Fiódor tiene un hermano menor, Iván, a la sazón de 16 años, deficiente mental. Hay quienes desean que en su lugar reine un hermano de Iván, hijo de Alejo y de su segunda mujer. Se llama Pedro, sólo tiene 10 años y es de alta estatura, sano e inteligente. Iván tiene una hermana, Sofía, asimismo hermanastra de Pedro. Cuenta 25 años y es ambiciosa. Desea que Iván sea zar, porque podrá manejarle mejor. Así pues, maniobra para que estalle un levantamiento de los Streltsí (guardia palaciega) en favor de Iván. Algunos de los que sostienen a Pedro son aniquilados, pero el propio Pedro se salva. El resultado es que Iván y Pedro son nombrados cozares como Iván V y Pedro I (1682-1725), en tanto el poder real lo ostenta Sofía como regente. Sofía se mantendrá en esa función durante siete años, en cuyo transcurso se desarrollarán dos infaustas campañas contra los tártaros de Crimea y se firmará un tratado en el Lejano Oriente. Hasta 1696 en que morirá Iván, teóricamente gobernarán juntos ambos hermanos.

El joven PEDRO I, zar de Rusia, ahora con 17 años, fuerte y vigoroso, ha reunido un grupo leal con cuya ayuda derroca a la regente Sofía. Se convierte en el efectivo gobernante de Rusia, aunque cuida de conservar el título de coemperador a su hermano, hasta la muerte de éste en 1696. PEDRO reconoce, como no lo hiciera ruso alguno antes que él, que su país está abocado a la derrota ante sus enemigos occidentales mientras permanezca tecnológicamente atrasado. Tiene, pues, que aprender de Occidente y adoptar sus métodos. PEDRO inicia un intenso programa de autoaprendizaje que sin duda hubiese quebrantado a alguien menos enérgico que él.

El interés de PEDRO I -zar de Rusia- por los barcos implica la necesidad de una salida al océano. Aun antes de su viaje a Occidente, su mirada se ha dirigido al mar Negro, bloqueado por los tártaros de Crimea, contra los cuales ha fracasado en dos ocasiones Sofía. En 1695, con anterioridad al viaje, lanza una ofensiva sobre Azov, el puerto más septentrional del mar Negro. También fracasa, porque carece de barcos para bloquear la ciudad. Así pues, construye los barcos y navega río abajo por el Don hasta Azov, y el 28 de julio de 1696 toma la plaza. No es suficiente para abrirle el mar Negro, pero significa un principio.

El zar PEDRO I emprende entre 1697 y 1698 uno de los viajes más insólitos que haya realizado nunca un soberano: acompañado de una delegación de 250 personas, Pedro recorre con nombre falso Europa occidental. Quiere hacerse una idea de las diferentes organizaciones estatales y sus sistemas económicos y sociales. El zar sólo se da a conocer en las cortes. Pero la vida cortesana no forma parte, en realidad, del mundo de Pedro. Se interesa más por la técnica y la economía, asiste a clases de mecánica y visita a personas eruditas en sus talleres para observar de reojo lo que hacen. Al parecer llega, incluso, a trabajar diez meses en astilleros holandeses e ingleses como carpintero naval bajo el nombre falso de Piotr Mijáilov con el fin de aprender cómo construir buenos barcos. Su conducta absolutamente insólita servirá de inspiración para las obras de algunos poetas y músicos, ejemplo la ópera de Albert Lortzing titulada “Zar y carpintero”. El zar regresa a Rusia con sus nuevos conocimientos y con unos mil especialistas en diversas materias contratados por él.

Las naciones circundantes —Dinamarca, Polonia y Rusia—, todas las cuales han sido derrotadas en uno u otro momento por el padre o el abuelo del rey, se alian ahora con el propósito de aprovecharse del muchacho que ocupa el trono, para ganar territorio a expensas de Suecia. Así, se constituye la Triple Alianza firmada en Copenhague entre CRISTIAN V de Dinamarca (que desea una Suecia más débil, a fin de que Dinamarca pueda dominar el Báltico), PEDRO I de Rusia (que codicia los territorios suecos que le cierran la salida al Báltico) y AUGUSTO II de Polonia (que aspira a otros territorios suecos que le impiden el acceso a este mar), contra el rey de Suecia CARLOS XII.

A PEDRO I le hubiera gustado permanecer más tiempo en su viaje por Europa, aprendiendo más de Occidente y ganándose aliados, pero en 1698 le llegan noticias de que se han rebelado los Streltsí (Guardia palaciega). Presa de la ira, se apresura a regresar a Rusia, y con una oleada de ejecuciones y exilios, destruye aquel cuerpo. Deja bien sentado que su capacidad para la cólera y la crueldad es tan superior como para todo lo demás. No es un hombre con el que se pueda jugar, y Rusia aprende la lección.

PEDRO I el Grande, funda la orden de caballería de San Andrés, la más antigua del Imperio ruso, cuyas insignias dispone rodeen a partir de ahora las grandes armas del reino que va en camino de convertirse en un auténtico imperio. Lo cierto, y ya desde el zar Miguel III Romanov, todos los sucesivos soberanos se han considerado como los sucesores del extinguido Imperio Bizantino, del cual pretenden tomar el relevo en muchos aspectos, empezando por los signos exteriores como los símbolos heráldicos. Si remontamos en la genealogía de los predecesores de PEDRO I en el trono ruso (dinastía de los Rurikidas), descubrimos los sucesivos enlaces de alguna princesa y príncipe moscovita con un emperador de Constantinopla y una princesa de Akaïa (ambos de la Casa Imperial de los Paleólogos). En 1721, de “motu propio”, PEDRO I adoptará el título occidental de “emperador de Todas las Rusias”, para añadirlo al de “zar” (rey).

Por estas fechas, ocupa el trono de Suecia un muchacho, CARLOS XII, y PEDRO se dispone a incorporar los territorios de ese país que le permitirían el acceso al mar Báltico. Por esta razón hace la paz con Turquía en 1700.

PEDRO I va presionando en las provincias bálticas y concretando sus propósitos bélicos. En 1702 avanza a lo largo del río Nevá, desde el lago Ladoga al mar Báltico, y a orillas de este río empieza la construcción de una nueva capital. Desea desplazar a Moscú, con su oscuro tradicionalismo enraizado en el pasado medieval de Rusia y la experiencia mongola. Aspira a disponer de una capital abierta al mar Báltico, mirando a las naciones de Europa: iba a ser su “ventana a Occidente”.

PEDRO I el Grande conquista la fortaleza sueca de Nyenschanz, en la desembocadura del Nevá.