En relación al acto de adoración que JESÚS recibe de unos magos de oriente, los estudiosos del mundo antiguo creen que los “Reyes Magos” podrían haber iniciado su viaje en Hamadán, Ahwaz o Basora. Concretamente el Evangelio de Mateo será la única fuente bíblica que mencione a unos magos quienes, tras seguir una estrella, buscan al «Rey de los Judíos que ha nacido» en Jerusalén, guiándoles dicha estrella hasta Jesús nacido en Belén, y a quien ofrecen ofrendas de oro, incienso y mirra.

Palestina, en estos años, es un lugar recóndito del Imperio romano. Conquistada por Pompeyo en el año 63 aC, está gobernada por los procuradores con sede en Cesarea, a orillas del Mediterráneo. Pero Roma ha instaurado en Palestina una monarquía títere originaria de Idumea. En realidad es una forma de insultar al pueblo de Israel haber colocado en el trono de David y Salomón a unos personajes como HERODES el Grande y sus sucesores que no son judíos, ni creen en el Dios de los judíos, ni tienen más argumento que la fuerza, la crueldad muchas veces, y siempre la sumisión a Roma. Esta división de poderes que se da en Palestina, refleja la especial situación y consideración que los judíos han conseguido de Roma.

Ya en los postreros años de la vida de HERODES el Grande, le toca vivir fuertes discordias en su propia familia, que pretende solucionar mediante la pena capital de tres de sus hijos con el visto bueno de los romanos, la última de las tres muertes ejecutadas pocos días antes de que muera el propio rey.

Muere en Jericó HERODES el Grande (Poco antes de la Pascua del año 750 de la era romana u.c.) sin haber visto acabada su obra de reconstrucción del templo de Jerusalén. Su impopularidad en Judea y el vivo recuerdo del asesinato de su padre le han convertido en un tirano en su vejez. Palestina ha visto aumentar su prosperidad gracias al orden interno, la paz y el aumento del comercio incentivado por HERODES. Pero esta situación se ha deteriorado durante los últimos tiempos de la vida de este rey. Por otra parte, HERODES se hallaba en unas relativas buenas relaciones con los fariseos, que observan estrictamente la Tora (las Escrituras) y la legislación bíblica, a diferencia de los saduceos, que valoran la tradición oral.