Al final de la guerra, Esparta promueve la oligarquía llamada de los Treinta Tiranos para gobernar Atenas. Se crean similares cuerpos regentes en las ciudades e islas de Asia Menor. Pronto el dominio espartano se muestra más duro y opresivo que el de Atenas. En el 403 a.C., los atenienses, bajo Trasíbulo, se sublevan y expulsan a la guarnición espartana que ha apoyado a los oligarcas, y restauran la democracia y la independencia. Otras ciudades griegas también se rebelan contra la hegemonía espartana.

Aunque el ejército espartano obtiene ante los persas un cierto éxito, se ve obligado a regresar en el 395 aC. para hacer frente a la coalición de Argos, Atenas, Corinto y Tebas. El conflicto que sigue, las Guerras Corintias, continúa por medio de pequeñas contiendas y escaramuzas.

Atenas reconstruye sus murallas, en la fecha, y también sus alianzas. Pero los atenienses, que no olvidan su derrota en Sicilia, ya no tendrán la audacia de asumir riesgos, con lo que su política exterior se mantendrá cautelosa. En el ámbito cultural, Atenas seguirá brillando.

Persia (Antajerjes II) se apoya en su mejor arma: el dinero, que puede utilizar para convencer a Esparta de que se plegue a sus deseos. Un negociador espartano llamado Antálcidas concluye, en la fecha, la que se ha llamado “Paz de Antálcidas” sobre sus discrepantes estados súbditos. Según las condiciones de este escrito, se cede toda la costa oeste de Asia Menor a Persia y se otorga la autonomía a las ciudades-estado de Grecia por lo que las alianzas y ligas deben quedar disueltas. Es el comienzo de la inevitable decadencia de los griegos, que, en menos de medio siglo, perderán incluso su independencia.

La paz de Antálcidas, al imponer a los griegos la autonomía de las ciudades, arruína la fuerza de Tebas, que radica en la Liga Beocia, ahoga el renacimiento de un imperio ateniense y reaviva el imperialismo espartano. Los tebanos, sin embargo, se niegan a deshacer la Liga Beocia. En la fecha, un contingente espartano ocupa la ciudad de Tebas y suprime la Liga por la fuerza.

El general de Tebas PELÓPIDAS y otros demócratas, respaldados por Atenas, dirigen, en la fecha, un levantamiento que consigue derribar al régimen pro-espartano establecido en la ciudad y expulsar a las fuerzas de ocupación espartanas. A partir de este momento, Tebas buscará reconstruir, sobre bases democráticas, la Confederación Beocia, el único mecanismo que le podrá permitir oponerse a la inevitable reacción espartana. En efecto, durante los siguientes años, Esparta atacará a los beocios sin demasiados resultados, al tiempo que Tebas irá incorporando a la Confederación, de grado o por la fuerza, a las ciudades beocias que aún no han aceptado su hegemonía.

Una vez conjurado, al menos momentáneamente, el peligro espartano, EPAMINONDAS utiliza la fuerza que le proporciona la Confederación beocia para reforzar la cohesión interna de la misma y, al tiempo, fomentar la intervención beocia en los asuntos peloponésicos, reforzando las alianzas con aquellas ciudades que son enemigas tradicionales de Esparta. Dentro de esta misma polìtica se sitúa la liberación, en la fecha, de Mesenia, sometida a Esparta desde hace varios siglos. Con este enclave se trata de evitar que Esparta vuelva a ser en el futuro una amenaza para el resto de Grecia y para Beocia. Atenas, por otra parte, se niega a someterse a la supremacía de Tebas y, en el 369 aC., se alía con Esparta.

Atenas intenta unir de nuevo a las ciudades que habían constituido su confederación. Los comienzos del reinado de Filipo, coincidiendo con el declive de la hegemonía tebana, parecen favorables para la consolidación de la liga como paso hacia un nuevo imperio. En efecto, aprovechando el debilitamiento tebano, consigue la alianza de las ciudades de Eubea, mientras que, por otra parte, prepara la organización de las ciudades del Quersoneso como miembros estables de la confederación. Los de Anfípolis parecen hallarse en una situación dubitativa, ante el peligro representado por Macedonia. Sin embargo, lo que en el verano de 357 parece estabilizado se rompe ese mismo año con la secesión de las islas de Quíos, Rodas y Cos, extendida luego a Bizancio y apoyada por Mausolo, sátrapa de Caria. Es el inicio de la guerra social, en la que nada podrán hacer las tropas atenienses dirigidas por Ifícrates y Timoteo. El movimiento se amplia y Filipo aprovecha la coyuntura para extender su dominio.

Una vez que FILIPO II, ha vencido a los espartanos, les envía un mensaje en el que, con muy comedidas palabras, les propone lo recibieran de buen modo en la ciudad. Ellos respondieron secamente: “No.” Incomodado, el rey de Macedonia, por esta desabrida respuesta, los amenaza severamente, y ellos, a vuelta de correo, le responden con estas precisas palabras: “Dionisio se halla en Corinto.” Quería decir la lacónica frase que recordase la situación en que se encontraba en la actualidad Dionisio II, el cual, sin embargo, de haber sido un soberano, se hallaba entonces despojado del poder supremo y reducido en Corinto a la condición de maestro de escuela para poder subsistir, en castigo todo de haber querido ser el tirano de Siracusa.

La tercera “Guerra Sagrada” tiene su inicio en el 356 aC., cuando la Anfictionía (o Liga Anfictiónica), a la que pertenece Fócida toma Delfos, y saquea los tesoros del santuario.