PAZ DE WESTFALIA (1648)

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A la conferencia de Münster (Westfalia), ha de asistir un delegado catalán, Josep Fontanella, como asesor de los franceses.


A la conferencia de Münster (Westfalia) que reúne a los principales contendientes de la guerra de los Treinta Años, ha de asistir un delegado catalán, Josep Fontanella, no con la categoría de embajador, sino en calidad de asesor de los representantes de Francia para los asuntos de Catalunya. Pero antes de que se abra la conferencia, Fontanella es expulsado por sus colegas de delegación por la osadía de pretender hacer proposiciones de paz por su cuenta.

Se firma la Paz de Westfalia que termina la “Guerra de los Treinta Años”.


En esta fecha, se firma en Münster, el segundo de los dos tratados que constituyen el Tratado de Westfalia -o la Paz de Westfalia- que rubrica el final de la “Guerra de los Treinta Años” (El primero es firmado el 15/5/1648 en Osnabruck). Las negociaciones correspondientes han tenido lugar, a lo largo de los pasados cinco años, en las localidades de Münster y Osnabruck, en la provincia alemana de Westfalia, al noroeste de Alemania. La “Guerra de los Treinta Años” ha sido el último conflicto significativo por causas religiosas. Unos ciento treinta años después de que Martín Lutero iniciara la Reforma, Europa se rendía por fin a lo inevitable: que el continente iba a quedar permanentemente dividido entre católicos y protestantes. El poder imperial es de hecho eliminado.

El conjunto de los textos de la Paz de Westfalia confirma el fracaso de las ambiciones de los Habsburgo de Viena.


El conjunto de los textos de la Paz de Westfalia confirma el fracaso de las ambiciones de los Habsburgo de Viena y la victoria de la política francesa. No sólo se confirman las cláusulas de la Paz de Augsburgo, sino que en adelante los calvinistas comparten con los luteranos todas las ventajas otorgadas a éstos. Además, aunque los príncipes son dueños de fijar oficialmente la religión de su Estado, los súbditos que no sigan la elección del príncipe ven reconocido el derecho a quedarse en el país y a practicar su culto a título privado. En lo que concierne al problema de la secularización de bienes eclesiásticos, se decide reconocer como perpetuamente válida la situación efectiva del 1 de enero de 1624, que obliga a los católicos a renunciar a casi todas las restituciones realizadas en su favor, en virtud del edicto de 1629.

Tras la Guerra de los Treinta Años el poder político del título imperial queda mermado


Tras la Guerra de los Treinta Años el poder político del título imperial queda mermado, al obtener los estados alemanes la plena soberanía para administrar sus asuntos. Desde entonces se obliga al emperador a tener que contar con el visto bueno de estos estados a través de la Dieta para poder llevar a cabo las escasas atribuciones que ha retenido como cabeza del imperio. En efecto, según los términos del tratado, la soberanía y la independencia de cada estado del Sacro Imperio Romano Germánico se reconoce completamente, al quedar el emperador prácticamente sin poderes; además, la religión de cada Estado alemán será determinada por su príncipe; se acepta la situación existente en 1 de enero de 1624 en el aspecto religioso, al establecer que las propiedades de los Habsburgo, el sur y el oeste de Alemania sean católicos, se reconoce la fe reformada y los protestantes pueden mantener las propiedades adquiridas. Políticamente, el Sacro Imperio Romano Germánico (ó I Reich), continúa con tal denominación, pero ha perdido todas las pretensiones a la universalidad o efectividad del gobierno centralizado.

En la Paz de Westfalia, se olvidan de los derechos de la Iglesia y los príncipes le arrebatan sus propiedades.


En la Paz de Westfalia el principio mantenido en la Dieta de Augsburgo (1555) -cuius regio, eius religio- se aplica a la letra, y como en el Sacro Imperio (o I Reich) hay por lo menos trescientos cuarenta y tres príncipes soberanos, el país se convierte en un rompecabezas de principados, ducados, etc., cuyos? gobernantes son a la vez dueños y señores tanto en lo político como en lo religioso. El Sacro Imperio se convierte en una república de monarquías. Se olvidan de los derechos de la Iglesia y los príncipes le arrebatan sus propiedades. En el tratado ni se menciona al Papa; sus protestas caen en el vacío. La voz de la Iglesia, tan respetada en otros tiempos, no halla ningún eco. Se inicia la época de los exacerbados nacionalismos que debilita la autoridad imperial. El Papa se niega a ratificar los tratados e incluso los declara “perpetuamente nulos”. La Paz de Westfalia, por otra parte, concede la mayoría de Alsacia al reino de Francia, y asegura la división de los territorios alemanes.