho de que tanto los romanos como las tribus vasconas tengan los mismos enemigos comunes, da lugar a un buen entendimiento. Mientras los romanos colaboran con las tribus vasconas en expulsar a los celtas de tierras pirenaicas, las tribus vasconas colaboran con los romanos en sus guerras contra los cántabros y astures de origen celta. Así, pues, como aliadas imperiales que son las tribus éuscaras, las zonas que son conquistadas por los romanos a los celtas, son posteriormente repobladas por población de estas tribus vasconas, lo que conlleva una extensión de las lenguas de la familia éuscara hacia el sur.

A través de esta buena relación, se asientan colonos romanos al sur de las tierras de estas tribus y en zonas mineras como las de Somorrostro en Autrigonia (Bizkaia) o en las llanadas de Aquitania, lo que dará lugar a las colonias romanas de la Novempopulania (nueve pueblos), Aquitania Prima y Aquitania Secunda, en lo que hoy en día se conoce como Aquitania o Gascuña. Unos asentamientos que darán lugar siglos después al surgimiento de las lenguas y culturas pirenaicas de origen latino fruto del mestizaje de vascones y latinos (castellana, navarro-aragonesa, dialecto occidental del catalán y dialecto gascón del provenzal u occitano).

En el territorio actual de Aragón, donde los vascones colaboran con los romanos en las guerras contra los celtíberos, una vez derrotados éstos en el año 72 a.C., la colaboración vascona es recompensada por los romanos con la jurisdicción sobre amplios territorios del Aragón occidental. Estos territorios, al sur, llegan a 15 km de la que será Cæsar Augusta, la actual Zaragoza fundada por los romanos sobre la población ibérica de Salduba. Pero los romanos no tardarán en decidir la conquista total de la Península Ibérica, y, por lo tanto, también de la zona del Cantábrico.

Del 38 al 27 aC, los romanos consiguen conquistar una parte de la zona norte de Hispania donde se encuentran las tribus de los autrigones, caristios, vardulos, berones y vascones…