Nace en Coblenza (Alemania), Lotario Wenceslao Nepomuceno, después conde de Metternich y gran director de la política europea en los tiempos napoleónicos y posnapoleónicos.

METTERNICH es nombrado Ministro de Asuntos Exteriores y canciller de Austria en 1809. Dirigirá la política austríaca hasta 1848. Será representante de Austria ante Europa durante treinta y nueve años. La habilidad diplomática de METTERNICH conducirá a Austria a través de los peligrosos años 1809 a 1813, y hará de ella el centro del orden europeo que seguirá a la caída de NAPOLEÓN. Su desgracia será durar más que la generación hastiada de la guerra y sobrevivir en una Europa que requería ideales más positivos. METTERNICH, como los demás estadistas europeos de 1815, supondrá que cualquier nueva amenaza contra el orden establecido vendrá en el futuro de Francia, y su política exterior será proyectada para conjurar el espectro de NAPOLEÓN. Mantener la paz entre Rusia y Austria será el mayor logro diplomático de METTERNICH.

METTERNICH, canciller austriaco, se opone a la unificación alemana para salvaguardar el papel dirigente de Austria en la Confederación Germánica.

Esta Confederación de Estados Germánicos estará presidida por el emperador de Austria, y, aunque se trata de una autoridad más moral que real, resulta indudable la influencia austriaca como gran potencia. Su principal objetivo será mantener la autonomía política de los príncipes alemanes e impedir la hegemonía de Prusia. Durante el tiempo de su duración, Austria tendrá que reprimir constantes movimientos liberales y constitucionalistas en los diversos estados, agravados después de 1847 por el auge del nacionalismo. Gracias sobre todo a la personalidad del canciller METTERNICH (1815-1848), Austria recuperará la mayor parte de los territorios perdidos y se convertirá en el bastión y gendarme del absolutismo en Europa; sin embargo, no podrá impedir la proliferación del ideario liberal. En la práctica, la Confederación se convertirá en un instrumento de la política del conde de METTERNICH, ministro austríaco de Asuntos Extranjeros. Austria se fija como objetivo la creación de un frente conservador, para afrontar los brotes de liberalismo y nacionalismo revolucionario que surgen por toda Europa. Con este fin se celebrarán en los años siguientes una serie de Congresos.

Al morir Francisco I, primer emperador de Austria, es elegido segundo emperador de Austria su hijo primogénito Fernando I (1835-1848), rey de Bohemia (1836) y de Hungría (1830-1848), con el nombre de FERNANDO V. A pesar de su escasa capacidad, se considera de gran importancia hacer valer los principios de herencia de un imperio en el que el único elemento común es la monarquia. En su tiempo, METTERNICH sigue siendo el auténtico gobernante de Austria. Pero ninguna reforma importante se realiza y en el interior de la Confederación empiezan a surgir núcleos locales de oposición, basado sobre todo en reivindicaciones nacionalistas: en Hungría, Croacia, Serbia, Bohemia.

La «Primavera de los pueblos» nacida en París en febrero, se extiende a Austria. Austria, a pesar de haberse convertido en 1815 en el gendarme del absolutismo en Europa, no puede impedir la proliferación del ideario liberal. Del 13 al 15, primera insurrección en Viena, que hace huir a Metternich. Los obreros y estudiantes, levantan barricadas, hacen frente a los soldados e invaden el palacio imperial. El emperador FERNANDO I pide a METTERNICH una explicación acerca de lo que está sucediendo, a lo que el Primer Ministro responde “Están haciendo una Revolución”, a lo que el emperador, al parecer responde: “Ya, ¿Pero tienen permiso? (Ja, dürfen’s denn des?)”. Fernando I sacrificará su espíritu absolutista y aprobará una Constitución.

Tan aturdido y asombrado se ve el gobierno de Viena, que METTERNICH, canciller, ante el asombro de Europa, dimite y huye, disfrazado, a Inglaterra. La revolución se extiende por el Imperio y por toda Italia y Alemania. (Regresará a Viena en 1851, y allí vivirá tranquilamente hasta su muerte en 1859)

Windischgratz, jefe de gobierno austríaco, dirigente reaccionario, ante las revoluciones de 1848 comprende la necesidad de un nuevo y joven emperador, pues FERNANDO I se ha comprometido irreversiblemente a causa de su vinculación con el odiado METTERNICH que ha huido. FERNANDO I es obligado a abdicar en su hermano Francisco Carlos. Pero al renunciar éste a la corona, su ambiciosa esposa Sofía de Baviera logra que el primero de sus hijos varones, Francisco José, sea coronado al cumplir dieciocho años como FRANCISCO JOSÉ I (1848-1916). En su diario FERNANDO I escribe: “El asunto acabó con el nuevo Emperador arrodillado ante su viejo emperador y Señor, debo decir, yo, pidiéndole su bendición, la cual di, poniendo ambas manos sobre su cabeza y haciendo el signo de la Santa Cruz… entonces lo abracé y besé a nuestro nuevo Señor”.